7. APROVECHAMIENTO DE LA VIDA SILVESTRE
     


Recursos pesqueros

Panorama mundial

La pesca y la acuicultura constituyen una fuente vital de alimentos, empleo, recreación, comercio y bienestar económico para las poblaciones de todo el mundo. Asimismo debieran serlo para las generaciones futuras y, por tanto, la explotación pesquera tendría que llevarse a cabo de forma responsable. Antes los recursos acuáticos se percibían como un don ilimitado de la naturaleza, mito que los hechos han desvanecido al constatar que, aun siendo renovables, en realidad se encuentran limitados y tienen que someterse a una ordenación adecuada si se quiere que su contribución al bienestar nutricional, económico y social de la creciente población mundial sea sostenible.

Es un hecho que la excesiva demanda de alimentos provoca la sobreexplotación de los recursos pesqueros. Este efecto negativo afecta a aquellas especies que son buscadas por los pescadores (especies objetivo) y muy a menudo ocurre la captura incidental de especies acompañantes, muchas de las cuales son simplemente descartadas en alta mar puesto que carecen de valor comercial. De manera indirecta, la pesca puede redundar en deterioro ambiental y contaminación, especialmente en las áreas costeras, provocando la destrucción del hábitat (Sagarpa, 2001). El deterioro ambiental antropogénico y natural que se experimenta en buena parte de la zona costera, de donde se extrae el 80% de la pesca, es cada vez más evidente. En una buena proporción de los embalses continentales la situación es similar, debido al deterioro de las cuencas hidrológicas y la sobrepesca.

Hasta fines de los sesenta el ritmo de crecimiento de la producción pesquera era superior al de la población mundial; ahora el crecimiento es nulo o negativo, salvo por la producción acuícola. Según la FAO, la producción mundial notificada de la pesca de captura y la acuicultura bajó de 122 millones de toneladas en 1997 a 117 millones en 1998, debido principalmente a los efectos de la anomalía climática El Niño sobre algunas de las principales pesquerías de captura marinas. Sin embargo, se recuperó en 1999 y, según una estimación preliminar, la producción de ese año ascendió a 125 millones de toneladas. Los cambios más grandes en la producción pesquera se deben a la acuicultura, que creció en alrededor de 20 millones de toneladas con respecto al decenio anterior (en especial en Asia y el Pacífico), al tiempo que las capturas mundiales de peces, moluscos y crustáceos parecen haberse estabilizado en 90 millones de toneladas aproximadamente.

A pesar de esta relativa estabilidad en la producción, el esfuerzo de pesca (número de embarcaciones, tonelaje de las mismas o frecuencia con la que se lanzan las artes de pesca) sigue creciendo debido a la presión social derivada de la pobreza y a la falta de controles eficientes para el acceso al recurso pesquero. Las flotas pesqueras han registrado un incremento tanto en el número de grandes barcos pesqueros como en la incorporación de nuevas tecnologías, lo que resulta en que el tamaño de la flota pesquera mundial se encuentre sobredimensionado respecto al tamaño óptimo (Sagarpa, 2001). Esto significa, entre otras cosas, que ahora se requiere un mayor esfuerzo para producir lo mismo, una evidencia del creciente deterioro de los recursos. El número de especies insuficiente o moderadamente explotadas disminuye, mientras que el número de las sobreexplotadas, agotadas y en recuperación está aumentando. La cantidad de especies explotadas a plenitud se mantiene relativamente estable, abarcando la mayoría de los recursos marinos (FAO, 2002).

Los indicadores ecológicos en torno a la pesca sugieren que en la mayoría de las zonas los ecosistemas se encuentran próximos a la explotación plena. El Océano Índico oriental y el Pacífico centro-occidental son las únicas zonas donde hay potencial para continuar desarrollando los recursos y se manifiestan pocos signos de tensión. Los recursos acuáticos continentales siguen sometidos a la presión causada por la pérdida o degradación del hábitat y la sobrepesca. Se señala que los vertebrados de agua dulce son los más amenazados entre aquellos que el hombre captura, pero es difícil obtener datos exactos. En zonas donde se han realizado estudios, alrededor del 20% de las especies están sobreexplotadas (FAO, 2002).

Pese a las fluctuaciones en la oferta, la demanda y el estado de los recursos, la pesca y la acuicultura siguen siendo muy importantes como fuentes de alimentos, empleo e ingresos en muchos países y comunidades. Por ello, y en respuesta a que se están alcanzando los límites de producción en las principales especies, ha tendido a aumentar la variedad de los recursos explotados.

Además de la preocupación relacionada con la baja en el potencial productivo de determinadas poblaciones, existe un interés creciente en los ecosistemas y en el impacto que la pesca puede ejercer en su estructura y función. Hay poca información regional o mundial sobre la relación entre la situación de los ecosistemas marinos y la pesca.

Características de la pesca en México

A diferencia de lo que ocurre a escala global, el número de embarcaciones que constituyen la flota mexicana de altura (buques mayores a 15 metros de eslora) se ha mantenido cercano a 3 500 desde 1980 (Figura 7.33). Esto no corresponde, sin embargo, a un estancamiento en la capacidad pesquera. Ha habido un recambio de barcos de medio tonelaje por otros de mayor capacidad. En 1979 sólo el 1.8% de los barcos rebasaban las 100 toneladas, cifra que creció hasta un 7% en 2000 (Figura 7.34, Cuadros_II.3.1.7, II.3.1.8 y II.3.1.9).


No es éste el caso de la pesca ribereña (que comprende lanchas de hasta diez metros, tanto las empleadas en el mar como en los ríos), donde el incremento en el número de botes ha sido muy rápido, superando los 100 000 actualmente (Figura 7.33, Cuadro_II.3.1.6). Los barcos se concentran principalmente en la vertiente del Pacífico, que cuenta con 2 014 embarcaciones de altura y 56 412 ribereñas, mientras que en el Golfo se registran 1 552 y 43 392 respectivamente (Cuadro_II.3.1.6).

Las embarcaciones de altura se pueden clasificar de acuerdo con el tipo de organismos que aprovechan. Las cuatro principales pesquerías de México son la del camarón (2 383 embarcaciones), la «escamera» (973), la atunera (123) y la de sardina –anchoveta (87) (Figura 7.35). Mientras que en las últimas dos décadas se ha registrado un incremento notable en el número de barcos atuneros, con un crecimiento del 4.5% anual en promedio, seguido por la flota escamera (2.08%), las escuadras camaronera y sardinera se han reducido (-0.65% y -1.73% anual en promedio) (Figura 7.35, Cuadro II.3.1.5).

En México 268 727 personas dependen de manera directa de la producción pesquera para su subsistencia, población que ha crecido a una tasa del 1.23% anual entre 1992 y 2001, especialmente en el Pacífico (1.17% anual), mientras que en el Golfo el número de personas que se ocupan en este sector se ha mantenido esencialmente constante (0.6% de incremento anual). Este crecimiento poblacional es modesto en comparación con el acelerado aumento en el número de embarcaciones dedicadas a la pesca ribereña, por lo que más bien estamos observando que muchos pescadores que antes laboraban en navíos mayores ahora se desplazan hacia pequeñas lanchas; esto es, hay cambios que están modificando la estructura social y económica de la pesca en el país.

Estos nuevos pescadores ribereños pueden capturar algunas especies que son aprovechadas por la flota de altura, pero en una escala mucho menor. También son ellos quienes explotan el enorme universo de especies que deben ser extraídas de forma más artesanal, como el pulpo, el abulón o la langosta, así como los organismos de agua dulce.

Como resultado, la producción pesquera de México es sumamente diversa, incluyendo cientos de especies de peces, crustáceos (camarones, cangrejos, langostas), moluscos (calamar, pulpo, caracol, almejas), equinodermos (erizos) y hasta algas. Por lo común, al aprovechar una especie se extraen conjuntamente otros organismos, los cuales comparten el mismo ambiente y características. Por ejemplo, las sardinas son pequeños peces de mar abierto que forman grandes cardúmenes dentro de los cuales también se encuentran otros peces como las anchovetas y macarelas. Al arrojar la red se extraen los organismos de éstas y otras especies, ya que sus dimensiones son muy parecidas y quedan atrapados en las mallas. Estos grupos de especies se denominan unidades pesqueras de manejo (UPM), y al conjunto de actividades y sistemas relacionados con su captura, procesamiento y comercialización en un espacio y tiempo determinados se le conoce como pesquería. En términos generales, a cada UPM corresponde una pesquería, pero existen excepciones.

La mitad de la producción pesquera nacional descansa básicamente en tres pesquerías: la de los peces pelágicos menores (sardinas, anchovetas, etc.), que comprende la tercera parte de la pesca nacional; la de túnidos (fundamentalmente atunes, pero también incluye barriletes y bonitos) y la del camarón. La cuarta de las grandes pesquerías de altura, conocida como «escama» porque aprovecha peces con esta característica (mojarras, huachinangos, meros, robalos, pargos, lisas, lenguados, cabrillas, jureles y muchos otros peces), aporta un enorme volumen al total nacional.

Tan sólo la captura de mojarra es casi igual al volumen total de camarón aprovechado en México (Figura 7.36, Cuadro_II.3.1.2). Una parte muy importante de la pesca de agua dulce corresponde a la pesquería de escama (bagres, truchas, lobinas, mojarras, etc.). La pesquería de escama comprende varias UPM y, adicionalmente, en el Golfo y el Caribe incluye también a los peces pelágicos menores.

El volumen total de la pesca mexicana se ha mantenido relativamente estable durante los últimos 15 años, oscilando entre 1.35 y 1.57 millones de toneladas anuales, sin una tendencia clara (Figura 7.37, Cuadro II.3.1.1).

El Pacífico se caracteriza por fuertes oscilaciones, asociadas en parte al fenómeno de El Niño (véase El Niño_y_la_pesca), y por su mayor producción respecto de la costa atlántica y la pesca continental.

En particular destacan las entidades que rodean al Mar de Cortés, como Sonora y Sinaloa, con una producción que supera las 200 mil toneladas al año (Mapa_7.11, Cuadro_II.3.1.1).


En el caso de México, el consumo de pescado no muestra una tendencia clara hacia el aumento y sigue cercanamente las oscilaciones de la producción (Figura 7.38, Cuadro_II.3.2.2).

Durante los años de baja pesquería, como 1998, el consumo nacional no parece satisfacerse con productos importados. De hecho, en ese año hubo proporcionalmente más exportaciones y menos importaciones que en 2000.

Desde 1996 se puede apreciar una tendencia: el consumo de importación crece anualmente mientras que las exportaciones pierden terreno (Figura 7.39, Cuadro_II.3.2.1).

Sustentabilidad del manejo

La explotación de un recurso puede ser elevada debido a que las condiciones económicas de los productores son adversas, por lo que extraen mayores cantidades del recurso a fin de satisfacer sus necesidades monetarias, o bien debido a que la demanda del mismo es alta. La sobreexplotación agota los recursos pesqueros y conlleva a la captura incidental de especies no-objetivo, así como al descarte de las especies sin valor comercial, lo que daña al ecosistema en su conjunto.

Ante el evidente deterioro de varias pesquerías en todo el mundo, se han adoptado los conceptos de desarrollo sustentable y pesca responsable. La sustentabilidad se considera como «la relación entre la explotación o aprovechamiento y la capacidad de renovación biológica de los recursos, modulada por las condiciones del medio ambiente natural y social con una visión de largo plazo». Desde luego, el reto ha sido aplicar estos conceptos a acciones prácticas que no sólo consideren lo ambiental, sino también lo económico y lo social.

La determinación de la sustentabilidad de las principales pesquerías se realiza mediante diversos indicadores. Con la información que brindan se define el estado actual que guarda la pesquería de acuerdo con tres categorías: en deterioro, en máximo aprovechamiento sostenible y con posibilidades de desarrollo (véase ¿Cómo_reconocer_la_pesca_sustentable? ).

A partir de la Carta Nacional Pesquera 2000 se tienen datos de sustentabilidad para 99 UPM y 636 especies. De éstas, el 20% está en deterioro, mientras que 15% de las pesquerías y 6% de las especies se encuentran en posición de ser desarrolladas más intensamente (Figura 7.40, Cuadro_II.3.3.4). Otra forma de evaluar la sustentabilidad es comparar la pesca por unidad de esfuerzo (en este caso, el número de embarcaciones). De acuerdo con esta lógica, las grandes pesquerías del Golfo de México y el Caribe se han mantenido en niveles sustentables, pero la pesca de los peces de escama muestra graves signos de deterioro en el Océano Pacífico (véase Rendimientos:_unos_suben_y otros bajan).

 


Las grandes pesquerías de altura que aportan la mayor parte del volumen y el ingreso económico del sector son también, por la escala en la que tienen lugar, uno de los más grandes factores de degradación de los océanos. Mientras que la pesca del atún sin medidas adecuadas amenaza a los delfines, las redes camaroneras –arrastradas por cientos de miles de kilómetros cuadrados– dañan a muchas otras especies de peces, crustáceos y moluscos. También en estas pesquerías es donde se desarrollan nuevas tecnologías y se toman las medidas más estrictas para reducir el impacto. Los aspectos más relevantes sobre el manejo, el impacto y la sustentabilidad, así como la gestión de estas pesquerías, se muestran en los recuadros La pesquería del atún, Camarón: la riqueza de los mares, La_diversidad_de_la_escama y Pelágicos_menores: la_pesca_más_abundante.

En los cuerpos de agua continentales, particularmente lagos y presas, la situación es muy variable. Como sucede en las pesquerías marinas, se considera que en la mayoría la pesca tiene lugar al máximo sostenible (Figura 7.41). En las lagunas, la degradación ambiental juega un papel central. Los dos lagos con pesquerías en deterioro, Chapala y Pátzcuaro, enfrentan actualmente serios problemas de contaminación, además del azolve en el primer caso y la sobrepesca en el segundo. Un tercer caso (clasificado con estatus precautorio) es el del lago de Cuitzeo, cuya productividad se ha desplomado, aunque en forma concomitante con sequías regionales por lo que no es fácil reconocer las causas de la caída pesquera (véase El_colapso_de_Pátzcuaro).

El producto más importante de los ríos es el langostino. Este crustáceo se desarrolla en las corrientes de tierra caliente, principalmente en el Golfo de México, que aporta las cuatro quintas partes de la producción nacional. Se considera que este organismo se encuentra aprovechado a su máximo nivel sostenible.

Otro tipo de cuerpo de agua asociado a ríos son los estuarios, donde los caudales se encuentran con el mar. Éstos pueden ser los ecosistemas más productivos del mundo.


Albergan a diversos organismos marinos durante alguna etapa de su ciclo de vida, como es el caso de los camarones, por lo que son de gran importancia para varias pesquerías, aun aquellas que se desarrollan en alta mar. Los estuarios son sistemas muy complejos y frágiles que enfrentan una difícil problemática por la interacción del deterioro ambiental, la sobreexplotación y las actividades productivas (véase La_problemática_de_los estuarios).


Otra forma de explotación irracional es la pesca de organismos que luego son desechados en altamar. A menudo, una parte de lo que fue pescado es descartado antes de llegar a la costa debido a que está en malas condiciones o no cumple con una talla comercial adecuada. Un ejemplo es el atún que, cuando se pesca en cierto tipo de cardúmenes conocidos como palos, está compuesto sobre todo por individuos jóvenes cuya explotación no es rentable y por lo mismo son arrojados simplemente por la borda.


Si se compara el peso desembarcado con el peso vivo, podemos notar que el 11.6% de lo que se pesca no llega a puerto. Esto es particularmente grave en el Pacífico, donde la cifra asciende a 14.3% (Figura 7.42, Cuadro_II.3.1.3). En contraste, casi la totalidad de lo que se pesca en los ríos es aprovechado.

El descarte de organismos no sólo afecta a las especies objetivo (aquellas cuyo aprovechamiento busca el pescador), sino también a una gran cantidad de organismos denominados "fauna de acompañamiento", la cual sólo en algunos casos resulta aprovechable, mientras que en su mayoría es devuelta muerta a su hábitat (muy raras veces los organismos incidentales sobreviven a la manipulación y pueden continuar su ciclo de vida al ser liberados).

Además de reducir el número de las especies silvestres en forma directa a través de la extracción, la sobreexplotación genera también efectos indirectos.

Las poblaciones que se están deteriorando tienen menos tolerancia a los fenómenos externos que las afectan. Así, por ejemplo, las pesquerías manejadas indebidamente sufrieron más gravemente los efectos de El Niño de 1998 que aquellas bajo un manejo sustentable (véase El Niño,_la_sobreexplotación_y_el abatimiento_de_las_pesquerías).

Este comportamiento es común en otros procesos de degradación antrópica, tales como la desertificación.


Gestión de los recursos pesqueros


La administración adecuada de un recurso depende en gran medida del conocimiento que se tiene del mismo, tanto para conocer su estado como para poder plantear soluciones adecuadas a su problemática. Con el propósito de desarrollar estos conocimientos, el Instituto Nacional de Pesca se apoya en la investigación que realizan 15 centros regionales y tres estaciones ubicadas en ambos litorales y en los principales cuerpos de agua continentales (Mapa_II.3.3.1). En 2001 estos centros estaban trabajando en 118 proyectos, orientados en su mayoría al conocimiento del estado de los recursos pesqueros y su manejo (Figura 7.43, Cuadro_II.3.3.11). Entre los más importantes están la protección al delfín y a las especies marinas amenazadas, el impulso de la acuacultura y el desarrollo tecnológico (Recuadro_II.3.3.3) orientado sobre todo a un mejor aprovechamiento de las pesquerías y la reducción de su impacto; algunos resultados de esto último se mencionan en La pesquería del atún y Camarón:_la_riqueza_de_los_mares. También se llevan a cabo proyectos de pesca experimental a fin de diversificar los recursos y probar nuevas tecnologías (Recuadro_II.3.3.5).

Los resultados de la investigación y del seguimiento estadístico de la producción pesquera y sus actividades relacionadas son la base para la normatividad en la materia. La Ley de Pesca regula todas las actividades ligadas con la misma, anteponiendo los intereses de la nación en cuanto a la conservación de los recursos pesqueros y su hábitat. La regulación de aspectos particulares se efectúa a través de normas. Actualmente trece pesquerías cuentan con instrumentos de este tipo (véase Tabla_7.5). Otras seis normas están dedicadas a la administración de la pesca en embalses. La NOM-05-ECOL-2001 determina las especies que se encuentran bajo protección, de las cuales las tortugas marinas y algunos mamíferos marinos pueden verse afectados por las pesquerías. La NOM-012-PESC-1993 establece las medidas adecuadas para la protección de la vaquita marina y la totoaba, mientras que las normas relacionadas con la pesca del camarón exigen el uso de dispositivos excluidores de tortugas (DET).

Existe una gran variedad de instrumentos que se pueden emplear para promover el desarrollo sustentable de una pesquería y establecer diferentes medidas de protección, como el permiso y las normas oficiales mexicanas (NOM). El permiso es el más ampliamente utilizado, ya que, de acuerdo con la Ley de Pesca, es necesario para cualquier aprovechamiento con fines comerciales. La expedición de un permiso depende de la disponibilidad del recurso y de que la explotación no deteriore la unidad pesquera de manejo. Otra forma habitual de protección es permitir sólo el aprovechamiento de organismos que ya se hayan reproducido (en general a través del establecimiento de tallas mínimas), las vedas y la prohibición de artes de pesca perniciosas (Figura 7.44).


Para asegurar el cumplimiento de la normatividad ambiental existen dos instrumentos principales: las inspecciones de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) (Recuadro_IV.3.1.4) y los Comités de Vigilancia Comunitaria,constituidos por gobiernos y comunidades locales, organizaciones no gubernamentales e instituciones científicas (Recuadro_IV.3.1.5). El número de inspecciones y operativos alcanzó sus valores más altos en 1992-1994, y a partir de entonces ha registrado un importante descenso, mientras que los aseguramientos y certificaciones han mostrado un incremento (Figura 7.45, Cuadro IV.3.1.5). El 39.4% del producto asegurado termina por decomisarse. Las actividades de inspección y certificación de los DET en la pesca camaronera se han concentrado en Sonora, Sinaloa y los estados del Golfo de México, que son los que más camarón producen (Mapas_7.12 y 7.13).

En 1999 existían 118 comités de vigilancia comunitaria en las entidades con litoral, concentrados principalmente en Oaxaca, Veracruz y Yucatán (Mapa_7.14).

Ante el agotamiento paulatino de muchos recursos marinos, la promoción de fuentes alternativas de producción es una forma de reducir la presión sobre la vida silvestre, a la par que se garantiza el abasto. Si bien México aún está lejos de otros países en cuanto a su producción acuícola, se han dado avances importantes en este sentido a lo largo de las últimas décadas al grado de que actualmente constituye el 13% de la producción pesquera nacional. El volumen generado por la acuacultura ha oscilado entre 160 y 200 mil toneladas, sin que haya habido una tendencia sensible a lo largo del tiempo (Figura 7.46, Cuadro II.3.3.9).

Los mayores productores son los estados de Veracruz y Tabasco (especializados en ostión), Sinaloa y Sonora (entidades productoras de camarón) y Michoacán (que cría carpa en primer término) (Mapa_7.15). Esto refleja las diferencias regionales en la acuacultura. Si bien la mojarra es la especie que se produce en mayor cantidad, está en segundo lugar en ambos litorales y los estados del interior del continente. En primer lugar en estas regiones se encuentra el camarón en el Pacífico, el ostión en el Golfo y el Caribe y la carpa en las entidades sin litoral (Figura 7.47, Cuadro II.3.3.10).

Las especies que aportan más a la producción de la acuacultura nacional son todas las especies de agua dulce (mojarra, tilapia, trucha, bagre), que representan el 70% del total (Cuadro_II.3.3.10) y el 80% de la capacidad acuícola instalada (medida como volumen) (Cuadro_II.3.3.7).

De hecho, el cultivo de estas especies es el principal proveedor para su consumo, situación poco común en los productos del mar, con dos excepciones: el ostión, el cual es criado casi en su totalidad por el hombre, y el camarón, cuya producción procede en un 35% de la acuacultura (Figura 7.48, Cuadro II.3.3.8).

 

 

Referencias

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WRI. Pilot analysis of global ecosystems: forest ecosystems. Washington. D. C. 2000.

 
 
   
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