Degradación del
suelo
La vida en tierra firme depende del suelo.
Con contadas excepciones, todas las plantas requieren de este
recurso para sobrevivir. El suelo almacena el agua disponible
para la vegetación y cobija a los organismos que lo
habitan; su pérdida es irreversible. A pesar de estas
consideraciones se está haciendo un uso inadecuado
del suelo, que lo destruye o lo degrada.
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La degradación de los suelos se refiere básicamente
a los procesos desencadenados por las actividades humanas
que reducen su capacidad actual y/o futura para sostener ecosistemas
naturales o manejados, para mantener o mejorar la calidad
del aire y agua, y para preservar la salud humana. Se estima
que alrededor de 2 000 millones de hectáreas en el
mundo sufren algún tipo de deterioro como consecuencia
de las actividades del hombre. Esto equivale al 15% de toda
la tierra firme, un área mayor que México y
Estados Unidos juntos. La erosión provocada por el
agua es la forma más común de degradación
del suelo (Figura 3.4).
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Cada año los ríos
acarrean al océano 24 000 millones de toneladas de
tierra cultivable. El arrastre de los últimos dos decenios
es equivalente a la capa de suelo que recubre la totalidad
de los terrenos agrícolas de Estados Unidos. Las causas
más frecuentes de dicha degradación son el sobrepastoreo,
la deforestación y las malas prácticas agrícolas
(Figura 3.5, PNUMA-Earthscan, 2002).
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Por lo general, la degradación de suelos es más
severa en los países en vías de desarrollo,
aunque algunos de los más prósperos también
enfrentan graves problemas. Dentro de la OCDE, México
ocupa uno de los primeros lugares en degradación, aunque
otros miembros experimentan una situación mucho peor.
En el contexto latinoamericano, estamos en un punto intermedio
entre los países de Centro y Sudamérica (Figura
3.6).
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El 64% del territorio nacional muestra algún tipo
de degradación (véase, no obstante, ¿Cuánta_es_la
degradación?). A su vez, 70% de esta cifra es
degradación de moderada a extrema, donde la fertilidad
del suelo se encuentra reducida fuertemente (Figura 3.7,
Cuadro III.3.3.2).
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En general, se reconocen dos tipos de deterioro: el que
implica el desplazamiento del suelo (erosión) y el
que se refleja en un detrimento de la calidad del suelo
(Recuadro III.3.3.3).
Más de la mitad del territorio sufre los efectos
de la erosión provocada por el agua o el viento.
Tal como sucede en el resto del mundo, la erosión
hídrica es la primera causa de degradación
en México (Figura 3.8, Cuadro
III.3.3.1).
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La erosión
hídrica es la remoción del suelo bajo la acción
del agua. Esto afecta tanto a las zonas de las cuales se retira
el sustrato como a aquellas que son sepultadas por el depósito
de sedimentos. En la mayoría de los casos el suelo
se vierte al mar, por lo que las zonas afectadas por la sedimentación
apenas alcanzan un 0.06% del territorio nacional. Uno de los
problemas más graves de la sedimentación es
el azolve de represas, que compromete el futuro de obras millonarias
para la provisión de agua y generación de electricidad.
Las estimaciones sobre la superficie afectada por la erosión
en México son muy diferentes, pero a partir de 1965
todas coinciden en que supera el 60% del país (Figura
3.9). |
La erosión hídrica toma dos formas fundamentalmente.
La erosión superficial ocurre cuando el agua fluye
en forma más o menos homogénea por una zona,
arrastrando la capa superior del suelo. Este estrato es el
que más nutrientes y materia orgánica contiene
y, al eliminarse, el suelo pierde su fertilidad. En otras
ocasiones el flujo del agua se concentra en un cauce donde
la erosión es más rápida, de modo que
va abriendo una zanja cada vez más profunda o cárcava.
En tales casos se dice que hay deformación del terreno.
Cuando el viento es el agente que provoca el deterioro se
reconocen las mismas modalidades de erosión superficial
más la deformación, cuando se forman dunas.
La deformación por viento no es un problema extendido
en México, mientras que la que está asociada
al agua comprende más de 22.7 millones de hectáreas.
La movilidad del sustrato en las cárcavas o dunas es
muy alta, por lo que las pocas plantas que llegan a germinar
en estas condiciones son arrastradas junto con el suelo cuando
aún son pequeñas.
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Consecuentemente
no se desarrolla vegetación que pueda retener el terreno
y es sumamente difícil frenar la degradación.
Por lo mismo, la erosión por cárcavas es severa
o extrema en el 56% de los casos (Figura 3.10). Éste
es sin duda uno de los problemas ambientales más graves
que enfrenta nuestro país. |
La erosión hídrica tiene lugar sobre todo
en las zonas montañosas donde existen laderas para
que el agua corra. Esto significa que sólo la península
de Yucatán, las planicies costeras del golfo y el
Pacífico, así como las porciones del norte
del Altiplano, no sufren de erosión por agua (Mapa_III.3.3.16).
Una excepción notable es la península de Baja
California, que se encuentra en buenas condiciones a pesar
de contar con importantes cordilleras. La erosión
eólica se presenta sobre todo en las zonas secas
del norte del país, pero hay pequeñas áreas
dispersas a lo largo de todo el territorio nacional (Mapa
III.3.3.17).
La degradación química tiene lugar bajo diferentes
condiciones. La forma más común es la salinización,
que es el incremento de la cantidad de sales en el suelo.
Las zonas áridas, las cuencas cerradas y las costas
tienen suelos naturalmente salinos. El riego puede agravar
la salinidad cuando se emplea agua de mala calidad rica
en minerales como el sodio, tal es el caso del líquido
extraído por bombeo o las aguas negras. También
un riego excesivo puede elevar el manto freático
formando salitre en la superficie. Los terrenos con drenaje
deficiente y/o alta evaporación son particularmente
susceptibles. La mayoría de las plantas ven reducido
su desempeño en suelos salinos, lo que abate los
rendimientos de las cosechas (Mapa_III.3.3.18).
Por su parte, la degradación biológica afecta
un 3.6% del país. Este fenómeno tiene que
ver con la pérdida de materia orgánica y de
los procesos que mantienen la fertilidad del suelo; en este
rubro, la península yucateca es la región
más afectada (Mapa_III.3.3.19).
Por último, la degradación física está
asociada principalmente con la pérdida de la capacidad
del sustrato para absorber y almacenar agua, lo que ocurre
cuando el suelo se compacta (por el tránsito de vehículos
o animales), su superficie se endurece (encostramiento)
o se le recubre (urbanización). También la
inundación de una zona degrada físicamente
sus suelos (Mapa III.3.3.20,
Recuadro III.3.3.2).
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