La huella ecológica

 

El entorno nos proporciona variados recursos y servicios. Teniendo como objetivo su uso sustentable a largo plazo, debemos considerar que para producirlos (o para brindar un servicio ambiental) se requiere de una superficie de terreno productivo. Al medir la huella ecológica se pretende estimar el tamaño del terreno necesario para satisfacer las necesidades de una nación, o de un ciudadano de la misma.

Los recursos que extraemos de nuestro medio son muy diversos. Es obvio que las producciones agrícola y ganadera requieren de ciertas superficies para crecer las plantas o mantener al ganado, o que el papel o la madera provienen de lotes de vegetación natural, al igual que la caza o las flores que usan las abejas para producir la miel. Menos evidente es que cuando utilizamos combustibles y liberamos bióxido de carbono a la atmósfera, éste debe ser absorbido por el mar y los ecosistemas, si hemos de evitar que se acumule en la atmósfera y contribuya al cambio climático global. Ello compromete cierta superficie de vegetación. A todo esto debemos sumar el terreno sobre el que vivimos y nos transportamos. Además, debemos preservar una superficie específicamente para la conservación de la biodiversidad del planeta. El área total requerida para cubrir estas —y muchas otras— necesidades es la "huella ecológica".

La huella ecológica se mide en unidades de área, es decir, en hectáreas cuya productividad es la medida mundial. Para cada región se puede estimar, además, su capacidad biológica a partir de la superficie que le corresponde a cada habitante y de la productividad biológica promedio de su territorio. Un territorio árido, debido a su baja productividad, tiene una capacidad biológica menor que, por ejemplo, un bosque. Para asegurar la sustentabilidad, la huella ecológica debe ser menor o igual que la capacidad biológica; de lo contrario, los recursos se explotan a una tasa superior a la que se producen.

Los recursos que extraemos de nuestro medio son diversos y cada sociedad hace uso de ellos de manera distinta. Algunas aprovechan intensamente los productos que para otras son poco empleados. Por ello, lo correcto es expresar las dimensiones de la huella a escala nacional, o bien, con respecto a uno de sus ciudadanos.

Los dos países con mayor impacto son Estados Unidos (que requiere de más de 12 hectáreas por habitante) y China, cuyo consumo per cápita es mucho menor, pero impacta de manera similar debido al gran número de habitantes. En general, los ciudadanos de los países desarrollados tienen los requerimientos ecológicos más altos. La huella ecológica por persona en los países de la OCDE ascendía a 7.17 hectáreas, mientras que en las naciones excluidas de este organismo era de apenas 1.81. Excepto por África y Latinoamérica, en todo el mundo la superficie necesaria para mantener a la población humana está por arriba de la capacidad biológica.

En México, la huella ecológica por habitante es de 2.67 hectáreas, ligeramente por arriba del estimado para Latinoamérica (2.46). A pesar de que esta región cuenta en conjunto con el excedente ecológico más grande del mundo, nuestro país (debido en gran parte a la aridez de más de la mitad del territorio y a la elevada población) cuenta con un déficit ambiental importante. Añadiendo una superficie del 12% para la conservación de la biodiversidad, según la recomendación de «Nuestro futuro común», la huella ecológica del mexicano asciende a 3.04, mientras que la capacidad biológica de nuestro territorio es de tan sólo 1.65. Esto significa que para lograr un manejo sustentable de nuestro territorio debemos reducir nuestro impacto per cápita o bien, reducir nuestra población a cerca de la mitad de su tamaño actual. Respecto a los demás países de la OCDE, nuestra huella ecológica es la más pequeña por habitante, pero la octava más grande a escala nacional.


Fuente: Wackernagel, M., A.C. Linares, D. Deumling, M. A. V. Sánchez, I. S. L. Falfan y J. Loh. Ecological footprints and ecological capacities of 152 nations: the 1996 update. Redefining Progress. San Francisco, USA. 2000.