Cambios en el uso del
suelo
En los últimos tres siglos, el uso
del suelo ha cambiado con una velocidad alarmante en todo
el mundo. En México, cerca de la mitad del territorio
ha sido modificado intensamente. Al examinar los cambios que
han sufrido los diferentes tipos de vegetación a partir
de sus condiciones naturales, observamos que sólo 41%
de la selva remanente permanece como vegetación primaria,
lo que lo hace el ecosistema más afectado por el hombre.
Por el contrario, los matorrales primarios actuales corresponden
a un 55% de los originales. Ésta es la vegetación
conservada en mayor proporción, aunque en términos
de extensión absoluta los matorrales han sido los más
afectados (Figura 2.2).
El cambio en el uso del suelo es uno de los
temas de mayor interés en las disciplinas ambientales.
Constituye uno de los factores primordiales en el cambio climático
global, ya que altera ciclos biogeoquímicos como el
del agua o el del carbono. También es una de las causas
más importantes de pérdida de biodiversidad
a nivel mundial. y, sin duda, el medio por el que la sociedad
resiente las alteraciones en el entorno. No debemos olvidar
que a través de los cambios en el uso del suelo se
materializa nuestra relación con el medio ambiente
(Lambin et al., 1999).
El uso del suelo también está
muy relacionado con el tema de la sustentabilidad. La forma
en que cambiamos la cubierta vegetal determina la persistencia
de bosques, selvas y suelos en el futuro, así como
de los recursos que nos proporcionan. De ahí que sea
fundamental estudiar en detalle los procesos de cambio de
uso del suelo. De ello se ocupa una disciplina joven que integra
aspectos ecológicos, sociales y económicos en
varios niveles que van desde las decisiones de un campesino
en la Selva Lacandona hasta las políticas económicas
implementadas por instituciones de carácter mundial.
En México se han realizado inventarios
de la superficie bajo diferentes usos desde hace aproximadamente
25 años. En principio, esto permitiría hacer
comparaciones periódicas con la finalidad de conocer
las tasas y dinámica de modificación del uso
del suelo. Sin embargo, tales estudios se llevaron a cabo
con herramientas tecnológicas distintas y criterios
de clasificación de los usos del suelo inconsistentes.
Por ello los datos no son comparables, y temas como el de
la deforestación aún son objeto de debates en
los diferentes medios. En cualquier caso, debe reconocerse
que los datos revelan varias tendencias, con la salvedad de
que las estimaciones, por su naturaleza, no son tan precisas
como sería deseable.
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Las
tres fuentes que han examinado los usos del suelo en forma
exhaustiva a nivel nacional son la Cartografía de uso
actual del suelo y vegetación serie I, elaborada con
fotografías aéreas realizadas alrededor de 1976,
y la serie II mosaico corregido, preparada a partir de imágenes
satelitales de 1993, ambas producidas por el INEGI (en lo
sucesivo, CUSV 1976 y CUSV 1993, respectivamente). La tercera
y más reciente fuente es el Inventario Forestal Nacional
2000 (IFN 2000) basado en imágenes de ese año.
Vale señalar que estas fuentes no son del todo congruentes
entre sí, lo que dificulta la estimación de
las tasas de cambio. Esto es especialmente cierto en lo referente
a vegetación secundaria (véase Siguiendo
los inventarios).
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De ahí la necesidad de avanzar en la generación
de información de campo que permita hacer comparables
los datos, no sólo con la finalidad de afinar las estimaciones
del cambio de uso del suelo, sino también de obtener
una serie de datos que sirva como base consensuada para futuras
evaluaciones.
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El uso del suelo en México ha experimentado cambios
sustanciales. Entre 1993 y 2000 (con base en CUSV 1993 e
IFN 2000) la vegetación silvestre, tanto primaria
como secundaria, se perdió a una tasa de más
de un millón de hectáreas anuales: una superficie
equivalente al estado de Chiapas durante todo el septenio.
La situación es especialmente grave en el caso de
las selvas, que aportan cerca de la mitad de la cifra, y
cuya destrucción avanza a una tasa de 1.58% anual,
aun cuando se trata de una de las comunidades biológicas
más diversas de tierra firme. Por el contrario, los
terrenos dedicados a la ganadería (pastizales) y
la agricultura se expandieron. Los pastizales promovidos
por el hombre aumentan su superficie anualmente a una tasa
del 4.07%, lo que representa unas 800 mil hectáreas,
dos veces la superficie del estado de Tlaxcala. Las tasas
de cambio de uso del suelo entre 1993 y 2000 son más
elevadas que las correspondientes al periodo 1976–1993,
lo que significa que los procesos se están acelerando.
La superficie total que sufrió cambios también
se incrementó en los últimos años (Figura
2.3, Tabla 2.1).
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Los bosques están desapareciendo a una tasa de 0.79%,
o 2 672 km2 al año. Aunque en algunos estados la
superficie arbolada se ha recuperado, como sucede principalmente
a lo largo de la Sierra Madre Oriental, en otros se observan
las tasas más elevadas de deforestación, como
los localizados en la Sierra Madre Occidental, el Bajío
y el centro del país (Mapa
2.2). Las selvas son deforestadas a una tasa casi del
doble (1.58% anual), y en zonas como la Huasteca, Yucatán
y Veracruz a una tasa que rebasa el 2.5% (Mapa_2.3).
Finalmente, la superficie de matorrales que se desmonta
anualmente es igual que la de bosques, aunque en términos
relativos es menor (0.48%). Este ecosistema ha resultado
más afectado en Sinaloa, Hidalgo, Zacatecas y Tamaulipas
(Mapa_2.4). La actividad
responsable de la mayor parte de estos cambios es la ganadería,
con la consecuente transformación de uso hacia pastizales
inducidos y cultivados. Entre 1993 y 2000 se incorporaron
a esta modalidad de uso alrededor de 57 mil km2, equivalente
a una tasa del 4.07% anual. Esta tasa es tan elevada, que
los potreros podrían duplicar su superficie cada
18 años. La situación es particularmente grave
en los estados de la península de Yucatán
y menos severa en los estados del Golfo de México,
el centro del país y Oaxaca (Mapa
2.5).
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La conversión de terrenos para cultivos es otro importante
factor de cambio de uso, pues cerca de 3 700 km2 de suelos
sufrieron este proceso anualmente entre 1993 y 2000. De
nuevo, la península yucateca mostró los cambios
más profundos, junto con Veracruz, Guerrero y Nayarit
(Mapa_2.6). Como tendencias
generales, se puede señalar que los estados del sureste
son los que más rápidamente están siendo
transformados por las diversas actividades productivas;
en el norte y occidente del país la ganadería
es un factor importante de deterioro ambiental, papel que
juega la agricultura en mayor medida en el sur y sureste.
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Si se evalúa la proporción de la vegetación
que permaneció con el mismo uso entre 1993 y 2000,
se puede ver que los terrenos bajo explotación fueron
los que menos se modificaron (90% en el caso de los pastizales
inducidos y 95% en el de los cultivos). Ningún tipo
de vegetación natural se mantuvo sin alteración
en una proporción tan grande. La transformación
de la vegetación hacia pastizales ganaderos o agricultura
siempre es mayor si se trata de vegetación secundaria.
Baste señalar que una cuarta parte de las selvas
secundarias fue desmontada en su totalidad (Figura 2.4,
Tabla 2.2). Sin duda,
este fenómeno es responsable en gran medida de la
elevada tasa de pérdida de selvas que se experimenta
en México.
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La transformación en pastizales es el principal
proceso de destrucción de todos los tipos de vegetación.
Esto señala a la ganadería como la causa más
importante de cambios de uso en el país, (aun sin
considerar la enorme superficie dedicada a la cría
de animales y que no necesariamente ha sido transformada
a pastizales (véase sección “Alteración
de bosques y selvas”). La ganadería afecta
en mayor medida a la vegetación primaria, mientras
que la secundaria sufre un cambio relativamente mayor debido
a la agricultura. El papel del ganado es más significativo
en los bosques, mientras que en las selvas una proporción
mayor de la superficie desmontada se dedica a los cultivos.
En el caso de los matorrales la influencia de la agricultura
es aún mayor (Figura 2.4).
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La dinámica de cambios entre diferentes usos puede
ser visualizada como un flujo de terrenos que pasan de una
forma a otra de manejo. En la Figura 2.5 se muestra esto
de manera diagramática (ver también Tabla_2.2).
En ella, algunos procesos de igual naturaleza han sido homologados
(por ejemplo, desmonte de selvas y bosques se considera
deforestación). Utilizando este marco conceptual,
es posible proyectar lo que sucedería de mantenerse
o modificarse las tasas actuales (véase ¿Hacia_dónde_va_el_uso_del_suelo?).
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Los análisis muestran que aun cuando se detuviera por
completo el cambio de uso del suelo por ganadería o
agricultura, nuestras bases de recursos se verían seriamente
reducidas. Para lograr mantener en el mediano plazo la cantidad
de vegetación silvestre dentro de sus valores actuales,
todas las tasas de deterioro ligadas a las actividades del
hombre tendrían que reducirse en un 80%. Si bien la
cifra no debe considerarse como exacta, sí nos puede
dar una idea de lo lejos que se encuentran las prácticas
actuales de aquellas que serían sustentables. El análisis
también revela que la alteración (paso de vegetación
primaria a secundaria) es un proceso clave que regula la dinámica
de todo el sistema.
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