Factores asociados a la degradación del
suelo
La velocidad con la que el viento y el agua
remueven el suelo depende de la cantidad de vegetación
que lo cubra. En un bosque denso, el aire se mueve mucho más
despacio y, además, las raíces forman una red
que afianza la tierra contra el paso del agua. Las plantas
y los animales que viven en el subsuelo remueven la tierra
y la mantienen porosa, de modo que el agua se infiltra en
vez de correr por la superficie provocando erosión.
En otros casos, los árboles explotan los mantos freáticos
y los mantienen lejos de la superficie donde pudieran causar
gleyzación o salinización (Recuadro_III.3.3.3).
Por todo esto, la vegetación y el uso del suelo tienen
una importancia capital para evitar que se generen procesos
de degradación del mismo.
Los bosques constituyen el tipo de vegetación que tiene
los suelos más deteriorados. Probablemente esto se
debe a que muchos de ellos se encuentran en zonas de montaña;
así lo sugiere también el papel tan significativo
que tiene la erosión hídrica en este ecosistema.
Los pastizales naturales y los matorrales, al encontrarse
primordialmente en regiones áridas, son la vegetación
que más sufre las consecuencias de la erosión
eólica. En los suelos con uso agropecuario es donde
se observan los cambios químicos más importantes
como resultado de la sobreexplotación de los mismos.
En tales casos hay pérdida de nutrientes y salinización
por el riego con aguas inapropiadas o la subida de los mantos
freáticos.(Figura 3.18, Cuadros
III.3.3.4, III.3.3.5,
III.3.3.6, III.3.3.7,
III.3.3.8, III.3.3.9,
III.3.3.10,
III.3.3.11 III_3.3.12,
III.3.3.13 y III.3.3.14).
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El deterioro es más grave conforme se intensifican
las actividades humanas. En la vegetación secundaria
siempre se encuentra que el terreno con degradación
severa a extrema es más frecuente que en la vegetación
primaria. Por ejemplo, los bosques secundarios han sufrido
algún tipo de degradación del suelo hasta
en un 80% de su extensión. Después figuran
las tierras empleadas de manera intensiva por el hombre
–aquellas que se destinan a actividades agropecuarias,
incluyendo a los pastizales naturales que son agostaderos
casi en su totalidad– con grandes extensiones de suelos
muy deteriorados (Figura 3.19).

La distribución geográfica
de la degradación de bosques (Mapas
III.3.3.5 y III.3.3.6)
sigue aproximadamente el mismo patrón que se describió
en las zonas de montaña, mientras que lo dicho sobre
las regiones secas es válido también para
los matorrales y pastizales (Mapas_III.3.3.9,
III.3.3.10 y III.3.3.11,
ver la sección “Zonas frágiles”
en este capítulo). Las selvas se encuentran más
deterioradas a lo largo de la Sierra Madre Occidental y
la del Sur (Mapas III.3.3.7
y III.3.3.8), que
son algunas de las zonas montañosas donde se presenta
este ecosistema. Cabe señalar que otras cordilleras
tienen importantes remanentes de selva, como la región
de Las Cañadas de Chiapas o Los Chimalapas de Oaxaca.
La diferencia es que estos últimos enclaves han mantenido
poblaciones humanas relativamente reducidas hasta tiempos
recientes, lo que está correlacionado con pocos cambios
en el uso del suelo (véase la sección “Factores
relacionados con el cambio de uso” en el capítulo
2).
Las tierras de temporal son las más afectadas por
la degradación (Figura 3.19). Quizá esto se
debe a fenómenos inherentes al sistema, como el lapso
en el cual el suelo permanece sin vegetación en la
temporada de secas. En muchos casos la agricultura de temporal
se practica en sitios con fuertes pendientes, lo que no
ocurre en el caso de la de riego. En efecto, las tierras
de temporal más deterioradas tienden a coincidir
con las sierras (Mapa_III.3.3.15),
pero el patrón es muy complejo.
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Las particularidades de los modelos de desarrollo de cada
región se ven reflejadas en la geografía.
Así, la agricultura de riego, tan ampliamente distribuida,
ha impactado de manera especial la región de La Laguna
(Coahuila-Durango, Mapa_III.3.3.14),
donde los mantos freáticos han sido sobreexplotados
y los cuerpos de agua desecados dando lugar a campos de
dunas. Un patrón semejante se observa en los pastizales
inducidos y cultivados que se distribuyen por el territorio,
pero es en porciones tan disímiles como la Sierra
de Guerrero y la Huasteca, donde se observa que han causado
degradación severa (Mapa
III.3.3.12). Estos patrones nos muestran que los cambios
de uso hacia sistemas agropecuarios no necesariamente resultan
en la degradación del suelo; ésta se produce
sólo bajo condiciones particulares. De ahí
la necesidad de identificar estos factores locales para
promover el uso de prácticas adecuadas en cada región
que reemplacen las formas irracionales de manejo.
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Las principales causas de degradación en México
son el cambio de uso del suelo hacia superficies agropecuarias,
la deforestación y el sobrepastoreo (Figura 3.20,
Mapa III.3.3.3).
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Todos estos procesos tienen que ver con la reducción
de la cubierta vegetal, responsable de la conservación
del suelo. Existe una cuarta causa también muy importante:
las prácticas agrícolas inadecuadas. Un ejemplo
es la labranza poscosecha, en la que se afloja la tierra
al final del ciclo productivo dejándola desprovista
de vegetación y debilitada ante la erosión.
Diferentes áreas sufren procesos característicos.
Por ejemplo, en las montañas los cambios de uso del
suelo (crecimiento de la frontera agropecuaria y deforestación)
son más importantes que a escala nacional (Figura
3.21, Cuadro III.3.3.25).
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También inciden las características regionales
de la población. Las diferencias en la ocupación
se manifiestan en el sur campesino por el crecimiento de
la frontera agropecuaria y en el norte industrial por la
deforestación (Mapa
III.3.3.24). En los desiertos el sobrepastoreo es, con
mucho, la principal causa de deterioro (Figura 3.22, Cuadro
III.3.3.27), tal como se señaló en la
sección “Degradación de matorrales”
del capítulo 2.
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La degradación del suelo es, entonces, el resultado
de factores ambientales, sociales, económicos, etc.
Un análisis preliminar sobre los factores que están
relacionados con la degradación del suelo sugiere
que cinco elementos y sus interacciones son de gran importancia:
la topografía, el uso del suelo, el sobrepastoreo,
la densidad poblacional y la pobreza (véase_¿Por_qué_
se_degradan los suelos en México?). La
cuarta parte de las regiones más degradadas se encuentra
en áreas marginadas (Cuadro_III.3.3.23),
aunque debe reconocerse que hay zonas muy pobres en suelos
más o menos conservados (Mapa
III.3.3.22). Las entidades con mayor desarrollo tienen
menos suelos deteriorados. El cambio de uso del suelo genera
deterioro, pero éste se acelera en zonas montañosas
o en presencia de sobrepastoreo. Los efectos conjuntos de
estas variables son mayores que la suma de los efectos de
cada una por separado. El caso más complejo es el
de la población, cuyo incremento causa degradación
del suelo en las tierras bajas, mientras que en las montañas
ocurre lo contrario. Este fenómeno se presenta en
varias regiones del mundo y está relacionado con
la capacidad que tienen las comunidades campesinas numerosas
para organizarse y acometer obras de conservación
del suelo.
De mantenerse estas tendencias, la degradación del
suelo en las montañas podría incrementarse
en el futuro. La población rural se está reduciendo
y la emigración es particularmente alta en varias
regiones de la Sierra Madre del Sur (Mapa_1.6).
Sin embargo, la inercia histórica del uso del suelo
(véase La inercia_del_pasado
y Ocupación, migración_y_uso_del_suelo
en el capítulo 2) sugiere que la frontera agropecuaria
podría seguir creciendo a pesar de la disminución
de la población en el campo.
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