3. SUELOS
   


Contaminación del suelo: Residuos

__Residuos sólidos municipales
__Residuos peligrosos (RP)

 

A diferencia de lo que ocurre en la naturaleza, donde la mayoría de los productos biológicos son reciclados, las actividades que desarrolla la sociedad suelen ser ineficientes en cuanto al consumo de energía, agua y materiales, generando grandes cantidades de residuos que deben descartarse. Lo anterior ejerce presiones excesivas sobre la propia naturaleza, no sólo derivadas de la extracción de los recursos, sino también como consecuencia de su transformación en residuos, que son vertidos irresponsablemente en los suelos y cuerpos de agua.

La cantidad y el tipo de desechos que se generan, así como la problemática que éstos originan, varía grandemente entre países. Por una parte, las naciones menos desarrolladas están expuestas a la contaminación, con severos riesgos para la salud, que resulta de la ineficaz recolección de los desechos y su manejo inadecuado. Por otra parte, las naciones industrializadas enfrentan las consecuencias de técnicas de producción dañinas para el ambiente o de terrenos contaminados en antiguas zonas industriales. En ambos casos, los suelos pueden haber sufrido tal deterioro que todo nuevo desarrollo en ellos es imposible o requiere el uso de tecnologías sumamente costosas para su tratamiento.

Los desperdicios generados en una vivienda, hospital o industria difieren sustancialmente y requieren de un manejo particular. Por esta razón se les clasifica como: 1) residuos sólidos municipales (RSM), que abarcan principalmente basura originada en viviendas y comercios; y 2) residuos peligrosos (RP), que representan un riesgo especialmente alto para la salud o el medio ambiente (véase ¿Sólidos_o_peligrosos?). En su mayoría, estos últimos residuos se presentan también en forma sólida.

 Residuos sólidos municipales

La generación de residuos sólidos per cápita varía de acuerdo con la zona geográfica y el grado de desarrollo que presente el país. Los habitantes de los países industrializados son quienes descartan más desechos.

 


México ocupa uno de los primeros lugares de América Latina, muy cerca del promedio europeo (Figura 3.23).

 

En los últimos años, la generación nacional de RSM se ha calculado alrededor de las 30.8 millones de toneladas anuales, sin embargo, algunos trabajos sugieren que esta cifra podría ser mayor. Dada la tendencia al aumento de la producción de residuos municipales en los últimos años, se ha calculado que esta cifra podría haber alcanzado las 39 millones de toneladas en el año 2000 (Urquidi, 2000). Los residuos sólidos municipales se producen mayormente en la región centro del país: casi el 50% del total nacional. Otras dos regiones que también producen porcentajes importantes son el norte y el Distrito Federal, con 14 y 19% respectivamente (Mapa_3.2, Figura 3.24).

La producción nacional de RSM va en aumento (Figura 3.25, Cuadro III.6.1.3).

Este incremento está relacionado, en parte, con el elevado índice de crecimiento demográfico del país, aunque la generación de basura ha crecido más rápidamente que la población (Figura 3.26, Cuadro III.6.1.4).

La producción per cápita diaria se ha incrementado de 300 g en la década de los 50 a más de 860 g en promedio para el año 2000, tendencia que sigue patente en la actualidad (Figura 3.27).


No sólo la cantidad de basura ha cambiado en el tiempo. La composición de la misma dejó de ser fundamentalmente orgánica, fácilmente integrable a los ciclos de la naturaleza, para caracterizarse por abundantes elementos cuya descomposición es lenta y que requieren procesos complementarios a fin de reducir sus impactos al ambiente (Sedesol, Subsecretaría de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio, 2002, Figura 3.28, Cuadro III.6.1.1).


Además, una gran variedad de residuos considerados como peligrosos se han añadido a la basura. Mientras que en los países desarrollados existen reglas y procedimientos para el manejo de estos componentes, sólo algunos países de América Latina y el Caribe cuentan con una legislación al respecto que, prácticamente, no aplican.

La generación de RSM varía también en función de factores culturales, niveles de ingreso, hábitos de consumo, desarrollo tecnológico y calidad de vida de la población. Por ello, fenómenos en apariencia inconexos con la basura, tales como la elevación de los niveles de bienestar o la tendencia a abandonar las zonas rurales para concentrarse en los centros urbanos, inciden en la generación de desperdicios. Los sectores de más altos ingresos originan mayores volúmenes de residuos per cápita y éstos tienen un mayor valor incorporado que los provenientes de sectores más pobres de la población. En las ciudades se genera más basura que en las poblaciones pequeñas.




Las grandes metrópolis son las responsables del incremento reciente en la generación de basura, mientras que en las urbes medianas y los pueblos la producción de desechos se ha mantenido más o menos constante (Acurio et al., 1997, Figura 3.29, Cuadro_III.6.1.2). En las ciudades donde el desarrollo humano es más grande (véase Desarrollo humano: el capital de la libertad en el capítulo 1), también es mayor el impacto en el medio ambiente (véase Las huellas del desarrollo en el capítulo 1).

Las mismas diferencias en la producción de RSM per cápita pueden observarse entre estados (Mapa_3.3). El 69.7% de esta variación se explica a partir de los distintos niveles de desarrollo humano de las entidades (Figura 3.30, Cuadro_III.6.1.2). De lo anterior es evidente el reto que tiene México para poner en práctica mecanismos que le permitan seguir incrementando el desarrollo humano de sus habitantes, pero sin que ello implique un deterioro del medio ambiente ocasionado por la generación de mayor cantidad de basura.

Residuos peligrosos (RP)

Las únicas estimaciones en torno a la generación de residuos peligrosos (RP) en México proceden de las propias empresas que los producen. Por normatividad, éstas deben identificar si los desperdicios que originan son peligrosos o no (Recuadro_III.6.2.1), en cuyo caso deben dar parte a las autoridades respectivas. Debido a las características inherentes a este proceso, una cantidad indeterminada de generadores se mantienen al margen del mismo, de manera que mientras 27 280 empresas han manifestado la generación de RP, una cantidad entre tres y diez veces superior no lo hace. De cualquier forma, se estima que estas industrias producen una fracción pequeña del universo total de los RP en México (Recuadro III.6.2.2).


Con base en las cifras de las empresas que manifestaron generar este tipo de desechos en 2001, se estima que el volumen total anual es de 3 705 846 toneladas en promedio. Las entidades que más residuos arrojaron fueron Guanajuato y el Distrito Federal, que por sí mismas declararon más de la mitad del producto nacional (Mapa_3.4, Cuadro_III.6.2.1). Una suma adicional de 254 220 toneladas fue importada al país ese año para su tratamiento o aprovechamiento y 6 431 entraron a nuestro territorio para su uso temporal en la industria maquiladora para luego ser devueltas al país de origen (operación conocida como de “retorno”). Los movimientos transfronterizos concluyen con las exportaciones, que ese año fueron de 1 876 086 toneladas.


Sin embargo, estas cifras cambian mucho cada año (Tabla 3.1), lo que sugiere que hay fluctuaciones considerables en la industria, así como una cantidad importante de irregularidades en la manifestación de los RP.

La exportación de RP se mantuvo muy por debajo de la importación hasta 2001, año en que se incrementó notablemente debido, sobre todo, al envío de recortes de perforación (tierra y rocas removidas durante las operaciones de perforación de pozos petroleros). Por el contrario, el retorno cayó de manera significativa, a pesar de que, de acuerdo con INEGI, la industria maquiladora creció en esos dos años (Figura 3.31, Cuadros_III.6.2.2, III.6.2.3 y III.6.2.4).


Los RP que se producen en mayor cantidad se clasifican como sólidos, una categoría que abarca gran diversidad de elementos provenientes de las industrias textil, peletera, del asbesto, autopartes y otras. A continuación se encuentran los residuos líquidos generados durante el proceso de elaboración de sustancias químicas, derivados del petróleo y el carbón, hule y plástico, así como de la industria textil, del cuero, metal básica y de minerales no metálicos. En tercer lugar figuran los lubricantes gastados, que se originan en todos los casos en los que se emplea maquinaria. Diferentes procesos productivos dan lugar a distintos tipos de residuos.

Así, mientras que el sector primario desecha fundamentalmente aceites, el comercio se caracteriza por descartar solventes y la industria manufacturera, una gran variedad de productos (Figura 3.32).



También la cantidad de desechos es muy distinta según la actividad: la industria manufacturera genera más de las tres cuartas partes de los RP del país, seguida por la minería y el petróleo (Figura 3.33). De los 344 118 establecimientos manufactureros que son fuentes potenciales de deterioro ambiental, sólo una fracción está considerada como fuente contaminante de jurisdicción federal. En la primera versión de la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA), que entró en vigor en enero de 1988, se define como fuente de contaminación de jurisdicción federal en materia de residuos peligrosos a todas aquellas empresas industriales o de servicios que los generan, transportan, almacenan, reciclan, tratan o desechan.


Entre ellas están incluidos todos los establecimientos industriales sin importar su giro, la industria paraestatal y aquellas cuyo giro sea químico, petroquímico, siderúrgico, papelero, azucarero, de bebidas, cementero, automotriz, del asbesto y de generación y transmisión de electricidad. Algunos establecimientos de servicios son generadores potenciales de residuos peligrosos; sin embargo, por su tamaño, la gran mayoría de ellos no se consideran fuentes significativas de residuos (Figura 3.34, Recuadro IV.3.2.1).


Los residuos biológico-infecciosos, aunque de poca importancia por su volumen, son de particular relevancia debido a su peligrosidad. Este tipo de desechos se genera principalmente en hospitales, clínicas veterinarias, laboratorios y bioterios, entre otras instalaciones, y representan un grave riesgo para la salud pública ya que pueden transportar organismos patógenos. Dentro de este grupo se encuentran abatelenguas, jeringas, materiales punzocortantes, sangre, cepas y cultivos patológicos, etc. A nivel nacional, la capacidad hospitalaria actualmente es de 127 702 camas, cuya generación aproximada de residuos biológico-infecciosos es de 1.5 kg/cama/día, por lo que se calcula una generación total diaria (suponiendo que todas las camas estén ocupadas) superior a 190 toneladas, a las que habría que sumar la producción de laboratorios, clínicas, etc. Los medicamentos caducos no caen en esta categoría, pero deben destruirse por el riesgo que representa su consumo.

Algunos RP son tóxicos, es decir, contienen sustancias capaces de causar la muerte o provocar efectos nocivos en la salud de la población, así como en la flora o fauna. Las características y severidad de estos residuos varían de acuerdo con las formas e intensidades de la exposición. Dentro de este grupo se encuentran cianuros, arsénico, anilinas, plomo y polifenoles, entre otros. Algunos de estos compuestos pueden durar activos en el ambiente durante décadas, tales como los bifenilos policlorados empleados en la industria y en los plaguicidas (DDT y clordano).

De hecho, los plaguicidas constituyen uno de los productos tóxicos más ampliamente usados en México –y en el mundo– para lograr la producción de alimentos. Si bien el empleo de estas sustancias puede afectar potencialmente a los consumidores de los alimentos a los que se les aplica, hoy en día ocasionan la intoxicación de unos 6 000 campesinos anualmente. En la actualidad se utilizan alrededor de 15 mil toneladas de plaguicidas en México, cifra que muestra un ligero incremento en los últimos cinco años.

Los herbicidas son otro grupo de sustancias ligeramente tóxicas, que tienen un efecto limitado sobre el hombre puesto que atacan procesos metabólicos de las plantas que no están presentes en los animales. Por lo general, sólo irritan la piel o las mucosas. Sin embargo, algunas de estas sustancias, como el glifosfato, sí pueden tener efectos graves como cataratas cuando la exposición es crónica (Figura 3.35, Cuadro II.2.5.4).


Los fertilizantes también pueden representar riesgos a la salud; por ejemplo, los nitratos y nitritos –necesarios para la vida vegetal– en los animales tienen efectos ligeramente tóxicos que, aunque por lo general no pasan de algunos trastornos estomacales, pueden provocar quemaduras en la piel. El uso de componentes nitrogenados en los fertilizantes es inevitable, puesto que constituyen la base para que las plantas puedan sintetizar proteínas elementales para su supervivencia. En buena medida, la discusión actual sobre la toxicidad de dichos insumos agrícolas es que suelen contener sustancias venenosas como plomo, cadmio, arsénico o dioxina. Éstas resultan del empleo de residuos industriales contaminados como fuente barata de nutrientes minerales tales como zinc o hierro. En general la cantidad de estas sustancias tóxicas es mínima, por lo que varios estudios no han encontrado una verdadera amenaza a la salud o el ecosistema.

En el año 2000, se consumieron en México cerca de 3.09 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados. La producción de los mismos creció en forma notable, produciéndose 4.64 millones de toneladas en el mismo año (Figura 3.36, Cuadros II.2.5.1 y II.2.5.3).


Eventualmente, ocurren accidentes en el manejo de los residuos peligrosos que los liberan al ambiente. A esto se le conoce como emergencias ambientales, las cuales son competencia de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente. En este sentido, la Procuraduría ha llevado a cabo acciones básicas entre las que destaca un estudio para la instrumentación de un sistema nacional para la atención de emergencias ambientales. El estudio permitió identificar las necesidades y requerimientos, tanto humanos como materiales, para el establecimiento y la operación de un sistema nacional de información, orientación y apoyo para la atención de emergencias ambientales asociadas con el manejo de materiales y residuos peligrosos (Recuadro IV.3.2.4).



Entre 1995 y el 2001 se registraron un total de 3 808 emergencias ambientales, de las cuales, según su tipo, 3 300 (86.6%) fueron fugas o derrames y las restantes 508, incendios, explosiones u otras donde se incluyen reportes de olores en sistemas de alcantarillado y depósitos clandestinos de materiales o residuos peligrosos (Figura 3.37, Cuadro IV.3.2.12).



En su mayoría, dichas emergencias ocurrieron durante el transporte de las sustancias, ya sea en ductos, carreteras, vías férreas o marítimas (Figura 3.38, Cuadro IV.3.2.13).

   
 
   
Responsable: Dirección General de Estadística e Información Ambiental
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