Las comunidades biológicas pueden ser visualizadas como
canicas en un cuenco. Cuando están en el fondo del cuenco
se encuentran en un estado estable. Este podría ser el
caso de una comunidad “clímax” como un bosque
maduro, el cual no cambia sensiblemente a lo largo del tiempo.
Las actividades humanas alteran a la comunidad y la sacan de
su estado estable. Sin embargo, cuando la presión cesa,
la canica regresa naturalmente a su estado inicial, que por
ello se conoce como “atractor”. Así, la sucesión
secundaria se encarga de devolver la vegetación a su
estado clímax de bosque maduro (Figura a).
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Una alteración sumamente fuerte es
equivalente a alejar al ecosistema de su estado inicial. En
estos casos se corre el riesgo de sacar la canica del cuenco
y hacerla entrar en otro distinto. Una vez que esto sucede ya
no importa si se sigue empujando la canica, ésta continuará
desplazándose hasta llegar al nuevo atractor (Figura
b). A este proceso se le conoce como cambio catastrófico,
pues el ecosistema llega a un nuevo estado estable, totalmente
diferente del original: tal vez un pastizal en vez de un bosque.
Además, ya no importa si se suspenden las actividades
que generaron la alteración en un principio: la canica
no volverá por sí sola al cuenco original. Estamos
ante un cambio irreversible.
Este modelo ha sido validado para el caso de las sabanas africanas.
En México, éste puede ser el caso de los pastizales
del sur de Campeche. Se cree que éstos fueron selvas
que en tiempos prehistóricos fueron sometidas al fuego
durante siglos. De esa manera, era más sencillo acorralar
a las presas durante la cacería. La selva fue sustituyéndose
por un pastizal que ahora es capaz de incendiarse espontáneamente
sin la intervención del hombre. Bajo estas condiciones,
los árboles no pueden volver a colonizar la zona. Varios
investigadores creen que éste puede ser el destino de
muchos pastizales que se han inducido en las selvas mexicanas
a fin de criar ganado.
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