Crecer o migrar: ¿y la naturaleza?

Parece evidente que al crecer la población la tasa de extracción de recursos naturales del medio debe incrementarse también. Generalmente se considera que una mayor población tendrá más efectos negativos sobre el ambiente (Figura a). Sin embargo, bajo ciertas condiciones el resultado puede ser distinto, e inclusive resultar en la destrucción del medio bajo escenarios de despoblamiento. En nuestro país se observan ambos procesos:


1. La agricultura de roza, tumba y quema en Yucatán:

Los suelos de las selvas yucatecas pierden rápidamente su fertilidad cuando se les cultiva. Por ello, tras dos o tres años de uso son abandonados. Entonces, la vegetación silvestre crece dando origen a una selva joven, llamada hubché. Cuando la cubierta vegetal alcanza su máximo desarrollo (kaax) la fertilidad del suelo se ha recuperado y es posible volver a cultivarlo. Conforme la población campesina ha crecido, no ha sido posible dejar descansar los terrenos el tiempo suficiente, por lo que ahora las milpas se establecen en hubchés que no son completamente fértiles (Figura b).


La producción de una milpa establecida en un kaax es de 2.3 toneladas por hectárea. Como resultado del acortamiento en los ciclos de descanso, esta cifra decayó estrepitosamente hacia mediados de los ochenta a menos de una tercera parte (Figura c). A su vez, esto obligó a los productores a incrementar aún más la superficie total cultivada. El resultado ambiental ha sido la degradación de las tierras, la ampliación de la superficie agrícola y el reemplazo de la selva madura y sus especies por vegetación secundaria.


2. Ciclos de erosión en Oaxaca:


Las serranías oaxaqueñas son susceptibles a la erosión. Para prevenirla, en tiempos prehispánicos se establecieron sistemas muy extensos de terrazas que requirieron de grandes cantidades de mano de obra. En otros casos, el maíz se cultivaba mediante la técnica del cajete, consistente en plantar la semilla en un hoyo muy profundo para explotar la humedad del subsuelo. Se requieren de 10 a 15 personas trabajando a un ritmo extenuante para sembrar una hectárea de cultivo.


Cuando la población de la zona se redujo, como sucedió tras las epidemias coloniales o en tiempos recientes debido a la migración, ambas prácticas se abandonaron por la escasez de mano de obra. Actualmente se les reemplaza por tractores mecánicos en muchas comunidades. A diferencia de la explotación tradicional, el suelo arado queda flojo y en declive, lo que da lugar a la erosión del suelo. Muchas serranías oaxaqueñas sufren de nueva cuenta un fuerte deterioro como resultado del descenso en la densidad poblacional (García Barrios y García Barrios, 1990).

En Yucatán y Oaxaca los efectos del cambio demográfico tienen características distintas: en el primer caso el deterioro sobreviene cuando la población crece, y en el otro, cuando disminuye su tamaño. Para explicar estas diferencias se ha propuesto que la productividad de los sistemas depende de la intensidad con la que se les maneje. Un sistema poco explotado conserva su productividad intacta, puesto que los procesos naturales apenas se han modificado. Si se incrementa la intensidad del manejo, se desencadenan los procesos de degradación ambiental. Como respuesta, las sociedades invierten aún más trabajo en el sitio, construyendo terrazas u otras obras que ayudan a detener la degradación. De esta forma, la producción se recupera (Figura d).

 


Esto se relaciona con el número de habitantes en una zona, puesto que sólo es posible emprender obras de conservación del ecosistema a gran escala si hay suficiente mano de obra. Cuando la población es numerosa, este sistema es factible, puesto que hay una mayor fuerza de trabajo y/o es más barata (Templeton y Scherr, 1999).

Al frenarse los procesos de erosión, la degradación ambiental también se desacelera, logrando que el ambiente en algunos aspectos se recupere (Figura e).

Los dos modelos coinciden en que durante las primeras etapas del crecimiento poblacional, cuando el número de habitantes es aún bajo, las consecuencias del incremento serán adversas al ambiente. Un tercer modelo (disturbio crónico) describe un escenario totalmente diferente (véase Disturbio natural, agudo y crónico).

Fuentes: Duch, G. J. Condicionamiento ambiental y modernización de la milpa en el estado de Yucatán. 1992.
García Barrios, R. y L. García Barrios. Environmental and technological degradation in peasant agricultura: a consecuence of development in Mexico. World development 18:1569-1585. 1990.
Templeton, S. R. y S. J. Scherr. Effects of demographic and related microeconomic change in land quality in hills and mountains in developing countries. World development 27:903-918. 1999.