Recursos pesqueros
Panorama mundial
La pesca y la acuicultura constituyen una
fuente vital de alimentos, empleo, recreación, comercio
y bienestar económico para las poblaciones de todo
el mundo. Asimismo debieran serlo para las generaciones futuras
y, por tanto, la explotación pesquera tendría
que llevarse a cabo de forma responsable. Antes los recursos
acuáticos se percibían como un don ilimitado
de la naturaleza, mito que los hechos han desvanecido al constatar
que, aun siendo renovables, en realidad se encuentran limitados
y tienen que someterse a una ordenación adecuada si
se quiere que su contribución al bienestar nutricional,
económico y social de la creciente población
mundial sea sostenible.
Es un hecho que la excesiva demanda de alimentos provoca la
sobreexplotación de los recursos pesqueros. Este efecto
negativo afecta a aquellas especies que son buscadas por los
pescadores (especies objetivo) y muy a menudo ocurre la captura
incidental de especies acompañantes, muchas de las
cuales son simplemente descartadas en alta mar puesto que
carecen de valor comercial. De manera indirecta, la pesca
puede redundar en deterioro ambiental y contaminación,
especialmente en las áreas costeras, provocando la
destrucción del hábitat (Sagarpa, 2001). El
deterioro ambiental antropogénico y natural que se
experimenta en buena parte de la zona costera, de donde se
extrae el 80% de la pesca, es cada vez más evidente.
En una buena proporción de los embalses continentales
la situación es similar, debido al deterioro de las
cuencas hidrológicas y la sobrepesca.
Hasta fines de los sesenta el ritmo de crecimiento de la producción
pesquera era superior al de la población mundial; ahora
el crecimiento es nulo o negativo, salvo por la producción
acuícola. Según la FAO, la producción
mundial notificada de la pesca de captura y la acuicultura
bajó de 122 millones de toneladas en 1997 a 117 millones
en 1998, debido principalmente a los efectos de la anomalía
climática El Niño sobre algunas de las principales
pesquerías de captura marinas. Sin embargo, se recuperó
en 1999 y, según una estimación preliminar,
la producción de ese año ascendió a 125
millones de toneladas. Los cambios más grandes en la
producción pesquera se deben a la acuicultura, que
creció en alrededor de 20 millones de toneladas con
respecto al decenio anterior (en especial en Asia y el Pacífico),
al tiempo que las capturas mundiales de peces, moluscos y
crustáceos parecen haberse estabilizado en 90 millones
de toneladas aproximadamente.
A pesar de esta relativa estabilidad en la producción,
el esfuerzo de pesca (número de embarcaciones, tonelaje
de las mismas o frecuencia con la que se lanzan las artes
de pesca) sigue creciendo debido a la presión social
derivada de la pobreza y a la falta de controles eficientes
para el acceso al recurso pesquero. Las flotas pesqueras han
registrado un incremento tanto en el número de grandes
barcos pesqueros como en la incorporación de nuevas
tecnologías, lo que resulta en que el tamaño
de la flota pesquera mundial se encuentre sobredimensionado
respecto al tamaño óptimo (Sagarpa, 2001). Esto
significa, entre otras cosas, que ahora se requiere un mayor
esfuerzo para producir lo mismo, una evidencia del creciente
deterioro de los recursos. El número de especies insuficiente
o moderadamente explotadas disminuye, mientras que el número
de las sobreexplotadas, agotadas y en recuperación
está aumentando. La cantidad de especies explotadas
a plenitud se mantiene relativamente estable, abarcando la
mayoría de los recursos marinos (FAO, 2002).
Los indicadores ecológicos en torno a la pesca sugieren
que en la mayoría de las zonas los ecosistemas se encuentran
próximos a la explotación plena. El Océano
Índico oriental y el Pacífico centro-occidental
son las únicas zonas donde hay potencial para continuar
desarrollando los recursos y se manifiestan pocos signos de
tensión. Los recursos acuáticos continentales
siguen sometidos a la presión causada por la pérdida
o degradación del hábitat y la sobrepesca. Se
señala que los vertebrados de agua dulce son los más
amenazados entre aquellos que el hombre captura, pero es difícil
obtener datos exactos. En zonas donde se han realizado estudios,
alrededor del 20% de las especies están sobreexplotadas
(FAO, 2002).
Pese a las fluctuaciones en la oferta, la demanda y el estado
de los recursos, la pesca y la acuicultura siguen siendo muy
importantes como fuentes de alimentos, empleo e ingresos en
muchos países y comunidades. Por ello, y en respuesta
a que se están alcanzando los límites de producción
en las principales especies, ha tendido a aumentar la variedad
de los recursos explotados.
Además de la preocupación relacionada con la
baja en el potencial productivo de determinadas poblaciones,
existe un interés creciente en los ecosistemas y en
el impacto que la pesca puede ejercer en su estructura y función.
Hay poca información regional o mundial sobre la relación
entre la situación de los ecosistemas marinos y la
pesca.
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Características de la
pesca en México
A diferencia de lo que ocurre a escala global, el número
de embarcaciones que constituyen la flota mexicana de altura
(buques mayores a 15 metros de eslora) se ha mantenido cercano
a 3 500 desde 1980 (Figura 7.33). Esto no corresponde, sin
embargo, a un estancamiento en la capacidad pesquera. Ha
habido un recambio de barcos de medio tonelaje por otros
de mayor capacidad. En 1979 sólo el 1.8% de los barcos
rebasaban las 100 toneladas, cifra que creció hasta
un 7% en 2000 (Figura 7.34, Cuadros_II.3.1.7,
II.3.1.8 y II.3.1.9).
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No es éste el caso de la pesca ribereña (que
comprende lanchas de hasta diez metros, tanto las empleadas
en el mar como en los ríos), donde el incremento
en el número de botes ha sido muy rápido,
superando los 100 000 actualmente (Figura 7.33, Cuadro_II.3.1.6).
Los barcos se concentran principalmente en la vertiente
del Pacífico, que cuenta con 2 014 embarcaciones
de altura y 56 412 ribereñas, mientras que en el
Golfo se registran 1 552 y 43 392 respectivamente (Cuadro_II.3.1.6).
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Las embarcaciones de altura se pueden clasificar de acuerdo
con el tipo de organismos que aprovechan. Las cuatro principales
pesquerías de México son la del camarón
(2 383 embarcaciones), la «escamera» (973),
la atunera (123) y la de sardina –anchoveta (87) (Figura
7.35). Mientras que en las últimas dos décadas
se ha registrado un incremento notable en el número
de barcos atuneros, con un crecimiento del 4.5% anual en
promedio, seguido por la flota escamera (2.08%), las escuadras
camaronera y sardinera se han reducido (-0.65% y -1.73%
anual en promedio) (Figura 7.35, Cuadro
II.3.1.5).
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En México 268 727
personas dependen de manera directa de la producción
pesquera para su subsistencia, población que ha crecido
a una tasa del 1.23% anual entre 1992 y 2001, especialmente
en el Pacífico (1.17% anual), mientras que en el Golfo
el número de personas que se ocupan en este sector
se ha mantenido esencialmente constante (0.6% de incremento
anual). Este crecimiento poblacional es modesto en comparación
con el acelerado aumento en el número de embarcaciones
dedicadas a la pesca ribereña, por lo que más
bien estamos observando que muchos pescadores que antes laboraban
en navíos mayores ahora se desplazan hacia pequeñas
lanchas; esto es, hay cambios que están modificando
la estructura social y económica de la pesca en el
país.
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Estos nuevos pescadores ribereños pueden capturar algunas
especies que son aprovechadas por la flota de altura, pero
en una escala mucho menor. También son ellos quienes
explotan el enorme universo de especies que deben ser extraídas
de forma más artesanal, como el pulpo, el abulón
o la langosta, así como los organismos de agua dulce.
Como resultado, la producción pesquera de México
es sumamente diversa, incluyendo cientos de especies de peces,
crustáceos (camarones, cangrejos, langostas), moluscos
(calamar, pulpo, caracol, almejas), equinodermos (erizos)
y hasta algas. Por lo común, al aprovechar una especie
se extraen conjuntamente otros organismos, los cuales comparten
el mismo ambiente y características. Por ejemplo, las
sardinas son pequeños peces de mar abierto que forman
grandes cardúmenes dentro de los cuales también
se encuentran otros peces como las anchovetas y macarelas.
Al arrojar la red se extraen los organismos de éstas
y otras especies, ya que sus dimensiones son muy parecidas
y quedan atrapados en las mallas. Estos grupos de especies
se denominan unidades pesqueras de manejo (UPM), y al conjunto
de actividades y sistemas relacionados con su captura, procesamiento
y comercialización en un espacio y tiempo determinados
se le conoce como pesquería. En términos generales,
a cada UPM corresponde una pesquería, pero existen
excepciones.
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La mitad de la producción pesquera nacional descansa
básicamente en tres pesquerías: la de los
peces pelágicos menores (sardinas, anchovetas, etc.),
que comprende la tercera parte de la pesca nacional; la
de túnidos (fundamentalmente atunes, pero también
incluye barriletes y bonitos) y la del camarón. La
cuarta de las grandes pesquerías de altura, conocida
como «escama» porque aprovecha peces con esta
característica (mojarras, huachinangos, meros, robalos,
pargos, lisas, lenguados, cabrillas, jureles y muchos otros
peces), aporta un enorme volumen al total nacional.
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Tan sólo la captura de mojarra
es casi igual al volumen total de camarón aprovechado
en México (Figura 7.36, Cuadro_II.3.1.2).
Una parte muy importante de la pesca de agua dulce corresponde
a la pesquería de escama (bagres, truchas, lobinas,
mojarras, etc.). La pesquería de escama comprende
varias UPM y, adicionalmente, en el Golfo y el Caribe
incluye también a los peces pelágicos menores.
El volumen total de la pesca mexicana se ha mantenido
relativamente estable durante los últimos 15 años,
oscilando entre 1.35 y 1.57 millones de toneladas anuales,
sin una tendencia clara (Figura 7.37, Cuadro
II.3.1.1).
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El Pacífico se caracteriza por fuertes oscilaciones,
asociadas en parte al fenómeno de El Niño
(véase El Niño_y_la_pesca),
y por su mayor producción respecto de la costa
atlántica y la pesca continental.
En particular destacan las entidades que rodean al Mar
de Cortés, como Sonora y Sinaloa, con una producción
que supera las 200 mil toneladas al año (Mapa_7.11,
Cuadro_II.3.1.1).
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En el caso de México, el consumo de pescado no
muestra una tendencia clara hacia el aumento y sigue cercanamente
las oscilaciones de la producción (Figura 7.38, Cuadro_II.3.2.2).
Durante los años de baja pesquería, como 1998,
el consumo nacional no parece satisfacerse con productos
importados. De hecho, en ese año hubo proporcionalmente
más exportaciones y menos importaciones que en 2000.
Desde 1996 se puede apreciar una tendencia: el consumo de
importación crece anualmente mientras que las exportaciones
pierden terreno (Figura 7.39, Cuadro_II.3.2.1).
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Sustentabilidad del manejo
La explotación de un recurso puede ser elevada debido
a que las condiciones económicas de los productores
son adversas, por lo que extraen mayores cantidades del
recurso a fin de satisfacer sus necesidades monetarias,
o bien debido a que la demanda del mismo es alta. La sobreexplotación
agota los recursos pesqueros y conlleva a la captura incidental
de especies no-objetivo, así como al descarte de
las especies sin valor comercial, lo que daña al
ecosistema en su conjunto.
Ante el evidente deterioro de varias pesquerías en
todo el mundo, se han adoptado los conceptos de desarrollo
sustentable y pesca responsable. La sustentabilidad se considera
como «la relación entre la explotación
o aprovechamiento y la capacidad de renovación biológica
de los recursos, modulada por las condiciones del medio
ambiente natural y social con una visión de largo
plazo». Desde luego, el reto ha sido aplicar estos
conceptos a acciones prácticas que no sólo
consideren lo ambiental, sino también lo económico
y lo social.
La determinación de la sustentabilidad de las principales
pesquerías se realiza mediante diversos indicadores.
Con la información que brindan se define el estado
actual que guarda la pesquería de acuerdo con tres
categorías: en deterioro, en máximo aprovechamiento
sostenible y con posibilidades de desarrollo (véase
¿Cómo_reconocer_la_pesca_sustentable?
).
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A partir de la Carta Nacional Pesquera 2000 se tienen datos
de sustentabilidad para 99 UPM y 636 especies. De éstas,
el 20% está en deterioro, mientras que 15% de las
pesquerías y 6% de las especies se encuentran en
posición de ser desarrolladas más intensamente
(Figura 7.40, Cuadro_II.3.3.4).
Otra forma de evaluar la sustentabilidad es comparar la
pesca por unidad de esfuerzo (en este caso, el número
de embarcaciones). De acuerdo con esta lógica, las
grandes pesquerías del Golfo de México y el
Caribe se han mantenido en niveles sustentables, pero la
pesca de los peces de escama muestra graves signos de deterioro
en el Océano Pacífico (véase Rendimientos:_unos_suben_y
otros bajan).
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Las grandes pesquerías de altura que aportan la mayor
parte del volumen y el ingreso económico del sector
son también, por la escala en la que tienen lugar,
uno de los más grandes factores de degradación
de los océanos. Mientras que la pesca del atún
sin medidas adecuadas amenaza a los delfines, las redes
camaroneras –arrastradas por cientos de miles de kilómetros
cuadrados– dañan a muchas otras especies de
peces, crustáceos y moluscos. También en estas
pesquerías es donde se desarrollan nuevas tecnologías
y se toman las medidas más estrictas para reducir
el impacto. Los aspectos más relevantes sobre el
manejo, el impacto y la sustentabilidad, así como
la gestión de estas pesquerías, se muestran
en los recuadros La pesquería
del atún, Camarón:
la riqueza de los mares, La_diversidad_de_la_escama
y Pelágicos_menores:
la_pesca_más_abundante.
En los cuerpos de agua continentales, particularmente lagos
y presas, la situación es muy variable. Como sucede
en las pesquerías marinas, se considera que en la
mayoría la pesca tiene lugar al máximo sostenible
(Figura 7.41). En las lagunas, la degradación ambiental
juega un papel central. Los dos lagos con pesquerías
en deterioro, Chapala y Pátzcuaro, enfrentan actualmente
serios problemas de contaminación, además
del azolve en el primer caso y la sobrepesca en el segundo.
Un tercer caso (clasificado con estatus precautorio) es
el del lago de Cuitzeo, cuya productividad se ha desplomado,
aunque en forma concomitante con sequías regionales
por lo que no es fácil reconocer las causas de la
caída pesquera (véase El_colapso_de_Pátzcuaro).
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El producto más importante de los ríos es
el langostino. Este crustáceo se desarrolla en las
corrientes de tierra caliente, principalmente en el Golfo
de México, que aporta las cuatro quintas partes de
la producción nacional. Se considera que este organismo
se encuentra aprovechado a su máximo nivel sostenible.
Otro tipo de cuerpo de agua asociado a ríos son los
estuarios, donde los caudales se encuentran con el mar.
Éstos pueden ser los ecosistemas más productivos
del mundo.
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Albergan a diversos organismos marinos durante alguna etapa
de su ciclo de vida, como es el caso de los camarones, por
lo que son de gran importancia para varias pesquerías,
aun aquellas que se desarrollan en alta mar. Los estuarios
son sistemas muy complejos y frágiles que enfrentan
una difícil problemática por la interacción
del deterioro ambiental, la sobreexplotación y las
actividades productivas (véase La_problemática_de_los
estuarios).
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Otra forma de explotación irracional es la pesca de
organismos que luego son desechados en altamar. A menudo,
una parte de lo que fue pescado es descartado antes de llegar
a la costa debido a que está en malas condiciones o
no cumple con una talla comercial adecuada. Un ejemplo es
el atún que, cuando se pesca en cierto tipo de cardúmenes
conocidos como palos, está compuesto sobre todo por
individuos jóvenes cuya explotación no es rentable
y por lo mismo son arrojados simplemente por la borda.
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Si se compara el peso desembarcado con el peso vivo, podemos
notar que el 11.6% de lo que se pesca no llega a puerto.
Esto es particularmente grave en el Pacífico, donde
la cifra asciende a 14.3% (Figura 7.42, Cuadro_II.3.1.3).
En contraste, casi la totalidad de lo que se pesca en los
ríos es aprovechado.
El descarte de organismos no sólo afecta a las especies
objetivo (aquellas cuyo aprovechamiento busca el pescador),
sino también a una gran cantidad de organismos denominados
"fauna de acompañamiento", la cual sólo
en algunos casos resulta aprovechable, mientras que en su
mayoría es devuelta muerta a su hábitat (muy
raras veces los organismos incidentales sobreviven a la
manipulación y pueden continuar su ciclo de vida
al ser liberados).
Además de reducir el número de las especies
silvestres en forma directa a través de la extracción,
la sobreexplotación genera también efectos
indirectos.
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Las poblaciones que se están deteriorando tienen
menos tolerancia a los fenómenos externos que las
afectan. Así, por ejemplo, las pesquerías
manejadas indebidamente sufrieron más gravemente
los efectos de El Niño de 1998 que aquellas bajo
un manejo sustentable (véase
El Niño,_la_sobreexplotación_y_el abatimiento_de_las_pesquerías).
Este comportamiento es común en otros procesos de
degradación antrópica, tales como la desertificación.
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Gestión de los recursos pesqueros
La administración adecuada de un recurso
depende en gran medida del conocimiento que se tiene del
mismo, tanto para conocer su estado como para poder plantear
soluciones adecuadas a su problemática. Con el propósito
de desarrollar estos conocimientos, el Instituto Nacional
de Pesca se apoya en la investigación que realizan
15 centros regionales y tres estaciones ubicadas en ambos
litorales y en los principales cuerpos de agua continentales
(Mapa_II.3.3.1). En
2001 estos centros estaban trabajando en 118 proyectos,
orientados en su mayoría al conocimiento del estado
de los recursos pesqueros y su manejo (Figura 7.43, Cuadro_II.3.3.11).
Entre los más importantes están la protección
al delfín y a las especies marinas amenazadas, el
impulso de la acuacultura y el desarrollo tecnológico
(Recuadro_II.3.3.3)
orientado sobre todo a un mejor aprovechamiento de las pesquerías
y la reducción de su impacto; algunos resultados
de esto último se mencionan en La
pesquería del atún y Camarón:_la_riqueza_de_los_mares.
También se llevan a cabo proyectos de pesca experimental
a fin de diversificar los recursos y probar nuevas tecnologías
(Recuadro_II.3.3.5).
Los resultados de la investigación y del seguimiento
estadístico de la producción pesquera y sus
actividades relacionadas son la base para la normatividad
en la materia. La Ley de Pesca regula todas las actividades
ligadas con la misma, anteponiendo los intereses de la nación
en cuanto a la conservación de los recursos pesqueros
y su hábitat. La regulación de aspectos particulares
se efectúa a través de normas. Actualmente
trece pesquerías cuentan con instrumentos de este
tipo (véase Tabla_7.5).
Otras seis normas están dedicadas a la administración
de la pesca en embalses. La NOM-05-ECOL-2001 determina las
especies que se encuentran bajo protección, de las
cuales las tortugas marinas y algunos mamíferos marinos
pueden verse afectados por las pesquerías. La NOM-012-PESC-1993
establece las medidas adecuadas para la protección
de la vaquita marina y la totoaba, mientras que las normas
relacionadas con la pesca del camarón exigen el uso
de dispositivos excluidores de tortugas (DET).
Existe una gran variedad de instrumentos que se pueden
emplear para promover el desarrollo sustentable de una pesquería
y establecer diferentes medidas de protección, como
el permiso y las normas oficiales mexicanas (NOM). El permiso
es el más ampliamente utilizado, ya que, de acuerdo
con la Ley de Pesca, es necesario para cualquier aprovechamiento
con fines comerciales. La expedición de un permiso
depende de la disponibilidad del recurso y de que la explotación
no deteriore la unidad pesquera de manejo. Otra forma habitual
de protección es permitir sólo el aprovechamiento
de organismos que ya se hayan reproducido (en general a
través del establecimiento de tallas mínimas),
las vedas y la prohibición de artes de pesca perniciosas
(Figura 7.44).
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Para asegurar el cumplimiento de la normatividad ambiental
existen dos instrumentos principales: las inspecciones de
la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente
(Profepa) (Recuadro_IV.3.1.4)
y los Comités de Vigilancia Comunitaria,constituidos
por gobiernos y comunidades locales, organizaciones no gubernamentales
e instituciones científicas (Recuadro_IV.3.1.5).
El número de inspecciones y operativos alcanzó
sus valores más altos en 1992-1994, y a partir de
entonces ha registrado un importante descenso, mientras
que los aseguramientos y certificaciones han mostrado un
incremento (Figura 7.45, Cuadro
IV.3.1.5). El 39.4% del producto asegurado termina por
decomisarse. Las actividades de inspección y certificación
de los DET en la pesca camaronera se han concentrado en
Sonora, Sinaloa y los estados del Golfo de México,
que son los que más camarón producen (Mapas_7.12
y 7.13).
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En 1999 existían 118 comités de vigilancia
comunitaria en las entidades con litoral, concentrados principalmente
en Oaxaca, Veracruz y Yucatán (Mapa_7.14).
Ante el agotamiento paulatino de muchos recursos marinos,
la promoción de fuentes alternativas de producción
es una forma de reducir la presión sobre la vida
silvestre, a la par que se garantiza el abasto. Si bien
México aún está lejos de otros países
en cuanto a su producción acuícola, se han
dado avances importantes en este sentido a lo largo de las
últimas décadas al grado de que actualmente
constituye el 13% de la producción pesquera nacional.
El volumen generado por la acuacultura ha oscilado entre
160 y 200 mil toneladas, sin que haya habido una tendencia
sensible a lo largo del tiempo (Figura 7.46, Cuadro
II.3.3.9).
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Los mayores productores son los estados de Veracruz y
Tabasco (especializados en ostión), Sinaloa y Sonora
(entidades productoras de camarón) y Michoacán
(que cría carpa en primer término) (Mapa_7.15).
Esto refleja las diferencias regionales en la acuacultura.
Si bien la mojarra es la especie que se produce en mayor
cantidad, está en segundo lugar en ambos litorales
y los estados del interior del continente. En primer lugar
en estas regiones se encuentra el camarón en el Pacífico,
el ostión en el Golfo y el Caribe y la carpa en las
entidades sin litoral (Figura 7.47, Cuadro
II.3.3.10).
Las especies que aportan más a la producción
de la acuacultura nacional son todas las especies de agua
dulce (mojarra, tilapia, trucha, bagre), que representan
el 70% del total (Cuadro_II.3.3.10)
y el 80% de la capacidad acuícola instalada (medida
como volumen) (Cuadro_II.3.3.7).
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De hecho, el cultivo de estas especies es el principal
proveedor para su consumo, situación poco común
en los productos del mar, con dos excepciones: el ostión,
el cual es criado casi en su totalidad por el hombre, y
el camarón, cuya producción procede en un
35% de la acuacultura (Figura 7.48, Cuadro
II.3.3.8).
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