INDICADORES AMBIENTALES

1. Los indicadores ambientales

En prácticamente todas las actividades que involucran decisiones se utilizan indicadores, aunque quizá no tengamos plena conciencia de ello. La definición formal de indicador es: “Relativo a indicar. Dar a entender o significar una cosa con indicios o señales. Señalar, advertir, manifestar, apuntar, mostrar”. En otras palabras, la información clave que usamos para conocer algo y, frecuentemente, tomar una decisión, es un indicador. La temperatura corporal o la presión arterial, por ejemplo, son indicadores de nuestro estado de salud y según su valor nos permiten tomar la decisión de visitar o no al médico.

La capacidad de identificar de manera adecuada los indicadores del entorno es fundamental para tomar mejores decisiones; una elección incorrecta de la información o una pobre compresión de lo que significa el indicador puede llevarnos a interpretaciones y acciones equivocadas. Por ello, es importante enfatizar que un indicador es una herramienta y no un fin mismo. Los indicadores se emplean en todos los ámbitos del quehacer humano; aunque éstos varían en su grado de complejidad y relación con el fenómeno al que se refieren; desde sencillos, como el color de una fruta que sirve para evaluar su grado de madurez, hasta más sofisticados, como la concentración de agentes inmunológicos para detectar cáncer.
En el campo ambiental se han desarrollado indicadores para entender, describir y analizar distintos fenómenos como el clima, la pérdida de suelos y el riesgo de especies, entre muchos otros. Si bien el uso de indicadores ambientales se ha extendido, no existe una definición única del concepto y éste varía de acuerdo a la institución y a los objetivos específicos que se persiguen. Una de las definiciones más conocida y aceptada proviene de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que desde hace varios años utiliza un conjunto de indicadores como información base para realizar evaluaciones periódicas del desempeño ambiental de los diferentes países que integran esta organización. Según la OCDE, un indicador ambiental es un parámetro o valor derivado de parámetros que proporciona información para describir el estado de un fenómeno, ambiente o área, con un significado que va más allá del directamente asociado con el valor del parámetro en sí mismo.

Para el Florida Center for Public Management, institución que desarrolló un sistema de indicadores con el fin de asesorar a las dependencias ambientales de la Unión Americana, un indicador ambiental es un elemento que describe, analiza y presenta información científicamente sustentada sobre las condiciones y tendencias ambientales y su significado (Florida Center for Public Management, 1998). Por su parte, el Ministerio del Ambiente de Canadá lo define como una estadística o parámetro que, monitoreado a través del tiempo, proporciona información de la tendencia o las condiciones de un fenómeno más allá de la que se asocia a la estadística en sí misma. En particular, precisa que los indicadores ambientales son estadísticas clave seleccionadas que representan o resumen un aspecto significativo del estado del ambiente, la sustentabilidad de los recursos naturales y su relación con las actividades humanas (Environment Canada, 1995).

Cabe señalar que frecuentemente se utilizan las palabras “parámetro” e “índice” como sinónimos de indicador, sin embargo no tienen el mismo significado. Un parámetro se define como cualquier propiedad que es medida u observada, mientras que un índice designa a un conjunto agregado o ponderado de parámetros o indicadores (OCDE, 2001); páginas más adelante se amplía la información sobre los índices.

1.1. Funciones y características de los indicadores ambientales

La importancia de los indicadores reside en el uso que se les puede dar. Idealmente, deben informar a los tomadores de decisiones o usuarios, ayudarlos a esclarecer un tema y descubrir las relaciones entre sus componentes, todo lo cual conduce a decisiones mejor sustentadas. También son una excelente herramienta de información al público porque, acompañados por una buena estrategia de comunicación, ilustran conceptos e información científica, contribuyendo al entendimiento de los temas y a que la sociedad tome un papel más activo en la solución de los problemas ambientales.

Según la OCDE (1998) las dos funciones principales de los indicadores ambientales son:
1. Reducir el número de medidas y parámetros que normalmente se requieren para ofrecer una presentación lo más cercana posible a la realidad de una situación.
2. Simplificar los procesos de comunicación.
Estas funciones básicas convierten a los indicadores en el instrumento mediante el cual se proporciona información concisa y sustentada científicamente a diversos usuarios, tomadores de decisiones y al público en general de manera que pueda ser entendida y usada fácilmente.

Los indicadores ambientales se han utilizado a nivel internacional, nacional, regional, estatal y local para diversos fines, entre los que destacan: servir como herramientas para informar sobre el estado del medio ambiente, evaluar el desempeño de políticas ambientales y comunicar los progresos en la búsqueda del desarrollo sustentable. No obstante, para que los indicadores cumplan cabalmente con estas funciones es necesario que tengan ciertas características. A continuación se presenta una lista de las más importantes (OCDE, 1998):

1. Ofrecer una visión de las condiciones ambientales, presiones ambientales y respuestas de la sociedad o gobierno.
2. Ser sencillos, fáciles de interpretar y capaces de mostrar las tendencias a través del tiempo.
3. Responder a cambios en el ambiente y las actividades humanas relacionadas.
4. Proporcionar una base para las comparaciones internacionales (cuando sea necesario).
5. Ser aplicables a escala nacional o regional, según sea el caso.
6. De preferencia tener un valor con el cual puedan ser comparados.
7. Estar teórica y científicamente bien fundamentados.
8. Estar basados en consensos internacionales.
9. Ser capaces de relacionarse con modelos económicos y/o de desarrollo, así como con sistemas de información.
10. Estar disponibles con una razonable relación costo/beneficio.
11. Estar bien documentados y gozar de calidad reconocida.
12. Ser actualizados a intervalos regulares con procedimientos confiables.

 

En la mayoría de los casos, los indicadores comúnmente propuestos no cumplen todas estas características. En este sentido, es importante considerar que, en la medida en que los indicadores cuenten con menos características de las señaladas, su confiabilidad también será menor y, por consiguiente, la interpretación que de ellos resulte deberá tomarse con las reservas necesarias.

Como resultado de la experiencia de las distintas etapas en el desarrollo de indicadores, se reconocen las tres primeras características como criterios básicos. El primero se refiere a que deben proporcionar la suficiente información de las condiciones ambientales, presiones ambientales y respuestas, para entender claramente el fenómeno que se está tratando, de tal manera que las decisiones que se tomen estén sustentadas. El valor de los indicadores descansa precisamente en la premisa de que un mayor entendimiento de un fenómeno o proceso conduce a mejores decisiones. Cabe recordar que una de las justificaciones para el uso de indicadores señala que es imposible medir todo, por lo que resulta fundamental contar con la información más relevante.

El segundo criterio está relacionado con el aspecto de la sencillez, lo cual no implica que el indicador sea “simplista”. Detrás de la selección y definición de cada indicador debe existir un análisis profundo y con frecuencia complejo. No obstante, cuando se presente ante el público (tomador de decisiones o sociedad), debe cumplir su misión principal de comunicar su mensaje de forma clara y objetiva. Esto representa un reto, ya que siempre existe la disyuntiva entre incorporar los detalles técnicos y la formalidad y rigor de los análisis o bien omitirlos para facilitar su interpretación (Adriaanse, 1993).

El tercer criterio, referente a responder a cambios en el ambiente y las actividades humanas, ha sido particularmente útil en la identificación de los indicadores. Con frecuencia, al analizar un fenómeno ambiental se presenta un cierto número de variables importantes para comprender la magnitud o distribución del mismo. Sin embargo, cuando se obtiene una respuesta negativa a la pregunta “¿este indicador responde a un posible cambio en las políticas?”, entonces se está presentando información de contexto o complementaria que, si bien puede ser muy importante para entender el fenómeno, no constituye un indicador. Un ejemplo es la precipitación pluvial en el análisis de disponibilidad del agua en una región. La cantidad de lluvia que cae en una zona es fundamental para entender la dinámica del fenómeno, así como en el establecimiento de políticas y acciones, pero no responde a la política de gestión del líquido. En este sentido, es recomendable que, junto con los indicadores, se proporcione información de contexto o adicional que contribuya a un entendimiento más claro de lo que se intenta describir con el indicador.

La importancia de realizar comparaciones internacionales fue puesta de relieve por la OCDE. En este aspecto es fundamental que los métodos de obtención e integración de los datos cumplan procedimientos reconocidos, documentados y, de preferencia, estandarizados, de tal manera que la comparación de indicadores (ya sea con otro país, entidad o región) sea posible y confiable. También es importante considerar la escala en la confiabilidad o pertinencia de los indicadores. Por ejemplo, para México se cuenta con información sobre pérdida de suelo a escala 1:1’000’000, que resulta útil para conocer la situación nacional. Sin embargo, en la mayoría de los casos su resolución no es adecuada para utilizarse a nivel municipal –si bien numéricamente es factible hacer los cálculos–. En este sentido, lo más recomendable es que los indicadores se diseñen considerando la escala a la que se pretende aplicar (regional, estatal, nacional, internacional, etc.); de hecho, a menudo ocurre que incluso en un mismo tema se requieran indicadores particulares para cada nivel.

Es muy importante contar con un valor con el cual pueda ser comparado el indicador, sobre todo para quienes miden el avance de políticas y programas concretos, ya que permite evaluar con mayor claridad los desempeños. Por ejemplo, el hecho de tener valores umbrales de contaminantes como referencia, posibilita saber qué tan cerca o lejos se está de lograr una condición aceptable. Desafortunadamente, no existen valores de referencia aceptados para muchos de ellos (World Bank, 1997). Ejemplos de indicadores comúnmente utilizados que carecen de un umbral definido y aceptado son: la generación de residuos municipales, el cambio de uso de suelo, las especies amenazadas y la intensidad de uso del agua.

De los criterios restantes, se reconocen como fundamentales el que un indicador debe estar teórica y científicamente bien fundamentado, que exista información disponible y que sea actualizado de manera periódica. Los demás criterios sólo se consideran deseables.

Otras instancias y organizaciones han propuesto también criterios para evaluar los indicadores. Por ejemplo, la Academia Nacional de la Ciencia de los Estados Unidos propone algunos criterios que pueden ser usados para evaluar la importancia potencial de un indicador, sus características, aplicabilidad y limitaciones. Sugiere que estos aspectos se expresen en forma de preguntas durante el proceso de selección y formulación de indicadores (National Academy of Science, 2003). En cierta medida, tales criterios complementan la lista anterior:

i) Importancia general: ¿El tema es relevante? ¿El indicador provee información acerca de cambios
o procesos de relevancia?
ii) Base conceptual: ¿Se basa en un modelo conceptual aceptado, bien entendido y con buen sustento
científico?
iii) Confiabilidad: ¿Ha probado su utilidad en otros sistemas de indicadores?
iv) Escalas espacial y temporal: ¿Tiene la suficiente resolución espacial o temporal para evaluar cambios
o situaciones?
v) Propiedades estadísticas: ¿Es suficientemente robusto como para distinguir entre variabilidad natural
o la atribuible a la medición del comportamiento real del fenómeno en estudio?
vi) Requerimiento de información: ¿Los datos que se requieren para documentar el indicador se pueden
obtener y ser confiables?
vii) Calidad de los datos: ¿Existe información clara de cómo fue obtenida la información (por ejemplo,
método de cálculo, instrumento utilizado, etc.)?

1.2. Índices y conjuntos de indicadores

Cuando se utiliza un parámetro o indicador para describir la situación de un tema, frecuentemente ocurre que no refleja bien la condición del sistema o lo simplifica, de tal suerte que resulta inútil para la toma de decisiones. Por ello, a menudo se recurre a la elaboración de índices y “conjuntos de indicadores”.

En temas complejos, como el ambiental, la elaboración y utilización de índices es muy atractiva porque permiten una visión general de la situación del ambiente.

Algunos de los índices más conocidos que tratan de evaluar la sustentabilidad ambiental son el Índice del Planeta Viviente (Living Planet Index), la Huella Ecológica (Ecological Footprint) y el Índice de Sustentabilidad Ambiental (Environmental Sustainability Index) (Recuadro Índices de sustentabilidad ambiental.)

 
 

Índices para evaluar la sustentabilidad ambiental

El Índice del Planeta Viviente (IPV) pretende evaluar el estado de la biodiversidad mundial a partir de la medición de las tendencias en las poblaciones de diferentes especies de vertebrados que habitan ambientes terrestres, marinos y dulceacuícolas. A la fecha, el IPV incorpora información de aproximadamente 3 mil poblaciones de más de 1 100 especies. El IPV es un promedio de los cambios en la abundancia de 555 especies terrestres, 323 dulceacuícolas y 267 marinas. Incluye la información del estado de diferentes poblaciones de animales desde 1970 a la fecha. La reducción de las poblaciones (con respecto al año de referencia) se considera como una señal de deterioro del ambiente natural. La actualización de este índice está a cargo de la WWF y la UNEP.

La Huella Ecológica (HE) mide el consumo de los recursos naturales y lo compara con la capacidad natural de renovación de estos recursos. La huella ecológica de un país es la cantidad de área requerida para producir los alimentos e insumos necesarios, así como para absorber los desechos de su consumo de energía. Esta propuesta fue hecha por Wackernagel y colaboradores a mediados de los noventa y se ha utilizado como una forma de evaluar la sustentabilidad ambiental de un país. Tanto el Índice del Planeta Viviente como la Huella Ecológica forman parte del Reporte del Planeta Viviente, que se publica periódicamente.

El Índice de Sustentabilidad Ambiental (ESI, por sus siglas en inglés), elaborado por las universidades de Yale y Columbia, integra la información de 76 variables clasificadas en 21 indicadores de sustentabilidad ambiental (por ejemplo, calidad del agua, calidad del aire, biodiversidad, estrés ambiental, vulnerabilidad a desastres y manejo de recursos naturales). Dicho indicadores están agrupados en cinco componentes que, según los autores, son importantes para la sustentabilidad ambiental:

· Sistema ambiental.
· Reducción del estrés ambiental.
· Reducción de la vulnerabilidad humana al estrés ambiental.
· Capacidad institucional y social para responder a los cambios ambientales.
· Administración global.

El ESI busca evaluar, a través de la integración de las condiciones actuales, la capacidad relativa de los diferentes países para mantener condiciones ambientales favorables en el futuro. Las variables que se utilizaron para la construcción del índice fueron seleccionadas tratando de seguir el esquema de presión-estado-respuesta, a partir de una extensa revisión de la literatura ambiental y consulta a expertos, siempre en el contexto de la disponibilidad de la información. Se trata de un índice relativo donde la posición de un país depende de sus condiciones y su relación con la de los otros países y no con respecto a una meta o estándar establecido.


 
 

El gran reto de los índices es convencer de que sus evaluaciones en verdad reflejan la situación real (en este caso, la sustentabilidad ambiental). Las críticas más frecuentes se concentran en tres aspectos: i) los criterios y razones para seleccionar los temas y las variables que se incluyen en el índice, ii) la forma de integrar estas variables (esto es, los algoritmos utilizados) y iii) para el caso de los índices que pretenden incorporar muchos temas o hacer comparaciones entre países (como el ESI), la heterogeneidad y problemas con la calidad de la información. Aunque puede resultar paradójico, en el sentido de que los índices están orientados a simplificar sistemas complejos, para una correcta interpretación de los índices es necesario conocer tanto la forma y criterios utilizados en su elaboración como sus limitaciones.

La OCDE ha clasificado el desarrollo actual de índices en cuatro grupos: i) los índices basados en ciencias naturales, como el índice de toxicidad, DBO o el de calentamiento global); ii) los índices para la evaluación de políticas, que en general están ligados a aspectos normativos o metas políticas; iii) los índices basados en un marco de cuentas nacionales, que incluyen las “cuentas verdes”, el índice de “genuine savings” del Banco Mundial –donde la agregación se alcanza asignando valores monetarios a variables que generalmente no tienen precio–, la “Huella Ecológica” (WWF, 2000) y “Requerimiento Total de Materiales” (WRI et al.,1997)”, y iv) los índices sinópticos, que mediante un conjunto muy reducido de valores pretenden ofrecer una visión sintética de un aspecto complejo, como los índices de presión de Eurosat, el Índice de Desarrollo Humano y los índices de Sustentabilidad Ambiental (OCDE, 2001).

Otra alternativa para la elaboración de índices es constituir grupos de indicadores que, al revisarse de manera conjunta, pueden dar una mejor y más clara evaluación del sistema. Sin embargo, con frecuencia se comete el error de sacar conclusiones a partir de los resultados de un solo indicador. Por ejemplo, el hecho de observar una reducción en la generación de basura por habitante no implica necesariamente que se esté avanzando en el cuidado del ambiente, ya que podría ser resultado de una menor capacidad de compra derivada de una baja en los ingresos o, incluso, un mayor desempleo. Otro ejemplo muy ilustrativo es el volumen de pesca como indicador de la salud de las poblaciones de peces de interés. Bajo el argumento “si las poblaciones están bien se pescan más ejemplares”, se puede llegar a conclusiones erróneas, ya que existe la posibilidad de que el incremento en el volumen de pesca se deba más bien a una mejora en la técnica de captura; la interpretación equivocada podría sugerir que es posible incrementar la pesca, lo que traería consigo seguramente una sobreexplotación del recurso.

Los conjuntos de indicadores sobre un sistema particular están determinados por dos requerimientos distintos:

· Proveer información clave para dar una imagen clara y completa acerca del estado actual del sistema o fenómeno.
· Proporcionar suficiente información para tomar decisiones que permitan dirigir al sistema hacia los objetivos seleccionados y determinar el nivel de éxito de las acciones puestas en práctica.

En otras palabras, están determinados tanto por el sistema mismo como por los intereses, necesidades y objetivos que se persiguen. Esto implica que se requiere: i) un conocimiento lo más amplio posible de los conceptos y dinámicas de los fenómenos ambientales, y ii) claridad en los objetivos, intereses y necesidades que se pretende alcanzar y monitorear con la ayuda de los indicadores (Bossel Hartmut, 1996).

Si bien ambos aspectos son esenciales en el desarrollo de un sistema de indicadores, se ha observado con frecuencia que en la práctica el segundo es obviado o minimizado, lo que conlleva a un sistema anárquico, desordenado, incapaz de dar respuesta a una necesidad específica. En otras palabras, la selección y definición de indicadores que se debe incluir en un conjunto de indicadores dependerá de los objetivos que se persigan. En este sentido, los indicadores para evaluar las políticas ambientales de un país pueden ser sustancialmente diferentes de aquellos necesarios para evaluar la política de saneamiento de una cuenca o la efectividad de un instrumento de gestión ambiental, ya que en ellos no sólo varía la escala y agregación de los datos sino que, además, variables significativas en un caso pueden carecer de sentido en otro. La utilidad de un indicador depende del contexto particular; por ejemplo, la tasa de pérdida de suelo puede ser muy importante para evaluar la estabilidad ambiental en terrenos montañosos, pero puede no serlo, por ejemplo, en la tundra o suelos permanentemente cubiertos por hielo.

En el caso de los indicadores ambientales, además de contar con el conocimiento del fenómeno, los objetivos, intereses y necesidades, es necesario comprender ampliamente las necesidades políticas; la clave de un buen conjunto de indicadores es encontrar una opción práctica para definir políticas, instrumentar programas, decretar normas, asignar presupuestos, etc. (World Bank, 1997). En este contexto, el primer paso para definir conjuntos de indicadores es establecer las prioridades con base en las políticas ambientales de la institución.

La utilidad de los indicadores es incuestionable; sin embargo, esto no significa que sean perfectos. En el mejor de los casos, reflejan sólo una parte de la realidad; lo que obtenemos de ellos es una abstracción de los sistemas y de lo que conocemos sobre los mismos. No obstante tales reservas, se debe reconocer que los indicadores son, posiblemente, la mejor herramienta disponible para tomar decisiones.

Una de las maneras para avanzar en el perfeccionamiento de los índices y sistemas de indicadores es identificando algunas de sus fallas comunes:

· Existe el riesgo de simplificar demasiado los temas y, con ello, malinterpretar el fenómeno. Por ejemplo, es frecuente utilizar el número de especies como un indicador de la salud de los ecosistemas, bajo la lógica de que un ecosistema perturbado perderá especies, pero a menudo sucede que sistemas recientemente perturbados o con perturbaciones no muy intensas incrementan su número de especies por la invasión de especies exóticas.

· La agregación en índices puede provocar resultados tan abstractos que dificulten su comprensión. En este caso, la regla es que no necesariamente un conjunto mayor de elementos resultará en un mejor indicador.

· Un problema común en el proceso de identificación de indicadores es que su conjunto refleje la experiencia particular de quienes los elaboran en lugar de las necesidades de la sociedad. Por ello, es altamente recomendable que estos procesos sean participativos y que incorporen ideas e intereses tanto de los sectores académicos y gubernamentales como de la sociedad civil.

· Con el surgimiento de nuevos problemas ambientales o ante el cambio del ambiente, es importante que los indicadores sean flexibles y puedan ser revisados periódicamente. En caso necesario, deben ser modificados, transformados o sustituidos para reflejar mejor las condiciones y tendencias del tema, y así mantener su utilidad. Un buen ejemplo de esta necesidad lo encontramos en materia de salud pública. Hace 100 años, la mortalidad asociada a la viruela quizá fue un buen indicador; en la actualidad no lo es. De la misma manera, si en esos años se hubieran utilizado los decesos por VIH o los desórdenes asociados a la obesidad como indicadores de salud seguramente habrían tenido muy poca utilidad, mientras que ahora tienen una gran relevancia.

Desafortunadamente, hoy en día la tendencia a contar con sistemas de indicadores es cada vez más común, pese a no tener completamente claros los objetivos que se persiguen con los mismos, por lo que aumenta también el riesgo de que estos esfuerzos sean poco aprovechados. Es importante remarcar que, para que un sistema de indicadores realmente cumpla su función, debe existir asociado un sistema de información que asegure contar con datos para las actualizaciones y un equipo que continuamente revise, actualice o modifique los indicadores para mantener su utilidad. En e caso del Sistema Nacional de Indicadores Ambientales desarrollado por la Semarnat, éste se encuentra asociado al Sistema Nacional de Información Ambiental y de Recursos Naturales (SNIARN) y a los productos de integración como los Informes de la Situación del Medio Ambiente.

2. Marcos conceptuales de indicadores ambientales

El tema de indicadores ambientales ha sido abordado por diversas instituciones, con diferentes conceptos, objetivos y alcances, lo que ha ocasionado cierta confusión, sobre todo en los nuevos desarrolladores. La intención de este documento no es abrir una discusión profunda y detallada acerca de los planteamientos teóricos y prácticos referentes a los indicadores, más bien pretende mostrar en esta sección las herramientas básicas a considerar para desarrollar un sistema homogéneo, armonioso y útil. Los lectores interesados pueden encontrar al final de este libro una lista de referencias con más información sobre este tema.

Debido a que la información utilizada para construir indicadores ambientales es amplia y diversa, se requiere un marco conceptual que permita estructurar la información y facilitar su acceso e interpretación. Existen varios modelos para organizar los conjuntos de indicadores. Uno de los más conocidos –y quizá el más utilizado en nuestro país– es el denominado Presión-Estado-Respuesta (PER), propuesto por Environment Canada y la OCDE (OCDE, 1993). Otro modelo es el de Fuerza Directriz-Presión-Estado-Impacto-Respuesta (DPSIR, por sus siglas en inglés) y algunos más que se caracterizan por su orientación temática. A continuación presentamos una breve descripción de algunos de ellos, con énfasis en el esquema PER, dado que es el utilizado en esta nueva edición de Indicadores Básicos del Desempeño Ambiental de México.

2.1. Esquema Presión-Estado-Respuesta (PER)

El esquema PER está basado en una lógica de causalidad: las actividades humanas ejercen presiones sobre el ambiente y cambian la calidad y cantidad de los recursos naturales (estado); asimismo, la sociedad responde a estos cambios a través de políticas ambientales, económicas y sectoriales (respuestas) (OCDE, 1993). Este modelo parte de cuestionamientos simples:

- ¿Qué está afectando al ambiente?
- ¿Qué está pasando con el estado del ambiente?
- ¿Qué estamos haciendo acerca de estos temas?

Es importante señalar que, si bien resulta un esquema lógico en términos de la relación entre presiones, estado y acciones, sugiere una relación lineal de la interacción actividad humana-ambiente que no suele ser cierta y tiende a ocultar lo complejo que realmente son estas interacciones.

En este esquema de organización los indicadores se clasifican en tres grupos: presión, estado y respuesta.

2.1.1 Indicadores de presión

Describen las presiones que ejercen las diferentes actividades humanas sobre el ambiente y los recursos naturales. Un ejemplo de indicador de presión sobre la calidad del aire son las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera.

Los indicadores de presión se clasifican a su vez en dos grupos: el primero considera las presiones directas sobre el ambiente, frecuentemente ocasionadas por las actividades humanas, tales como volúmenes de residuos generados y emisiones contaminantes. El segundo toma en cuenta las actividades humanas en sí mismas, es decir, las condiciones de aquellas actividades productivas o de otro tipo que generan la problemática; por ejemplo, la evolución y características de la planta vehicular. Estos últimos son denominados indicadores de presión indirecta y ofrecen elementos para pronosticar la evolución de la problemática, así como también ayudan a definir las acciones y políticas en materia ambiental que deben aplicar los sectores causantes para revertir el problema.

 

2.1.2. Indicadores de estado

Se refieren a la calidad del ambiente y la cantidad y estado de los recursos naturales. Por ejemplo, la calidad del aire o agua, evaluada por las concentraciones de contaminantes, y la cantidad de recursos naturales (por ejemplo, la superficie cubierta por bosques). Los indicadores de estado deben estar diseñados para dar información sobre la situación del ambiente y sus cambios a través del tiempo. En este tipo de indicadores se consideran también los efectos a la salud de la población y a los ecosistemas causados por el deterioro del ambiente. Cabe mencionar que generalmente estos indicadores constituyen los objetos de políticas de protección ambiental.

2.1.3. Indicadores de respuestaPresentan los esfuerzos que realiza la sociedad, instituciones o gobiernos, orientados a la reducción o mitigación de la degradación del ambiente. En general, las acciones de respuesta están dirigidas hacia dos objetivos: i) los agentes de presión y ii) las variables de estado. Si utilizamos como ejemplo el problema del deterioro de las poblaciones de tortugas marinas, los indicadores de respuesta podrían incluir tanto resultados del avance en el establecimiento de dispositivos excluidores de tortugas en la flota camaronera (respuesta a la presión), como resultados de programas para la cría y liberación de tortugas (respuesta al deterioro del recurso).

Es frecuente que algunos indicadores de respuesta también se consideren como de estado. Por ejemplo, la superficie cubierta por áreas naturales protegidas da una idea del esfuerzo que se hace para conservar el ambiente pero, al mismo tiempo, su magnitud puede estar relacionada con el grado de conservación que tiene la biodiversidad.
Los indicadores de respuesta son más diversos y específicos que los anteriores, ya que describen situaciones muy particulares. Por esta razón, a diferencia de los indicadores de estado, no existe mucha experiencia para evaluar su confiabilidad empírica. Es frecuente también que los indicadores de respuesta no tengan una naturaleza cuantitativa, por lo menos en su principio. Por ejemplo, ante el problema del enrarecimiento de la capa de ozono estratosférico, una respuesta es simplemente la firma o no de un compromiso –como el Protocolo de Montreal– para reducir la producción y emisión de sustancias agotadoras de ozono.

2.2. Esquema Fuerza Directriz-Presión-Estado-Impacto-Respuesta

Este modelo, también conocido como DPSIR (Driving Forces-Pressures-State-Impacts-Respond), es una derivación del Presión-Estado-Respuesta. Los indicadores correspondientes a la fuerza directriz se refieren a las actividades humanas que generan las presiones (en otros modelos, presiones indirectas), los indicadores de estado se restringen a la situación del recurso ambiental y los de impacto muestran los efectos en la salud humana o los ecosistemas. La interacción entre sus elementos se muestra en el siguiente esquema que utiliza como ejemplo al transporte.

Este esquema supone también una relación causal entre los diferentes componentes de los sistemas sociales, económicos y ambientales. Otro ejemplo, relacionado con el tema de la calidad del agua utilizando indicadores agrupados bajo el modelo DPSIR, es el siguiente:
· Fuerza directriz: producción industrial.
· Presión: volumen de aguas de desecho vertidas a un cuerpo de agua.
· Estado: calidad del agua en el río, lago o cuerpo de agua involucrado.
· Impacto: agua inutilizada para beber (impacto en la economía), población con problemas gastrointestinales (impacto en la salud), pérdida de especies (impacto en el ecosistema).
· Respuesta: plantas de tratamiento de aguas residuales y protección de cuerpos de agua.
El Ministerio del Ambiente de Canadá (Environment Canada) utiliza un modelo muy parecido al DPSIR, sólo que considera a las actividades humanas como presión indirecta, las condiciones ambientales como estado y los efectos (por ejemplo a la salud humana y de la vida silvestre, edificios, etc.) como impacto.

Si bien estos dos últimos esquemas muestran los fenómenos ambientales y sus relaciones de una forma más desagregada en comparación con el PER, frecuentemente pierden en sencillez y en su capacidad de comunicar. En términos generales, cuando el sistema de indicadores tiene como objetivo un conocimiento profundo de los temas y existe suficiente información, es factible utilizar el esquema DPSIR o el del Ministerio del Ambiente de Canadá, con el inconveniente de que en muchas ocasiones resulta difícil establecer las relaciones de causalidad tanto sobre aspectos de salud humana como de los ecosistemas.

2.3. Esquema de indicadores sectoriales

A diferencia de los esquemas anteriores que tratan de encontrar una relación lógica entre las causas, consecuencias y respuestas, existen otros que buscan integrar los indicadores de una forma tal que permitan hacer más clara la relación entre ambiente y actividades económicas. Por ejemplo, la OCDE desarrolló un marco conceptual alternativo, derivado del PER, orientado a mejorar la integración de aspectos ambientales en las políticas sectoriales. Estos indicadores pueden no ser estrictamente ambientales, pero al plantear una relación entre la economía y el ambiente se colocan en este contexto. Los indicadores sectoriales han sido organizados en un marco conceptual que distingue tres tipos (OCDE, 1998):

· Indicadores que muestran las tendencias y patrones del sector productivo que son relevantes para el ambiente (indicadores de presión indirecta o driving forces en otros esquemas).
· Indicadores que denotan la relación entre un sector productivo dado y el ambiente, incluyendo aspectos positivos y negativos de la actividad sectorial en el ambiente, así como efectos de los cambios ambientales en la actividad sectorial.
· Indicadores que reflejan aspectos políticos y económicos y su relación con el ambiente.


Otro modelo, utilizado por la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) como base para el informe de Indicadores de Impacto Ambiental del Sector Transporte y que enfatiza la relación entre las actividades productivas y sus efectos en el ambiente, es el Modelo Efectos-Salidas-Actividades (EPA, 1999).

· Indicadores de efecto (outcomes). Son una medida de resultados; proporcionan información cuantitativa de la salud ambiental y de los efectos sobre el bienestar como resultado de la actividad productiva. El inconveniente de estos indicadores es la dificultad para cuantificar dichos efectos, ya que es muy complejo separar los efectos de un sector (en este caso transporte) de los de otras actividades.
· Indicadores de salidas (outputs). Proporcionan información de la cantidad de emisiones o descargas regulares o accidentales que se asocian con un daño ambiental o con la cantidad de recursos consumidos.
· Indicadores de actividad (activities). Ofrecen información de la magnitud de las actividades que están identificadas como generadoras de efectos ambientales adversos.


A partir de los años noventas, cuando surgió la mayor parte de las propuestas metodológicas de indicadores ambientales, se ha desarrollado una gran cantidad de esfuerzos a niveles internacional, nacional, regional, local y sectorial orientados a la aplicación de dichas metodologías y su adaptación en sus ámbitos respectivos. En particular, los trabajos de la OCDE y de la Comisión de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas (CDS) han influido significativamente en casi todos los países, aunque en líneas diferentes; mientras la iniciativa de la OCDE se orientó al desarrollo de indicadores para temas ambientales y sectoriales, la CDS se concentró en el desarrollo sustentable (que incluye aspectos sociales, económicos, ambientales e institucionales). Algunos autores (CEPAL, 2001) denominan a los primeros como indicadores de primera generación y a los indicadores para evaluar el desarrollo sustentable como de segunda generación.

Los indicadores ambientales o de primera generación (por tratar temas o fenómenos específicos como calidad de aire, agricultura y ambiente) se desarrollan en un marco de causalidad, lo que resulta en una visión integral pero acotada de un fenómeno específico. Por su parte, los indicadores de segunda generación se seleccionan mediante la identificación de variables clave en las cuatro dimensiones enmarcadas en el desarrollo sustentable. Dada la gran cantidad de variables y de actores presentes en este enfoque, es muy difícil establecer cadenas de causalidad, así que más bien funcionan como termómetros de cada uno de los aspectos básicos del desarrollo sustentable. Sin embargo, recientemente han surgido algunos esfuerzos por enmarcar estos indicadores –si bien de manera general– en un esquema de causalidad (IFEU, 2003).

Otra forma de clasificar los conjuntos de indicadores es la sugerida por Bakkes y otros autores (1994), quienes proponen tres formas diferentes pero complementarias: i) por uso: indicadores de alerta temprana, política general o desarrollo científico; ii) por objeto: de acuerdo al objeto que describe, como la clasificación por temas ambientales: aire, agua o sectores productivos, y iii) por la posición en la cadena de causalidad, como el utilizado por la OCDE.

Otro propuesta de clasificación se encuentra en el documento Expanding the Measure of Wealth, Indicators of Environmentally Sustainable Development (World Bank, 1997), que clasifica las iniciativas de indicadores de acuerdo al grado en el cual condensan la información y que reflejan el grado de avance en la integración y maduración de los conjuntos de indicadores. Las categorías de esfuerzos de concentración son:

· Atomizados o individuales.
· Indicadores temáticos.
· Indicadores sistémicos.

A continuación presentamos una breve descripción de cada uno de ellos.

2.3.1. Indicadores atomizados o individuales

Estos conjuntos representan el menor nivel de agregación y se caracterizan por una larga lista o menú de indicadores que pueden exceder fácilmente la centena de ellos. La filosofía detrás de estos conjuntos es identificar variables clave de diversos temas de interés, cuyo monitoreo permita ver el grado de avance en el cumplimiento de algunos objetivos, sin considerar aspectos de causalidad. Los conjuntos de indicadores suelen ser muy amplios dado que estas iniciativas han nacido en un contexto multinacional y sirven para países con características distintas.

La identificación de los indicadores incluidos en estos conjuntos se realiza por lo general mediante la reunión de expertos regionales e instituciones internacionales, quienes proponen indicadores en su área de especialidad. Estas recomendaciones son integradas por un grupo de trabajo que genera una propuesta, la cual se va afinando conforme se aplica en distintas regiones. El ejemplo típico es la iniciativa de la Comisión de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas (CDS), iniciada en 1995, que ofrece un marco conceptual y una multitud de indicadores (UNCDS, 1996).

En el caso de América Latina existen dos esfuerzos interesantes. Uno coordinado por la CEPAL y otro surgido en el marco de la Iniciativa Latinoamericana y Caribeña para el Desarrollo Sustentable (ILAC).

La CEPAL está desarrollando el proyecto Evaluación de la Sostenibilidad en América Latina y el Caribe (ESALC), que apoya la definición de políticas públicas a través de una evaluación de los vínculos causales entre los subsistemas ecológico, económico, social e institucional a partir del uso de indicadores en forma combinada. La elección de los indicadores de este sistema recoge experiencias internacionales, en particular la de la CDS de las Naciones Unidas, y de cada uno de los países de la región. Contiene indicadores de condiciones e interrelaciones de los subsistemas ecológicos (económico, ambiental, social e institucional) establecidos en el marco metodológico, así como indicadores que evalúan la intensidad o eficiencias de las dinámicas económicas y demográficas inherentes al sistema socio-ecológico.

En el caso de la ILAC, la propuesta preliminar fue integrada en la Reunión de Expertos en Estadísticas e Indicadores Ambientales del grupo del Foro de Ministros del Ambiente de Latinoamérica y el Caribe, celebrada en Costa Rica en 2003. El proceso de selección de los indicadores hizo especial referencia a las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El ILAC se constituyó en una respuesta política y ética a la necesidad de otorgar sentido práctico a procesos hacia la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible. Uno de los objetivos del ILAC es desarrollar y aplicar un proceso de evaluación para dar seguimiento a los avances en el cumplimiento de los objetivos del desarrollo, especialmente a los resultados del Plan de Acción de Johannesburgo, a través de la adopción de indicadores nacionales y regionales de sostenibilidad acordes con las características sociales, económicas y políticas de la región (PNUMA, Banco Mundial, 2004). En esta iniciativa los temas y metas seleccionados se refieren a: diversidad biológica, gestión de los recursos hídricos, vulnerabilidad y ciudades sostenibles, temas sociales (salud, inequidad y pobreza), aspectos económicos (competitividad, comercio y patrones de producción y consumo) y aspectos institucionales.

2.3.2. Indicadores temáticos

En indicadores ambientales, muchos países tienden a un enfoque intermedio en materia de agregación, lo que significa que desarrollan un conjunto de indicadores generalmente pequeño para cada uno de los principales temas de política ambiental.

Una de las instituciones que ha usado este enfoque es la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USDI por sus siglas en inglés), que ha compilado un conjunto de indicadores para cada uno de sus programas orientados a evaluar el desempeño ambiental. También lo han utilizado países como Canadá, Holanda, Alemania, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, que si bien mantienen un conjunto de indicadores organizados con el modelo PER, también los agrupan en una serie de temas de política ambiental (World Bank, 1997).

El trabajo sobre indicadores ambientales realizado por la OCDE también ha seguido este enfoque, enriquecido por la experiencia práctica en el uso de herramientas analíticas y de evaluación. Por ejemplo, sus exámenes de desempeño ambiental sistemáticamente emplean indicadores para apoyar e ilustrar los análisis. De este modo se obtiene retroalimentación sobre la importancia política y solidez analítica de los indicadores ambientales (OCDE, 1996).

2.3.3. Indicadores sistémicos

Estos conjuntos de indicadores se han diseñado para que, mediante un solo valor, muestren cuando un sistema complejo está en dificultades. Se trata de los indicadores más ambiciosos en cuanto a condensación de información, aunque generalmente pierden precisión debido a esta mayor agregación.

Un ejemplo de este tipo de conjuntos es el desarrollado por Banco Mundial y conocido como The Wealth and Genuine Saving Indicators, que incluye un balance entre el incremento en el capital físico y humano producidos (este último calculado a partir de la inversión en educación y servicios de salud) y la reducción del capital natural (pérdida de recursos y deterioro por contaminación), todo ello en relación con el producto interno nacional. De acuerdo a este indicador, una tendencia a la reducción es señal de que el desarrollo del país no es sustentable (World Bank, 1997).

Según esta forma de clasificar los indicadores, los índices son un caso particular de indicadores sistémicos ya que resumen en un solo valor el estado del desarrollo. Están basados en la agregación temporal, espacial o temática de indicadores y parámetros, mediante algoritmos, con la intención de presentar la información de manera más sintetizada.

Esta combinación de la información contenida en dos o más indicadores, conocidos como índices agregados, intenta proporcionar mensajes sencillos sobre aspectos ambientales complejos. Entre sus ventajas destaca su potencial para simplificar los procesos de comunicación pública y alcanzar a la audiencia que comúnmente recibe poca información ambiental. No debe olvidarse, sin embargo, que al reducir el número de indicadores mediante este proceso de condensación de la información se corre el riesgo de malinterpretarla, porque el usuario no siempre está consciente del alcance y limitaciones de las metodologías del índice. Por otro lado, el mensaje que pretende transmitir puede estar distorsionado por la ausencia de algunos datos y la diferencia en la calidad de la información o de conceptos.

 
 

Aspectos importantes a considerar para la elaboración y uso de indicadores

· Sin buena información sólidamente sustentada no se pueden desarrollar buenos indicadores.
· Para evaluar el desempeño se requiere claridad de los objetivos.
· Diferentes personas que viven en diferentes lugares tienen diferentes valores y aspiraciones. Los indicadores deben ser capaces de reflejar y recoger los intereses de lugares, gente, cultura e instituciones diferentes.
· Los conjuntos de indicadores deben evolucionar con el tiempo para mantener su utilidad, por lo que deben estar en constante revisión.
· Los conjuntos de indicadores raramente están completos y son perfectibles.
· El conocimiento que obtenemos a través de los indicadores es útil para reducir la incertidumbre sobre lo que conocemos del sistema, pero no la elimina. La visión que se obtiene a partir de indicadores es siempre una versión simplificada e imperfecta de la realidad.

 
 

 

Por último, cabe recordar que el desarrollo de indicadores ambientales –además de otras herramientas de evaluación– es un proceso continuo, que se va adaptando según las necesidades de cada iniciativa. Es fácil prever que su alcance e importancia será cada vez mayor en una sociedad más participativa que requiere y exige información objetiva y confiable para formar sus puntos de vista y tomar así sus propias decisiones.

Además de su utilidad intrínseca, los esfuerzos dirigidos a elaborar indicadores han sido de gran utilidad por que han servido como guía e impulso para la integración y sistematización de información ambiental, ya que su elaboración ha exigido un esfuerzo importante de recopilación y análisis de los datos disponibles, que a su vez ha obligado a la definición tanto de estrategias para recopilar e integrar bases de datos como de procesos para evaluar su calidad.

3. EL SISTEMA NACIONAL DE INDICADORES AMBIENTALES

La Semarnat, por medio de la Dirección General de Estadística e Información Ambiental, tiene bajo su responsabilidad el desarrollo y actualización del Sistema Nacional de Indicadores Ambientales (SNIA), que forma parte del Sistema Nacional de Información Ambiental y de Recursos Naturales (SNIARN).

El objetivo del SNIA es proporcionar a los tomadores de decisiones y público en general la información clave sobre el estado del ambiente y de los recursos naturales del país, así como su relación con las actividades humanas, económicas y políticas que tienen efectos sobre el ambiente. El SNIA pretende integrar los esfuerzos de diversas dependencias del ejecutivo federal, entidades federativas, instituciones de investigación, organizaciones no gubernamentales y demás grupos sociales interesados en la información ambiental.

3.1. Antecedentes en el plano nacional
Los primeros pasos formales y sistemáticos hacia el desarrollo de indicadores ambientales en el gobierno federal se realizaron en 1993, en el Instituto Nacional de Ecología (INE), con el Taller Norteamericano de Información Ambiental, donde participaron el Instituto Nacional de Ecología, Environment Canada y Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos. El objetivo del taller fue generar una base de información para el informe del estado del ambiente en la región de América del Norte. En este contexto se elaboró el estudio An Approach Towards Environmental Indicators for Mexico 1994, que estableció las bases conceptuales para el desarrollo de indicadores ambientales en nuestro país. A partir de entonces, y hasta el año 2000, la Semarnap –a través del INE– continuó trabajando en el tema, como lo muestran las publicaciones de indicadores orientadas hacia la evaluación del desempeño ambiental y el desarrollo sustentable.

La publicación Avance en el Desarrollo de Indicadores para la Evaluación del Desempeño Ambiental de México 1997 utilizó como marco metodológico el esquema Presión-Estado-Respuesta (PER), con sus correspondientes modificaciones para incorporar las experiencias en este tipo de iniciativas de algunos países y organismos internacionales que habían mostrado avances significativos en la materia. El propósito de este trabajo fue establecer un conjunto de indicadores que sirvieran como herramienta para evaluar el desempeño de las políticas ambientales y, al mismo tiempo, determinar la línea base para futuras publicaciones. No pretendió convertirse en una lista exhaustiva o definitiva, más bien fue un ejercicio donde se equilibraron las necesidades y disponibilidad de información. De hecho, un resultado derivado de este trabajo fue la detección de carencias e inconsistencias de información y posibles fuentes alternativas para obtenerla. Los temas incluidos fueron aire, residuos peligrosos, residuos sólidos municipales, vida silvestre, agotamiento de la capa de ozono estratosférico y cambio climático.

El libro Evaluación del Desempeño Ambiental. Reporte 2000 fue el resultado de la continuación de los esfuerzos por integrar un sistema de indicadores ambientales. En esta segunda publicación se incluyeron actualizaciones de los indicadores contenidos en la primera publicación de 1997 y se incorporaron los temas de agua, bosques, suelos y pesca. En este trabajo se mantuvo el modelo PER, procurando establecer la relación del ambiente con algunos sectores productivos, bajo un enfoque de sustentabilidad ambiental.

También en 2000 se publicó el trabajo Indicadores de Desarrollo Sustentable en México, elaborado de manera conjunta por el INEGI y la Semarnap. Los indicadores presentados fueron parte del compromiso asumido por el país al adherirse al Programa de Acción para el Desarrollo Sustentable suscrito en la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992. Dicho compromiso consistió en asumir medidas nacionales y globales en materia de sustentabilidad, así como acciones orientadas a la generación de indicadores para medir y evaluar las políticas y estrategias de desarrollo sustentable. Como producto de ese esfuerzo, México logró documentar 113 de los 134 indicadores posibles que propuso la Comisión para el Desarrollo Sustentable (CDS).

Es importante mencionar también un antecedente regional en el uso de indicadores. En 1997 se publicó el documento Indicadores Ambientales para la Región Fronteriza Norte, elaborado conjuntamente por el INE y la EPA de Estados Unidos. Incluye indicadores relacionados con la salud humana y condiciones del ambiente de la frontera México-Estados Unidos, e incluso considera indicadores de gestión o desempeño. Su objetivo fue mostrar los resultados de los grupos de trabajo binacionales que conformaban el Programa Frontera XXI. Se utilizaron el esquema PER y los lineamientos generales propuestos por la OCDE. Los temas tratados son: aire en zonas urbanas, prevención de contingencias y respuesta a emergencias, cooperación en aplicación de la ley, salud ambiental, recursos de información ambiental, residuos peligrosos y sólidos municipales, recursos naturales, prevención de la contaminación y agua (disponibilidad y calidad).

3.2. Estructura del SNIA
En esta etapa inicial, el Sistema Nacional de Indicadores Ambientales (SNIA) se ha orientado, por una parte, a la integración, homogeneización y difusión de las diversas iniciativas de indicadores ambientales que demandan o generan distintos sectores y, por la otra, a la conformación de un conjunto básico de indicadores ambientales, cuyo producto es la presente publicación. Todos los módulos del conjunto se relacionan entre sí y cada uno responde a objetivos específicos, por lo que su planteamiento se realiza de forma independiente.

Sistema básico de indicadores ambientales. Está compuesto por indicadores orientados a la evaluación del desempeño ambiental nacional. En la actualidad contiene información generada principalmente por instituciones del gobierno federal. Siempre que es posible, presenta información con un nivel de desagregación mayor (e.g., estatal y regional).
Sistema de indicadores sectoriales. Incorpora indicadores relacionados con aspectos ambientales vinculados con los sectores productivos, a fin de fomentar la integración de consideraciones ambientales en las políticas de estos sectores.
Sistema de indicadores ambientales estatales. Están orientados al análisis del desempeño ambiental en el ámbito estatal. Su contenido se establece de acuerdo a las características y necesidades propias de cada estado.
Sistema de indicadores ambientales regionales. Vinculados con áreas geográficas de importancia estratégica, como la región fronteriza México-Estados Unidos y los derivados de los programas de ordenamiento ecológico.
Sistema de indicadores ambientales globales. Relacionados con iniciativas promovidas por organismos internacionales, como la ONU o la OCDE, y que ubican al país en un contexto internacional.

Los indicadores que se incluyen en este conjunto básico se basan en las propuestas internacionales y las características y requerimientos propios de cada país. El resumen de los fundamentos considerados para el desarrollo del conjunto se muestra en la figura siguiente:

Por supuesto, los indicadores y las necesidades que los generan cambian continuamente, por lo que la estructura del SNIA se mantiene en constante adecuación. Muestra de ello es lo referente al Ordenamiento Ecológico donde, a partir de la publicación del reglamento respectivo en 2003, se establece la obligatoriedad de elaborar bitácoras ambientales que incluyen indicadores para evaluar su desempeño; esto detonó el inicio del proceso orientado a diseñar un sistema particular de información para dicho instrumento de política ambiental.
A pesar de que existen recomendaciones generales para el desarrollo de sistemas de indicadores, éstos son instrumentos empíricos que toman su forma de acuerdo al lugar y necesidades donde nacen, así que no existe un proceso único para generar un sistema de indicadores ambientales. No obstante, una propuesta metodológica útil –que en mucho refleja la experiencia del INE y posteriormente de la Dirección General de Estadística e Información Ambiental (Semarnat)– para aquellos usuarios interesados en iniciar sus propios sistemas de indicadores se muestra en el esquema siguiente.

Si bien el esquema brinda la idea de un proceso lineal, la mayoría de las veces no es así. Con frecuencia es “itinerante”, ya que conforme se avanza en las etapas, algunos aspectos de los pasos anteriores se van redefiniendo. A menudo sucede que una vez terminado el proceso, los indicadores se someten a distintos foros de consulta y los resultados ahí obtenidos obligan a una revisión profunda tanto de los indicadores propuestos como del mismo esquema de organización.
Sin duda, los más de diez años de esfuerzos en la generación de indicadores ambientales en el país han permitido alcanzar un importante avance y maduración, como lo muestran las diferentes publicaciones presentadas. Este largo proceso también ha permitido disminuir cada vez más las inconsistencias y faltantes de información. Hoy ya existe en el país suficiente experiencia para desarrollar esquemas propios de organización más acordes con la realidad y necesidades nacionales, así como para compartir experiencias con países de Latinoamérica que recientemente han empezado a trabajar en este tema.