Las entidades de la República Mexicana muestran diferentes
niveles de degradación de sus suelos. Sin considerar la degradación
ligera, el único estado sin suelos afectados es Quintana Roo,
mientras que Guerrero tiene cerca del 86.5% de su territorio con degradación
de moderada a extrema. Los factores que pueden determinar las diferencias
son numerosos. Con la finalidad de determinar cuáles tienen
un efecto notorio sobre la degradación del suelo se evaluaron
nueve variables1, de las cuales cinco
resultaron significativas, explicando el 85% de las diferencias entre
estados. Estos elementos fueron:
• Pobreza. El modelo más simple de la
interacción entre pobreza y degradación supone que los
estados menos desarrollados deberían tener los suelos más
deteriorados (Figura 1.9). Se midió la pobreza a través
del Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual proporciona
una medición integral (véase Desarrollo
humano: el capital de la libertad en el capítulo 1).
• Población campesina. La relación
entre el tamaño de la población y el ambiente puede
tomar diferentes formas. El modelo más sencillo indica que
el incremento de la población trae consigo mayor deterioro,
si bien algunos autores señalan que la relación podría
no ser directamente proporcional2, o incluso
estar invertida (mayor población produce menor degradación,
véanse Crecer o migrar: ¿y
la naturaleza? y Disturbio natural,
agudo y crónico en el capítulo 1). Se empleó
la población campesina en lugar de la población total,
dado que tiene mayor impacto sobre el uso de grandes extensiones de
terreno (véase Ocupación,
migración y uso del suelo en el capítulo 2).
• Cambio de uso del suelo. Las zonas bajo uso
agropecuario están más deterioradas que la vegetación
primaria y secundaria (Figura 3.19). La extensión de esta superficie
se midió como la suma de la superficie agrícola, los
pastizales naturales, inducidos o cultivados en 2000 (Inventario Forestal
Nacional 2000) dividida por la superficie estatal.
• Sobrepastoreo. Es una de las formas más
importantes de alteración de los ecosistemas en México,
y se presume que puede provocar degradación del suelo a través
de la modificación de los ciclos hidrológicos (Figura
2.15). Para medir este factor se empleó un índice que
relaciona el número de cabezas de ganado con la capacidad del
ecosistema (véase El desafío
de la sustentabilidad en la ganadería mexicana en el capítulo
2)
• Topografía. Las zonas de montaña
están relacionadas con la erosión hídrica, la
principal causa de degradación en México (Figura 3.13),
por lo cual se consideran como sistemas de gran fragilidad (véase
“Las montañas: delicados gigantes” en éste
capítulo). En el análisis se empleó el porcentaje
de la superficie estatal en zonas de montaña.
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Las variables
que no estuvieron correlacionadas con el deterioro fueron la
densidad de cabezas de ganado (que de algún modo se ve
reflejada en la superficie agropecuaria, pero no en el índice
de sobrepastoreo; ver El desafío
de la sustentabilidad en la ganadería mexicana en
el capítulo 2), la agricultura de roza, tumba y quema,
la alteración 3 y el número
de localidades nuevas (como medida de la ocupación de
terrenos marginales; Tabla a). |
Los resultados mostraron que las zonas más desarrolladas
tuvieron una menor superficie degradada (Figura a), sugiriendo que
la pobreza es efectivamente un determinante de la degradación
del ambiente, en este caso del suelo. Una mayor superficie agropecuaria
por lo general produce un mayor deterioro del suelo, tal como ya se
había señalado en la Figura 3.20. Sin embargo, este
análisis revela que el uso del suelo interactúa con
el sobrepastoreo y la topografía, acelerándose en presencia
de estos factores. Por ejemplo, la misma superficie agropecuaria afecta
menos a la tierra si está sobre una zona plana o bien si no
hay sobrepastoreo (Figura b). Este es un ejemplo de cómo diferentes
factores pueden actuar en forma sinérgica (véanse Disturbio
natural, agudo y crónico en el capítulo 1 y la sección
“Alteración de bosques y selvas” en el capítulo
2).
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El elemento más sugerente es la densidad poblacional.
Éste factor no tiene un efecto simple sobre la degradación
del suelo. El mismo incremento poblacional tiene efectos diferentes
dependiendo de la densidad poblacional previa y la topografía.
En estados con pocas montañas, un pequeño incremento
en la densidad casi no tiene efecto si la población es
pequeña, pero el impacto es crítico si la densidad
es alta, tal como lo predice el modelo de disturbio crónico
(véase Disturbio natural,
agudo y crónico en el capítulo 1); pero en
las montañas ocurre todo lo contrario: el incremento
en la densidad poblacional tiende a reducir la degradación
del suelo. |
Aunque esto último resulte extraño, parece ser la norma
en las zonas montañosas. En una revisión de más
de 70 estudios realizados en cordilleras se encontró que cuando
las densidades poblacionales son altas los productores invierten mucho
trabajo en sistemas agropecuarios que protegen el suelo (véase
Crecer o migrar: ¿y la naturaleza?
en el capítulo 1).
1 Los factores significativos se evaluaron
a través de una regresión múltiple, utilizando
una rutina de eliminación de las variables menos significativas
o las más colineares en forma secuencial. El modelo original
incluyó todas las variables y sus interacciones de primer grado.
2
La no proporcionalidad implica no-linealidad,
medida a través de la inclusión del término poblacional
cuadrático en el modelo.
3 La vegetación secundaria
sí afecta significativamente a la degradación del suelo,
pero el porcentaje de variación explicado es reducido (<10%),
por lo que se eliminó del modelo a fin de mantenerlo lo más
simple posible.