La degradación de suelos y la desertificación: _________________________________Recuadro
III.3.3.1
Un problema global
La degradación es un proceso que origina la
pérdida o el empobrecimiento del suelo para producir biomasa
y, por tanto para sustentar la vida animal y humana. Sus causas son
variadas pero pueden ser resumidas en dos grandes vertientes: las variaciones
climáticas y las actividades humanas.
La degradación de suelos puede ocurrir en cualquier
ecosistema, pero cuando se presenta en zonas secas se califica como
desertificación, y es en estas áreas donde el problema
es más grave, ya que los suelos son particularmente frágiles,
la vegetación es escasa y el clima abrasante. Alrededor del 70%
de los 5.2 billones de hectáreas de tierras secas utilizadas
para agricultura en el mundo ya están empobrecidas. Por lo tanto,
la desertificación daña hoy casi un 30% de la superficie
de los suelos del planeta.
El suelo se forma con asombrosa lentitud y puede destruirse
con gran rapidez: Siglos puede tardar la acumulación de un solo
centímetro de suelo, pero si no se trata con cuidado, los vientos
y las aguas pueden llevárselo o disolverlo en unos cuantos años.
La vulnerabilidad de un suelo a la desertificación depende, entre
otros factores, del clima, de la topografía, de la condición
del suelo (textura, estructura e índice de fertilidad) y de la
vegetación ya sea natural o inducida. Entre los factores antropogénicos
que desencadenan un proceso de desertificación, se incluyen:
cultivos en suelos frágiles, reducción del tiempo de descanso
de la tierra, sobrepastoreo, mal manejo del agua de riego y maquinaria
agrícola, entre otros.
Cada año, según estimaciones del Instituto
para la Vigilancia Mundial, los continentes pierden 24 000 millones
de toneladas de capa cultivable. En los últimos dos decenios
se ha perdido en todo el mundo el equivalente de la capa que recubre
la totalidad de las tierras cultivables de los Estados Unidos.
En total, más de 110 países tienen tierras
secas que están en peligro. El programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA) calculó en 1994 que la desertificación
cuesta al mundo 42 000 millones de dólares al año. El
costo humano es aún más alto. Más de 250 millones
de personas se hayan directamente afectadas por la desertificación.
Además, cerca de 1 000 millones de habitantes en más de
100 países están amenazados de ella, entre los cuales
se cuentan los ciudadanos más pobres, marginados y políticamente
débiles del mundo, pero no es un problema exclusivo de los países
en desarrollo: el continente que tiene la proporción más
alta de tierras secas grave o moderadamente desertificadas un 74% es
América del Norte y cinco países de la Unión Europea
también sufren por sus efectos.
La comunidad internacional ha reconocido desde hace
tiempo que la degradación de suelos, y en particular, la desertificación
constituyen problemas mayores de carácter económico, social
y ambiental, que concierne a numerosos países en todas las regiones
del mundo. En este sentido, hasta el año 2000, 160 países
habían suscrito la Convención de las Naciones Unidas de
Lucha contra la Desertificación y mitigación de los impactos
de la sequía, la cual es aplicada mediante programas de acción
nacionales.
Convención de las Naciones Unidas de Lucha
contra la Desertificación y la Sequía
En 1977 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Desertificación (CNUD) aprobó un Plan de Acción
para la Lucha contra la Desertificación (PACD), pero desafortunadamente,
a pesar de estos y otros esfuerzos, el Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA) concluyó en 1991 que, si bien
se habían registrado "ejemplos locales de éxito",
el problema de la degradación de suelos en las zonas áridas,
semiáridas y subhúmedas secas se había intensificado.
Como resultado, la cuestión de cómo abordar
la desertificación fue una preocupación mayor para la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo
(CNUMAD) de 1992 que se celebró en Río de Janeiro. La
Conferencia apoyó un nuevo enfoque integrado del problema, subrayando
la adopción de medidas tendientes a fomentar el desarrollo sostenible
en el ámbito comunitario. Exhortó asimismo a la Asamblea
General de las Naciones Unidas que estableciera un Comité Intergubernamental
de Negociación (CIND) a fin de preparar, antes de junio de 1994,
el texto de una Convención de Lucha contra la Desertificación
en los países afectados por sequía grave y/o desertificación,
en particular en África.
El Comité, que realizó sus labores en
un plazo restringido, finalizó sus negociaciones en cinco sesiones.
La Convención se aprobó en París el 17 de junio
de 1994 y fue abierta para la firma, en esa ciudad, los días
14 y 15 de octubre de 1994. La Convención entró en vigor
el 26 de diciembre de 1996 y ha recibido adhesiones de 160 países.
Ha creado un gran número de instituciones y procedimientos para
orientar la acción internacional. El órgano supremo de
la Convención es la Conferencia de las Partes, que incorpora
a todos los gobiernos que la han ratificado; cuenta con el apoyo de
un Comité de Ciencia y Tecnología y celebró su
quinta reunión en el año 2000.
La Convención ofrece nuevas esperanzas para
luchar contra la desertificación y promueve un nuevo método
para gestionar los ecosistemas de tierras secas y administrar los fondos
de ayuda al desarrollo.
El motor principal del funcionamiento de la Convención,
lo constituye la adopción de programas de acción, los
cuales abordan a nivel nacional las causas fundamentales de la desertificación
y la sequía, y determinan las medidas que serán necesarias
adoptar para impedir que ocurran e invertir la tendencia. Los programas
nacionales se pueden complementar con programas a nivel sub regional
y regional, en particular, cuando se trate de recursos transfronterizos
como lagos y ríos.
La Convención promete reorganizar en forma tangible
el proceso de ayuda internacional y promover la participación
de países y organismos donantes y nacionales beneficiarios dentro
de un nuevo marco de asociación. El objetivo que se persigue
es garantizar una mejor coordinación de los programas de necesidades
de los países afectados; que los donantes puedan cerciorarse
de que sus fondos se empleen correctamente; y que los destinatarios
obtengan el mayor beneficio posible de los recursos disponibles.
Otro cambio radical es la importancia que la Convención
da al método "de abajo hacia arriba" con amplia participación
local en la toma de decisiones. Tradicionalmente, las comunidades locales
han sido participantes relativamente pasivos en los proyectos de desarrollo;
ahora la Convención los pone en un plan de igualdad con otros
actores en el proceso de desarrollo. Las comunidades y sus autoridades,
así como las organizaciones no gubernamentales, expertos y funcionarios
de gobierno, trabajan en forma mancomunada en la formación de
los programas de acción. Para que este innovador y complicado
proceso funcione, se pueden organizar campañas de sensibilización
a fin de informar al público acerca de las nuevas oportunidades
que ofrece la Convención.
La ciencia y la tecnología son elementos vitales
en la lucha contra la desertificación. Todavía queda mucho
por aprender respecto a las causas y repercusiones que ésta tiene,
y por ende, debe reforzarse la cooperación internacional en materia
de investigación y observación científicas. La
degradación de suelos puede minimizarse tanto con las tecnologías
nuevas como con las tradicionales, desde la vigilancia por satélite
hasta el deslizamiento de suelo de laderas escarpadas. La ciencia y
la tecnología deben satisfacer las necesidades reales de las
personas, y la Convención alienta a los investigadores de todo
el mundo a unir sus aptitudes con este cometido.
Los recursos financieros han de encauzarse e invertirse
de forma más eficaz. La mayor parte de financiación se
obtiene localmente en los países afectados, pero los programas
bilaterales de asistencia y los organismos internacionales también
aportan sumas considerables. Se ha establecido un mecanismo mundial
con objeto de fomentar la movilización de recursos financieros,
y se alienta asimismo la búsqueda de fuentes de financiamiento
innovadoras, incluidos los canjes de deuda y la financiación
del sector privado.
Unidad de Coordinación Regional para América
Latina y el Caribe de la Convención de Lucha contra la Desertificación
y la Sequía
Casi las tres cuartas partes de las tierras secas de
América Latina y el Caribe se encuentran moderada o gravemente
desertificadas, y en el anexo de integración de la unidad de
coordinación regional correspondiente se advierte "la existencia
de extensas áreas vulnerables, severamente afectadas por la desertificación
y/o la sequía". Se menciona la frecuente aplicación
en las zonas afectadas, de modelos de desarrollo no sostenibles y se
señala la fuerte reducción de la productividad, el empobrecimiento
y otras gravísimas consecuencias sociales de esas prácticas
de desarrollo.
Dicho Anexo da una lista de áreas temáticas
que los países afectados podrán tener en cuenta al elaborar
sus estrategias nacionales. Entre ellas figuran la erradicación
de la pobreza y el mejoramiento de la calidad de la vida; el logro de
la seguridad alimentaria y del desarrollo y gestión racional
sostenibles; la conservación de los recursos naturales; la conservación
y la utilización sostenible de la biodiversidad; y la atención
a las cuestiones demográficas.
La lista comprende también la formulación
y la aplicación de planes de emergencia para mitigar los efectos
de la sequía; el establecimiento y/o fortalecimiento de sistemas
de información, evaluación y seguimiento y de sistemas
de alerta temprana; el desarrollo, el aprovechamiento y la utilización
eficiente de otras fuentes de energía, incluida la promoción
de fuentes sustitutivas; el "aumento de las capacidades, la educación
y la concientización pública, la cooperación técnica,
científica y tecnológica, así como los recursos
y mecanismos financieros"; y el establecimiento o fortalecimiento
de marcos institucionales y jurídicos que permitan la aplicación
de la Convención y faciliten la descentralización de las
funciones administrativas.
Las Partes acuerdan establecer y/o fortalecer "puntos
focales nacionales" para coordinar las acciones. Celebrarán
reuniones periódicas de coordinación y establecerán
un mecanismo que se encargue de actividades tales como el intercambio
de información, la labor de coordinación, el fomento de
la cooperación, la determinación de las necesidades en
materia de cooperación exterior y el seguimiento y la evaluación
de la ejecución de los programas de acción.
Además, los países Parte acuerdan adoptar,
individual o conjuntamente, medidas concretas destinadas a difundir
y promover las tecnologías y conocimientos apropiados. El Artículo
7 del Anexo Regional para América Latina y el Caribe llama al
establecimiento de un mecanismo de coordinación con el propósito
de coordinar las acciones regionales en materia de lucha contra la desertificación
y mitigación de la sequía.
En Buenos Aires, Argentina, en enero de 1996, se celebró
la primera conferencia regional para América Latina y el Caribe
sobre la Convención de Lucha contra la Desertificación
y la Sequía, los objetivos de esta primera reunión fueron
la identificación de problemas comunes en la región y
el buscar mecanismos de coordinación y armonización de
los esfuerzos que los países de América Latina y el Caribe
desarrollan en el contexto del anexo regional. Durante la Segunda Conferencia
Regional para América Latina y el Caribe sobre la Convención
de Lucha contra la Desertificación celebrada en la Ciudad de
México, en junio de 1996, el Gobierno de México hizo un
ofrecimiento de apoyar la instalación y operación del
mecanismo de coordinación regional; a su vez, el PNUMA ofreció
hospedar la sede del mismo dentro de su Oficina Regional para América
Latina y el Caribe en México.
Posteriormente, en la tercera conferencia regional
para América Latina y el Caribe sobre la Convención de
Lucha contra la Desertificación, celebrada en La Habana, Cuba,
en marzo de 1997, los expertos designados por los gobiernos participantes,
aprobaron la constitución del mecanismo de coordinación
regional para la implementación de la Convención en la
región.
Fue así qué el 17 de junio de 1997, el
Gobierno de México, la Secretaría Interina de la Convención
y el PNUMA, firman una Carta de Intención donde acuerdan promover
el establecimiento de la Unidad de Coordinación Regional con
el propósito de cumplir el mandato del Artículo 7 párrafo
1(b) del anexo de aplicación regional de la Convención.
La cuarta conferencia regional para América
Latina y el Caribe sobre la Convención de Lucha contra la Desertificación
y la Sequía se celebró el 29 de abril al 1 de mayo de
1998, en ella se ratificó la necesidad de poner en marcha cuanto
antes la Unidad de Coordinación Regional y que se establecieran
y agilizaran los mecanismos necesarios para contar con el presupuesto
necesario para garantizar que la Unidad funcione. La Unidad de Coordinación
inició sus operaciones el 3 de agosto de 1998. El Gobierno de
México y la Secretaría de la Convención firmaron
el acuerdo de sede que permite el establecimiento de la Unidad de Coordinación
Regional para América Latina y el Caribe en la ciudad de México
el día 23 de abril de 1999.
A partir de 1999, México como punto focal de
la Convención y representante del Comité de Ciencia y
Tecnología, ha promovido que el concepto de la desertificación
sea ampliado ya que en la región y en otras partes del mundo
los procesos de desertificación están ocurriendo en zonas
secas y más allá de ellas, presentándose los fenómenos
de degradación de tierras por la presión que está
ejerciendo la población sobre los recursos naturales, especialmente
en terrenos con degradación de suelos (con erosión hídrica,
eólica, degradación física, degradación
química y degradación biológica), con categorías
severa y extrema, que se presentan en zonas montañosas, en las
áreas con fuerte deforestación y cambio de uso del suelo
agropecuarios, en las zonas con altos y muy altos niveles de marginación
y pobreza y en las cuencas con sequía recurrente y desecación
de mantos acuíferos. Esta base conceptual determina que el problema
de la desertificación sea integral y comprenda los diversos componentes
físicos, químicos y biológicos, interactuando con
las variables sociales, económicas de un área o región
específica.
Fuente: Inventario Nacional de
Suelos / Semarnat, 2002, a partir de diversas fuentes: (Informes de
Conaza/Sedesol, Plan de Acción para Combatir la Desertificación
en México, (PACD México, 1994), México;
Diario Oficial de la Federación (D.O.F) del 1 de junio de 1995
(Págs. 5 a la 36); Informes de Semarnap / PNUMA, 1999.