Contaminación del suelo: Residuos
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__Residuos
sólidos municipales |
__Residuos
peligrosos (RP) |
A diferencia de lo que ocurre en la naturaleza,
donde la mayoría de los productos biológicos
son reciclados, las actividades que desarrolla la sociedad
suelen ser ineficientes en cuanto al consumo de energía,
agua y materiales, generando grandes cantidades de residuos
que deben descartarse. Lo anterior ejerce presiones excesivas
sobre la propia naturaleza, no sólo derivadas de la
extracción de los recursos, sino también como
consecuencia de su transformación en residuos, que
son vertidos irresponsablemente en los suelos y cuerpos de
agua.
La cantidad y el tipo de desechos que se generan, así
como la problemática que éstos originan, varía
grandemente entre países. Por una parte, las naciones
menos desarrolladas están expuestas a la contaminación,
con severos riesgos para la salud, que resulta de la ineficaz
recolección de los desechos y su manejo inadecuado.
Por otra parte, las naciones industrializadas enfrentan las
consecuencias de técnicas de producción dañinas
para el ambiente o de terrenos contaminados en antiguas zonas
industriales. En ambos casos, los suelos pueden haber sufrido
tal deterioro que todo nuevo desarrollo en ellos es imposible
o requiere el uso de tecnologías sumamente costosas
para su tratamiento.
Los desperdicios generados en una vivienda, hospital o industria
difieren sustancialmente y requieren de un manejo particular.
Por esta razón se les clasifica como: 1) residuos sólidos
municipales (RSM), que abarcan principalmente basura originada
en viviendas y comercios; y 2) residuos peligrosos (RP), que
representan un riesgo especialmente alto para la salud o el
medio ambiente (véase ¿Sólidos_o_peligrosos?).
En su mayoría, estos últimos residuos se presentan
también en forma sólida. |
Residuos
sólidos municipales
La generación de residuos sólidos
per cápita varía de acuerdo con la zona geográfica
y el grado de desarrollo que presente el país. Los
habitantes de los países industrializados son quienes
descartan más desechos. |
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México ocupa uno de los primeros lugares de América
Latina, muy cerca del promedio europeo (Figura 3.23).
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En los últimos años, la generación
nacional de RSM se ha calculado alrededor de las 30.8 millones
de toneladas anuales, sin embargo, algunos trabajos sugieren
que esta cifra podría ser mayor. Dada la tendencia
al aumento de la producción de residuos municipales
en los últimos años, se ha calculado que esta
cifra podría haber alcanzado las 39 millones de toneladas
en el año 2000 (Urquidi, 2000). Los residuos sólidos
municipales se producen mayormente en la región centro
del país: casi el 50% del total nacional. Otras dos
regiones que también producen porcentajes importantes
son el norte y el Distrito Federal, con 14 y 19% respectivamente
(Mapa_3.2, Figura 3.24).
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Este incremento está relacionado, en parte, con
el elevado índice de crecimiento demográfico
del país, aunque la generación de basura ha
crecido más rápidamente que la población
(Figura 3.26, Cuadro
III.6.1.4).
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La
producción per cápita diaria se ha incrementado
de 300 g en la década de los 50 a más de 860
g en promedio para el año 2000, tendencia que sigue
patente en la actualidad (Figura 3.27).
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No sólo la cantidad de basura ha cambiado en el
tiempo. La composición de la misma dejó de
ser fundamentalmente orgánica, fácilmente
integrable a los ciclos de la naturaleza, para caracterizarse
por abundantes elementos cuya descomposición es lenta
y que requieren procesos complementarios a fin de reducir
sus impactos al ambiente (Sedesol, Subsecretaría
de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio,
2002, Figura 3.28, Cuadro
III.6.1.1).
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Además, una gran variedad de residuos considerados
como peligrosos se han añadido a la basura. Mientras
que en los países desarrollados existen reglas y
procedimientos para el manejo de estos componentes, sólo
algunos países de América Latina y el Caribe
cuentan con una legislación al respecto que, prácticamente,
no aplican.
La generación de RSM varía también
en función de factores culturales, niveles de ingreso,
hábitos de consumo, desarrollo tecnológico
y calidad de vida de la población. Por ello, fenómenos
en apariencia inconexos con la basura, tales como la elevación
de los niveles de bienestar o la tendencia a abandonar las
zonas rurales para concentrarse en los centros urbanos,
inciden en la generación de desperdicios. Los sectores
de más altos ingresos originan mayores volúmenes
de residuos per cápita y éstos tienen un mayor
valor incorporado que los provenientes de sectores más
pobres de la población. En las ciudades se genera
más basura que en las poblaciones pequeñas.
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Las grandes metrópolis son las responsables del incremento
reciente en la generación de basura, mientras que
en las urbes medianas y los pueblos la producción
de desechos se ha mantenido más o menos constante
(Acurio et al., 1997, Figura 3.29, Cuadro_III.6.1.2).
En las ciudades donde el desarrollo humano es más
grande (véase Desarrollo
humano: el capital de la libertad en el capítulo
1), también es mayor el impacto en el medio ambiente
(véase Las huellas
del desarrollo en el capítulo 1).
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Las mismas diferencias en la producción de RSM per
cápita pueden observarse entre estados (Mapa_3.3).
El 69.7% de esta variación se explica a partir de
los distintos niveles de desarrollo humano de las entidades
(Figura 3.30, Cuadro_III.6.1.2).
De lo anterior es evidente el reto que tiene México
para poner en práctica mecanismos que le permitan
seguir incrementando el desarrollo humano de sus habitantes,
pero sin que ello implique un deterioro del medio ambiente
ocasionado por la generación de mayor cantidad de
basura.
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Residuos peligrosos (RP)
Las únicas estimaciones en torno a
la generación de residuos peligrosos (RP) en México
proceden de las propias empresas que los producen. Por normatividad,
éstas deben identificar si los desperdicios que originan
son peligrosos o no (Recuadro_III.6.2.1),
en cuyo caso deben dar parte a las autoridades respectivas.
Debido a las características inherentes a este proceso,
una cantidad indeterminada de generadores se mantienen al
margen del mismo, de manera que mientras 27 280 empresas han
manifestado la generación de RP, una cantidad entre
tres y diez veces superior no lo hace. De cualquier forma,
se estima que estas industrias producen una fracción
pequeña del universo total de los RP en México
(Recuadro III.6.2.2).
Con base en las cifras de las empresas que manifestaron generar
este tipo de desechos en 2001, se estima que el volumen total
anual es de 3 705 846 toneladas en promedio. Las entidades
que más residuos arrojaron fueron Guanajuato y el Distrito
Federal, que por sí mismas declararon más de
la mitad del producto nacional (Mapa_3.4,
Cuadro_III.6.2.1).
Una suma adicional de 254 220 toneladas fue importada al país
ese año para su tratamiento o aprovechamiento y 6 431
entraron a nuestro territorio para su uso temporal en la industria
maquiladora para luego ser devueltas al país de origen
(operación conocida como de “retorno”).
Los movimientos transfronterizos concluyen con las exportaciones,
que ese año fueron de 1 876 086 toneladas. |
Sin embargo, estas cifras cambian mucho cada año
(Tabla 3.1), lo que
sugiere que hay fluctuaciones considerables en la industria,
así como una cantidad importante de irregularidades
en la manifestación de los RP.
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La exportación de RP se mantuvo muy por debajo de
la importación hasta 2001, año en que se incrementó
notablemente debido, sobre todo, al envío de recortes
de perforación (tierra y rocas removidas durante
las operaciones de perforación de pozos petroleros).
Por el contrario, el retorno cayó de manera significativa,
a pesar de que, de acuerdo con INEGI, la industria maquiladora
creció en esos dos años (Figura 3.31, Cuadros_III.6.2.2,
III.6.2.3
y III.6.2.4).
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Los RP que se producen en mayor cantidad se clasifican como
sólidos, una categoría que abarca gran diversidad
de elementos provenientes de las industrias textil, peletera,
del asbesto, autopartes y otras. A continuación se
encuentran los residuos líquidos generados durante
el proceso de elaboración de sustancias químicas,
derivados del petróleo y el carbón, hule y
plástico, así como de la industria textil,
del cuero, metal básica y de minerales no metálicos.
En tercer lugar figuran los lubricantes gastados, que se
originan en todos los casos en los que se emplea maquinaria.
Diferentes procesos productivos dan lugar a distintos tipos
de residuos.
Así, mientras que el sector primario desecha fundamentalmente
aceites, el comercio se caracteriza por descartar solventes
y la industria manufacturera, una gran variedad de productos
(Figura 3.32).
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También la cantidad de desechos es muy distinta según
la actividad: la industria manufacturera genera más
de las tres cuartas partes de los RP del país, seguida
por la minería y el petróleo (Figura 3.33).
De los 344 118 establecimientos manufactureros que son fuentes
potenciales de deterioro ambiental, sólo una fracción
está considerada como fuente contaminante de jurisdicción
federal. En la primera versión de la Ley General del
Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente
(LGEEPA), que entró en vigor en enero de 1988, se define
como fuente de contaminación de jurisdicción
federal en materia de residuos peligrosos a todas aquellas
empresas industriales o de servicios que los generan, transportan,
almacenan, reciclan, tratan o desechan.
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Entre ellas están incluidos todos los establecimientos
industriales sin importar su giro, la industria paraestatal
y aquellas cuyo giro sea químico, petroquímico,
siderúrgico, papelero, azucarero, de bebidas, cementero,
automotriz, del asbesto y de generación y transmisión
de electricidad. Algunos establecimientos de servicios son
generadores potenciales de residuos peligrosos; sin embargo,
por su tamaño, la gran mayoría de ellos no
se consideran fuentes significativas de residuos (Figura
3.34, Recuadro IV.3.2.1).
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Los residuos biológico-infecciosos, aunque de poca
importancia por su volumen, son de particular relevancia debido
a su peligrosidad. Este tipo de desechos se genera principalmente
en hospitales, clínicas veterinarias, laboratorios
y bioterios, entre otras instalaciones, y representan un grave
riesgo para la salud pública ya que pueden transportar
organismos patógenos. Dentro de este grupo se encuentran
abatelenguas, jeringas, materiales punzocortantes, sangre,
cepas y cultivos patológicos, etc. A nivel nacional,
la capacidad hospitalaria actualmente es de 127 702 camas,
cuya generación aproximada de residuos biológico-infecciosos
es de 1.5 kg/cama/día, por lo que se calcula una generación
total diaria (suponiendo que todas las camas estén
ocupadas) superior a 190 toneladas, a las que habría
que sumar la producción de laboratorios, clínicas,
etc. Los medicamentos caducos no caen en esta categoría,
pero deben destruirse por el riesgo que representa su consumo.
Algunos RP son tóxicos, es decir, contienen sustancias
capaces de causar la muerte o provocar efectos nocivos en
la salud de la población, así como en la flora
o fauna. Las características y severidad de estos residuos
varían de acuerdo con las formas e intensidades de
la exposición. Dentro de este grupo se encuentran cianuros,
arsénico, anilinas, plomo y polifenoles, entre otros.
Algunos de estos compuestos pueden durar activos en el ambiente
durante décadas, tales como los bifenilos policlorados
empleados en la industria y en los plaguicidas (DDT y clordano).
De hecho, los plaguicidas constituyen uno de los productos
tóxicos más ampliamente usados en México
–y en el mundo– para lograr la producción
de alimentos. Si bien el empleo de estas sustancias puede
afectar potencialmente a los consumidores de los alimentos
a los que se les aplica, hoy en día ocasionan la intoxicación
de unos 6 000 campesinos anualmente. En la actualidad se utilizan
alrededor de 15 mil toneladas de plaguicidas en México,
cifra que muestra un ligero incremento en los últimos
cinco años.
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Los herbicidas son otro grupo de sustancias ligeramente
tóxicas, que tienen un efecto limitado sobre el hombre
puesto que atacan procesos metabólicos de las plantas
que no están presentes en los animales. Por lo general,
sólo irritan la piel o las mucosas. Sin embargo,
algunas de estas sustancias, como el glifosfato, sí
pueden tener efectos graves como cataratas cuando la exposición
es crónica (Figura 3.35, Cuadro
II.2.5.4).
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Los fertilizantes también pueden representar riesgos
a la salud; por ejemplo, los nitratos y nitritos –necesarios
para la vida vegetal– en los animales tienen efectos
ligeramente tóxicos que, aunque por lo general no pasan
de algunos trastornos estomacales, pueden provocar quemaduras
en la piel. El uso de componentes nitrogenados en los fertilizantes
es inevitable, puesto que constituyen la base para que las
plantas puedan sintetizar proteínas elementales para
su supervivencia. En buena medida, la discusión actual
sobre la toxicidad de dichos insumos agrícolas es que
suelen contener sustancias venenosas como plomo, cadmio, arsénico
o dioxina. Éstas resultan del empleo de residuos industriales
contaminados como fuente barata de nutrientes minerales tales
como zinc o hierro. En general la cantidad de estas sustancias
tóxicas es mínima, por lo que varios estudios
no han encontrado una verdadera amenaza a la salud o el ecosistema.
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En el año 2000, se consumieron en México
cerca de 3.09 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados.
La producción de los mismos creció en forma
notable, produciéndose 4.64 millones de toneladas
en el mismo año (Figura 3.36, Cuadros
II.2.5.1 y II.2.5.3).
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Eventualmente, ocurren accidentes en el manejo de los residuos
peligrosos que los liberan al ambiente. A esto se le conoce
como emergencias ambientales, las cuales son competencia
de la Procuraduría Federal de Protección al
Ambiente. En este sentido, la Procuraduría ha llevado
a cabo acciones básicas entre las que destaca un
estudio para la instrumentación de un sistema nacional
para la atención de emergencias ambientales. El estudio
permitió identificar las necesidades y requerimientos,
tanto humanos como materiales, para el establecimiento y
la operación de un sistema nacional de información,
orientación y apoyo para la atención de emergencias
ambientales asociadas con el manejo de materiales y residuos
peligrosos (Recuadro
IV.3.2.4).
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Entre 1995 y el 2001 se registraron un total de 3 808 emergencias
ambientales, de las cuales, según su tipo, 3 300
(86.6%) fueron fugas o derrames y las restantes 508, incendios,
explosiones u otras donde se incluyen reportes de olores
en sistemas de alcantarillado y depósitos clandestinos
de materiales o residuos peligrosos (Figura 3.37, Cuadro
IV.3.2.12).
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En su mayoría, dichas emergencias ocurrieron durante
el transporte de las sustancias, ya sea en ductos, carreteras,
vías férreas o marítimas (Figura 3.38,
Cuadro
IV.3.2.13).
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