Dinámica de la población
en México y el mundo
La población mundial experimentó
un desarrollo sin precedentes durante la segunda mitad del
siglo XX: el número de personas en el planeta se incrementó
de 2 500 a 6 100 millones. Como resultado del acceso masivo
a antibióticos, vacunas e insecticidas, las tasas de
crecimiento poblacional alcanzaron cifras inéditas
en la historia humana: entre 1965 y 1970 el aumento se mantuvo
por encima del 2% anual. No obstante, los avances tecnológicos
en materia de control natal, así como diferentes procesos
sociales, han logrado revertir la tendencia en los últimos
decenios, de modo que hoy en día la tasa de crecimiento
poblacional mundial ronda el 1.2% anual y se prevén
reducciones importantes en los próximos años
(FNUAP, 2000).
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Una de las consecuencias generadas por los cambios sufridos
en el último medio siglo es que heredamos un mundo
donde el número de hijos por mujer se reduce constantemente
y la esperanza de vida es cada vez mayor. Esto es, las tasas
de natalidad y mortalidad están menguando. A este fenómeno
se le conoce como transición demográfica. Los
países más desarrollados viven estas transformaciones
desde hace varias décadas, mientras que en el resto
de las naciones es un fenómeno reciente.
México es el undécimo país más
poblado del planeta y el tercero de América (después
de Estados Unidos y Brasil). De acuerdo con el censo de 2000,
en ese año habitaban nuestro territorio 98.872 millones
de personas. Somos la nación que ocupa el duodécimo
lugar por su contribución al crecimiento de la población
del planeta. La tasa de crecimiento poblacional natural —que
no toma en cuenta la migración— se encuentra
en 1.68% (Conapo, 2001a), por arriba del promedio internacional
de 1.2% y ligeramente superior al promedio para América
Latina y el Caribe de 1.56%.
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Nuestro país ha seguido los derroteros de la población
mundial. Las máximas tasas de crecimiento, por arriba
del 3% anual, se registraron entre 1960 y 1970. Si bien
el número de mexicanos no ha dejado de crecer, la
velocidad con la que lo hace se ha reducido sustancialmente
desde entonces (Gráfica_I.1.1).
La causa fundamental de este cambio ha sido la reducción
en la natalidad (Figura 1.1, Cuadro_I.1.4);
de otra manera la población del país sería
un 52% superior a su número actual. Además,
la esperanza de vida de los mexicanos se ha incrementado
para alcanzar hoy un promedio de 75 años (Cuadro_I.1.5).
En otras palabras, México ha entrado francamente
en un proceso de transición demográfica, y
se espera que hacia 2040 la población alcance su
máximo histórico para después empezar
a declinar.
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Una de las consecuencias palpables de la transición
demográfica es la modificación de la estructura
de la población. La base de la pirámide de
edades se ha empezado a reducir sensiblemente. Sin la reducción
lograda en la natalidad, esta base sería tres veces
más amplia (véase La
transición demográfica en México,
Cuadro I.1.3).
La población no está distribuida uniformemente
en el país. Los estados del norte y de las penínsulas
(con excepción de Nuevo León y Yucatán)
cuentan con relativamente pocos habitantes, en especial
en términos de su densidad (Mapas_1.1
y 1.2). La densidad
poblacional más alta se encuentra en el Distrito
Federal y sus alrededores. En términos de la transición
demográfica tampoco encontramos una situación
homogénea. Mientras que en el Distrito Federal, en
el año 2000, la fecundidad global (número
de hijos que se espera tenga una mujer a lo largo de su
vida de conservarse las condiciones actuales) es menor a
2 en los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas y San Luis
Potosí la fecundidad es alta (superior a 2.6, Mapa
1.3).
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Otro de los fenómenos observados en materia de población
en México es la tendencia hacia la urbanización.
Mientras que en 1900 las cuatro quintas partes de la población
del país habitaban el medio rural, en 2000 el patrón
se revirtió por completo: el 74.6% de los mexicanos
habitaba zonas urbanas (Figura 1.2, Cuadro_I.1.1).
El crecimiento de la población rural no ha rebasado
el 2% anual en ningún momento, mientras que en las
ciudades se han observado tasas superiores al 5%. En el
último lustro del siglo XX incluso se registró
una incipiente reducción de la población en
el campo (Figura 1.3).
Detrás de este crecimiento urbano está la
migración interna. Durante varias décadas
la ciudad de México fue el destino de decenas de
miles de campesinos y otros centros atrajeron a la población
rural en menor grado. Uno de los resultados de este proceso
es la inmensa concentración de la población
en muy pocas ciudades. La zona metropolitana de la ciudad
de México cuenta con 18.3 millones de habitantes,
seguida de lejos por las zonas metropolitanas de Guadalajara
y Monterrey, con 3.8 y 3.3 millones respectivamente. Puebla-Tlaxcala,
León y Toluca son las otras ciudades que rebasan
el millón de personas (Cuadro
I.6.1). El conjunto de estas seis ciudades aglomera
el 47% de la población urbana de la República.
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La mayor densidad de ciudades se ubica en una franja que
comprende el centro del país y el Bajío (Mapa
I.6.1), lo cual no excluye que en otras zonas la mayor
parte de la población se encuentre también
concentrada en centros urbanos, como ocurre en el norte
del territorio nacional y las dos penínsulas. Por
el contrario, en los estados de Oaxaca, Chiapas, Hidalgo,
Tabasco y Zacatecas es donde la mayor proporción
de los habitantes vive en zonas rurales (Mapa_1.4,
Cuadro I.1.2).
Los mismos fenómenos migratorios que estructuraron
semejante sistema de ciudades, hoy lo están modificando.
El Distrito Federal se ha convertido en el más grande
expulsor de población de la República, mientras
que nuevos destinos se han convertido en polos de atracción,
principalmente Quintana Roo y algunos estados que colindan
con la frontera norte (Mapa_1.5
y Cuadro I.1.6, INEGI,
2001). Si bien la migración rural persiste, ésta
se ha reducido sustancialmente, aportando apenas el 18%
de la migración interna. En la actualidad, los movimientos
migratorios más importantes ocurren entre zonas urbanas.
Las grandes metrópolis que en 1990 contaban con más
de un millón de habitantes son las que menos han
crecido, mientras que las ciudades intermedias de cien mil
a un millón de habitantes muestran elevadas tasas
de crecimiento poblacional (Figura 1.4; Cuadro
I.1.6).
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Entre las urbes que más crecieron en el decenio 1990-2000
se cuentan destinos turísticos de playa (Cancún,
9.1%; Ixtapa, 9.0%; Puerto Escondido, 8.53%; Cozumel, 5.78%),
ciudades fronterizas (Ciudad Acuña, 7.5%; Tijuana,
5.5%), poblados chiapanecos (Ocosingo, 7.6%; Palenque, 5.8%)
y Purísima de Bustos, Jalisco (7.36%; Recuadro_I.6.1;
Cuadro I.6.1).
La migración hacia Estados Unidos es un fenómeno
que regula fuertemente el aumento poblacional del país.
La tasa de crecimiento natural de la población mexicana
de 1.68% anual se reduce a 1.38% gracias a la emigración.
El fenómeno se observa actualmente en todo el territorio
nacional, si bien en los estados de Aguascalientes, Durango,
Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Zacatecas más
de la mitad de los municipios registran una intensidad migratoria
alta o muy alta.
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La franja que va del Estado de México al sur de Puebla,
así como el norte de Guerrero y Oaxaca, también
son tierras de emigrantes (Conapo, 2001a, Mapa_1.6).
La natalidad, mortalidad y migración determinan el
crecimiento demográfico de cada entidad. En ninguna
de ellas la población ha disminuido; sin embargo,
el crecimiento más lento se registra en el Distrito
Federal, Durango y Zacatecas. Los mayores incrementos se
presentaron en Quintana Roo, la península de Baja
California, el Estado de México y Querétaro
(Mapa 1.7).
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