Conservación de la
biodiversidad |
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Especies prioritarias
Ante el enorme reto de conservar el elevado número
de especies de flora y fauna mexicanas, y considerando la
dificultad de contar con programas individualizados para todas
ellas, el Programa de Conservación de la Vida Silvestre
y Diversificación Productiva en el Sector Rural 1997-2000
propuso una serie de proyectos para un conjunto de plantas
y animales que, a juicio de los especialistas, deberían
ser las especies prioritarias. Algunos de los criterios que
se tomaron en cuenta para seleccionar estas especies fueron:
el riesgo de extinción, la factibilidad de recuperarlas
y manejarlas, los posibles efectos adicionales que produciría
su conservación directa (por ejemplo, la conservación
de otras especies o hábitat) y su valor por ser especies
carismáticas o bien poseer un alto grado de interés
cultural o económico.
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La parte medular de dichos proyectos consistió en
la creación de santuarios y la formación de
Comités Técnico-Consultivos para la Recuperación
de Especies Prioritarias, encargados de organizar y conjuntar
intereses de todas aquellas instituciones y personas involucradas
e interesadas en la conservación de estas especies.
En la actualidad ya se tienen elaborados y publicados diez
programas de manejo (véase Proyectos
de conservación y recuperación de especies
prioritarias) (Tabla
6.5).
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Áreas naturales protegidas
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La creación de zonas protegidas ha
sido la principal respuesta a la destrucción acelerada
del hábitat experimentada desde el siglo pasado. En
los últimos 30 años ha habido un crecimiento
importante de las zonas protegidas en el mundo: en 1970 existían
3 392 áreas protegidas con una superficie total de
2.78 millones de km2, en el año 2000 se registraron
11 496 sitios con una superficie total de 12.18 millones de
km2 (Figura 6.5). |
En
México, la creación de zonas protegidas también
ha sido la estrategia de conservación más utilizada.
El proceso de creación de estas zonas se inició
formalmente en 1876 con la protección de los manantiales
del Desierto de los Leones en el Distrito Federal y posteriormente,
en 1898, con la primera Área Natural Protegida en el
bosque del Mineral del Chico en el estado de Hidalgo. La entrada
formal de México a la corriente internacional de parques
nacionales se dio durante el periodo de Venustiano Carranza,
con el decreto para constituir al Desierto de los Leones como
el primer parque nacional en 1917 (Semarnap-Conabio, 1995).
Las Áreas Naturales Protegidas (ANP) son porciones
terrestres o acuáticas del territorio nacional representativas
de los diversos ecosistemas, en donde el ambiente original
no ha sido alterado significativamente por la actividad humana
y proporcionan servicios ambientales de diversos tipos. El
decreto presidencial que formaliza la creación de ANP
especifica el uso del suelo y las actividades que pueden llevarse
a cabo en ellas. Las ANP están sujetas a regímenes
especiales de protección, conservación, restauración
y desarrollo, según categorías establecidas
en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección
al Ambiente. La Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas (Conanp), órgano desconcentrado de la Secretaría
de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) es responsable
de las ANP en México (véase ¿Qué_es_la
Conanp?).
La función principal de las ANP es la protección
y conservación de los recursos naturales de importancia
especial, ya sean especies de fauna o flora o bien de ecosistemas
representativos a nivel local, regional e internacional. Además,
las ANP generan diversos servicios ambientales, como la protección
de cuencas, captación de agua, protección contra
erosión y control de sedimentos. Asimismo, son utilizadas
con fines de recreación, turismo y para la investigación
científica. Aunque existen dudas sobre la eficiencia
de las ANP para conservar la diversidad biológica,
análisis recientes de zonas protegidas en distintas
partes del mundo muestran que la mayoría detienen,
en cierto grado, el avance de la deforestación y disminuyen
la presión sobre las poblaciones de flora y fauna silvestres
(PNUMA, 2002). |
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Durante los últimos años se ha realizado un
esfuerzo considerable para incrementar el número
de áreas protegidas en México. En 1996 existían
107 áreas con una superficie total de alrededor de
11.7 millones de hectáreas, cubriendo el 5.9% del
territorio nacional (OCDE, 1998). Para el año 2001
ya se contaba con 128 ANP (Cuadro_III.4.5.18
y Cuadro III.4.5.19)
con una superficie total acumulada de alrededor de 17 millones
y medio de hectáreas (Tabla_6.6,
Figura 6.6), una cuarta parte de ellas localizadas en zonas
marinas.
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Para el año 2001, el área conjunta de las
ANP representaba el 8.8% de la superficie del país,
proporción superior a la que tiene África
(7.11%), Asia Oriental (8.28%) y Europa (5%), aunque está
por debajo del promedio de los países miembros de
la OCDE (12.4%) (Tabla
6.7) (OCDE, 2002).
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La mayoría de los principales ecosistemas del país
están representados dentro de los límites
de las ANP, siendo los matorrales xerófilos de zonas
áridas (47%), las selvas húmedas (12%) y los
bosques templados (11%) los que ocupan la mayor proporción
(Figura 6.7, Cuadro
III.4.5.21).
De acuerdo con la Ley General del Equilibrio Ecológico
y la Protección al Ambiente (LGEEPA), existen siete
categorías de manejo: Reservas de la Biosfera (RB),
Parques Nacionales (PN), Monumentos Nacionales (MN), Áreas
de Protección de los Recursos Naturales (APRN), Áreas
de Protección de Flora y Fauna (APFF) y Santuarios
(S) (Figura 6.8).
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Además, existen los Parques y Reservas Estatales
(PyRE) y las Zonas de Preservación Ecológica
de los Centros de Población (ZPE) (Recuadro_III.4.5.6).
En el año 2001 la categoría con mayor número
de áreas decretadas era la de Parque Nacional con
66, sin embargo, sólo representaban el 7.7% de la
superficie total protegida del país; muchas de ellas
(30%) no alcanzan las 1 000 hectáreas, superficie
considerada como la mínima para garantizar la conservación
de los ecosistemas, según la IUCN (Ordóñez
y Flores, 1995) e, incluso, algunas han perdido por completo
su vegetación original (Conabio, 1998).
En las 31 Reservas de la Biosfera actuales se concentra
la mayor superficie protegida del país (59%). La
principal función de las Reservas de la Biosfera
es la de constituirse como espacios de investigación
y concertación para la conservación y el desarrollo
regional sostenible (Conabio, 1998). En ellas se albergan
especies representativas de la biodiversidad nacional, incluyendo
las consideradas endémicas, amenazadas o en peligro
de extinción.
Las Áreas de Protección de Flora y Fauna (APFF)
abarcan el 27.8% del total de la superficie protegida. Las
22 APFF se encuentran ubicadas tanto en zonas con una considerable
riqueza de flora o fauna como donde se presentan especies,
subespecies o hábitats de distribución restringida
(Conanp, 2002). Las cuatro áreas decretadas como
Monumento Nacional comprenden el 0.08% de la superficie
protegida; contienen uno o varios elementos naturales y
por su carácter único estético, valor
histórico y científico, están incorporadas
a un régimen de protección absoluta (Conanp,
2002). Actualmente sólo un área está
decretada como Protección de los Recursos Naturales:
Sierra de los Ajos/Bavispe en Sonora. Además, existen
cuatro áreas naturales protegidas que tienen decretos
con diferentes denominaciones; representan el 3.47% de la
superficie total protegida en el país y se encuentran
en proceso de recategorización.
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Del total de las ANP, 60 se encuentran en proceso de consolidación,
25 de las cuales ya cuentan con un programa de manejo publicado
(Cuadro III.4.5.24).
Durante el periodo 1995-2001 se tramitó un total
de 2 023 permisos para realizar actividades en las ANP (Figura
6.9), de los cuales el 87.1% correspondió a actividades
turísticas, acuático-recreativas, de campamento
y de educación ambiental y el 12.9% a actividades
de filmación y fotografía.
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Regiones prioritarias
La regionalización (división de un territorio
en áreas menores con características comunes)
es una herramienta metodológica básica en
la planeación ambiental. Por ello, en los últimos
años la Conabio ha desarrollado un programa con talleres
de expertos encaminado a identificar y diagnosticar las
regiones prioritarias para la conservación. Los requisitos
básicos para considerar un área como prioritaria
son su alta diversidad e integridad ecológica. Como
resultado de este programa se han identificado en México
151 regiones prioritarias terrestres, 70 marinas y 110 hidrológicas
(en aguas continentales).
Las regiones prioritarias terrestres cubren una superficie
de 504 796 km2 (Mapa_III.4.1.1)
y predominan en ellas los bosques de pino y encino, selvas
caducifolias y superficies dedicadas al aprovechamiento
agropecuario y forestal (Figura 6.10).
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En relación con las regiones prioritarias marinas
(Mapa_III.4.1.3)
se tienen identificadas 70 áreas costeras y oceánicas
(Cuadro III.4.1.3),
de las cuales 43 se localizan en el Pacífico y 27
en el Golfo de México y el Mar Caribe, aunque, si
se compara la superficie total, las regiones prioritarias
definidas para el Pacífico abarcan apenas el 40%.
De las regiones prioritarias definidas 23 son áreas
litorales, 33 nerítico-litorales, nueve oceánicas
(incluyendo islas) y cinco nerítico-oceánicas.
En poco más del 60% de las regiones marinas identificadas
se pudo definir con claridad la existencia de amenazas sobre
la biodiversidad (Figura 6.11).
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A pesar de que se reconoce que la información de
la biodiversidad marina es menor a la de los biomas terrestres,
58 de las regiones marinas se consideran sitios de alta
diversidad; en contraste, en ocho de las regiones definidas
se reconoció su importancia biológica, aunque
no existe información suficiente sobre su biodiversidad.
Cuarenta y tres de las ANP están contenidas total
o parcialmente en 34 de las Regiones Prioritarias Marinas
definidas. La sobreposición es grande en los casos
de islas y archipiélagos y muy escasa en las zonas
costeras y oceánicas, lo que muestra claramente la
necesidad de identificar las zonas más importantes
en costas y mar abierto a fin de implementar mecanismos
para su protección.
Para el caso de aguas continentales, se tienen identificadas
110 regiones prioritarias hidrológicas (Mapa_III.4.1.6,
Cuadro_III.4.1.5,
Figura 6.11), de las cuales 75% son áreas de alta
riqueza biológica, alrededor del 70% presenta amenazas
serias a su biodiversidad y en 29 de ellas existe muy poca
información sobre su biodiversidad.
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Conservación de tortugas marinas
Por ser especies migratorias, las tortugas
marinas son consideradas como un recurso compartido geográficamente
entre varios países. En México y el mundo, las
poblaciones de las diferentes especies de tortugas marinas
se encuentran presionadas por diversas causas, como el saqueo
de nidadas, la captura y el sacrificio de hembras antes de
depositar sus huevos en la playa, la captura incidental de
juveniles y adultos, el comercio ilícito de subproductos,
como las pieles y el carey, además de la fragmentación
y pérdida del hábitat de reproducción
y forrajeo. Por lo anterior, las tortugas marinas se encuentran
incluidas en el Apéndice I de la Convención
Internacional para el Comercio de Especies Amenazadas de Flora
y Fauna Silvestre (CITES) y su manejo, recuperación
y posible aprovechamiento están sujetos a programas
que involucran tanto reglamentos nacionales como internacionales.
En México, la protección y conservación
de las tortugas marinas se lleva a cabo principalmente en
los llamados campamentos tortugueros. Desde 1966 el Instituto
Nacional de Pesca (INP) estableció Programas Nacionales
de Investigación de Tortugas Marinas y de Protección,
Conservación, Investigación y Manejo de Tortugas
Marinas. En 1991 este último programa determinó
la instalación permanente de campamentos tortugueros
para las siete especies de tortugas que habitan en mares mexicanos:
Lepidochelys olivacea (golfina), Dermochelys coriacea
(laúd), Chelonia agassizii (prieta o negra),
Lepidochelys kempi (lora), Chelonia mydas
(verde o blanca), Caretta caretta (caguama) y Eretmochelys
imbricata (carey). Los campamentos fueron instalados
en 12 playas de diez estados de la República Mexicana.
Las principales playas donde se ha registrado anidamiento
de las tortugas marinas mexicanas se muestra en la Figura
6.12. y Tabla 6.8. Una
de las funciones de dichos campamentos es la protección
y conservación de las tortugas mediante recorridos
en las playas para recolectar y trasplantar nidos, sembrar
huevos en corrales de incubación y liberar crías.
A mediados de 2001 se integró en un solo programa a
cargo del gobierno federal la operación de 27 campamentos
tortugueros denominados Centros de Protección y Conservación
de las Tortugas Marinas (CPCTM), 13 de ellos provenientes
de la Dirección General de Vida Silvestre (DGVS) y
14 del Instituto Nacional de Pesca (véase Recuadro_III.4.5.4).
Además de los CPCTM, existen aproximadamente otros
130 campamentos tortugueros, tanto fijos como temporales,
que también llevan a cabo acciones de protección
y conservación y son operados bajo convenios de colaboración
por organismos no gubernamentales, dependencias de gobiernos
estatales y centros de investigación (Cuadro
III.4.5.16).
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Los 28 campamentos tortugueros operados por la DGVS a finales
de 2001 se encontraban distribuidos en 15 estados de la
República Mexicana (Cuadro_III.4.5.11);
Oaxaca es la entidad que tiene el mayor número (cinco)
(Figura 6.13).
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De las siete especies de tortugas marinas que residen en playas
mexicanas, tres son atendidas/protegidas en un mayor número
de campamentos: las golfina (16 campamentos), verde y laúd
(nueve campamentos para cada una); las tortugas carey y prieta
son las menos frecuentes en los campamentos tortugueros (Figura
6.14).
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La eficiencia, evaluada en términos de la relación
crías liberadas con respecto a huevos sembrados, ha
mostrado un crecimiento de 1993 a la fecha, al pasar de una
eficiencia de casi el 50% en ese año a más del
70% en 2001 (Figura 6.15).
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Para tener una idea de la situación reciente de las
tortugas en los campamentos, se pueden tomar como referencia
los valores promedio de nidos protegidos, huevos sembrados
y crías producidas durante el periodo de 1998-2001
en los campamentos de la Semarnat, en los que se tienen
buenos registros para seis de las siete especies (en el
caso de la tortuga lora sólo se tienen registros
esporádicos de 1998 y 1999). La tortuga golfina (Lepidochelys
olivacea) es, con mucho, la especie que más
presencia tiene en los campamentos tortugueros y habita
en todos los ubicados en las playas del Océano Pacífico.
El promedio anual de nidos protegidos fue de poco más
de 5 500, de huevos sembrados casi 500 000 y de crías
producidas cerca de 350 000, lo que equivale a una eficiencia
promedio del 73.4% (Tabla
6.9).
Le sigue en importancia por el número de nidos protegidos
la tortuga carey (Eretmochelys imbricata), la cual
fue registrada en los campamentos de Tecolutla (Veracruz),
Chenkán (Campeche), Majahual (Quintana Roo) y Platanitos
(Nayarit). De esta especie se protegieron al año
sólo 543 nidos, en promedio se sembró un poco
más de 81 000 huevos y se produjeron 60 000 crías.
Por su parte, la tortuga blanca o verde (Chelonia mydas)
anidó en cuatro playas: Tecolutla, Chenkán
y X’Cacel y Majahual (Quintana Roo); se protegieron
286 nidos, se sembraron 33 000 huevos y se obtuvieron 27
564 crías en promedio. Cabe señalar que esta
especie es la que ha registrado el mayor éxito en
términos del número de crías producidas
con respecto al número de huevos sembrados, con una
eficiencia del 86%. En el caso de la tortuga caguama (Caretta
caretta) sus playas de anidamiento más importantes
son X’Cacel y Majahual, con algunos registros esporádicos
en Tecolutla; en promedio se protegieron 300 nidos, se sembró
un poco menos de 40 mil huevos y se produjeron 31 187 crías
al año.
En cuanto a la tortuga negra (Chelonia agassizii),
se tienen datos de campamentos tortugueros en seis playas
mexicanas; es la especie de la cual se protegen menos nidos
en promedio (menos de 10 nidos al año), se siembran
menos huevos (507 en promedio) y se producen menos crías
(254 en promedio), lo que equivale a una eficiencia de 68.1%.
Finalmente, la tortuga laúd (Dermochelys coriacea)
se registró en nueve playas incluyendo a Mexiquillo,
considerado como uno de los sitios de anidación más
importantes de esta tortuga en el mundo. A pesar de que
el número de nidos que se protege es relativamente
alto, comparado con las demás especies (330) el número
de crías que se liberan es muy pequeño: no
alcanzan los mil ejemplares en promedio al año, con
una eficiencia de producción de sólo el 33.3%
registrado durante el periodo 1998-2001.
Las dos amenazas principales de las tortugas marinas son
la explotación ilegal y la invasión de sus
playas de anidamiento para el desarrollo de centros turísticos
o urbanos. De ahí que las acciones orientadas a su
protección y conservación dispongan en primer
lugar la elaboración de decretos para que las áreas
de anidación se mantengan como zonas de reserva natural.
Otras acciones implementadas son la veda, la prohibición
de la explotación de huevo y la prohibición
del uso de redes de arrastre y enmalle frente a playas de
anidación. Para reducir la captura incidental por
parte de los barcos camaroneros se estableció el
uso obligatorio de dispositivos excluidores de tortugas
(DET), que consisten en aparejos que se adaptan a la entrada
de la bolsa de la red camaronera para permitir la salida
de las tortugas antes de que se ahoguen; con esto se ha
logrado disminuir la mortalidad asociada a esta pesquería.
Los cetáceos
de México
En México se tienen registradas un
poco más de 40 especies de mamíferos marinos
que corresponden aproximadamente al 9% del total de mamíferos
registrados para el país. Las aguas del noroeste
del país, incluyendo al Golfo de California, es donde
se concentra la mayor riqueza específica, ya que
en la región coexisten especies con afinidades tanto
de aguas frías y templadas como de aguas tropicales.
En esta zona se encuentra presente el 75% de las especies
de mamíferos marinos que se encuentran en el territorio
nacional.
De los mamíferos marinos, el orden Cetacea, que comprende
a las ballenas, delfines y marsopas, es el mejor representado
en nuestro país con 371
especies (cerca del 50% del total mundial). Del total de
cetáceos de México el 22% son misticetos –también
llamados ballenas con barbas- y el 78% son odontocetos,
conocidos como delfines y marsopas (Tabla
6.10).
La zona del Golfo de California con 29 especies es la más
rica en cetáceos, seguida por las zonas del Pacífico
Norte y Golfo de México, cada una con 26 especies
(Figura 6.16).
De las especies de cetáceos registradas en México
algunas tienen especial relevancia por ser migratorias,
como los rorcuales, la ballena azul, la ballena jorobada
y la ballena gris. Estas dos últimas son particularmente
importantes ya que se reproducen en las aguas templadas
del Pacífico Norte mexicano durante el invierno.
La vaquita marina (Phocoena sinus) es el cetáceo
mas pequeño de México y habita exclusivamente
en las zonas someras de la región del Alto Golfo
de California y Delta del Río Bravo.
De acuerdo con la NOM-059-ECOL-2001 todas las especies de
cetáceos de México se encuentran en la categoría
de Sujetas a protección especial con excepción
de la vaquita marina y la ballena franca que se encuentran
en la categoría de Peligro de extinción. El
caso de la vaquita marina es de resaltar ya que, además
de su carácter endémico, el tamaño
de la población estimado en 1999 fue menor a los
600 individuos (Rojas-Bracho, 1999), no se reproduce todos
los años y presenta un periodo de gestación
largo (10-11 meses), lo que dificulta su recuperación.
La Unión Internacional para la Conservación
de la Naturaleza (UICN), por su parte, incluye a la ballena
azul, la ballena franca y la vaquita marina dentro de la
categoría de especie en Peligro de extinción;
además clasifica al cachalote, la ballena piloto,
la marsopa de Dall y a la ballena jorobada en la categoría
de especie Vulnerable.
No existe suficiente información sobre el tamaño
de las poblaciones de los cetáceos en aguas mexicanas
que permita hacer una evaluación precisa de su condición.
La ballena gris es una excepción, ya que se tiene
información más o menos continua desde 1968
del tamaño de su población en la Reserva del
Vizcaíno que muestra claramente su recuperación
(Figura 6.17). Sin embargo, se puede tener una aproximación
del estado de las demás especies a partir de la información
disponible de su condición en otras partes del mundo;
así, se considera que los delfines, en general, mantienen
poblaciones grandes, mientras que los mesoplodontes, la
ballena franca y la marsopa de Dall se consideran especies
raras.
Los severos problemas a los que se enfrentaban estos animales,
debido a su intensa explotación durante el siglo
XIX, generó que el gobierno mexicano mostrara un
gran interés por la conservación de los mamíferos
marinos y su hábitat. Desde entonces, México
ha sido uno de los países con mayor participación
en cuanto a la defensa de mamíferos marinos se refiere.
Como muestra se puede resaltar la creación de Áreas
Naturales Protegidas encaminadas a la conservación
y protección de estos animales. Entre ellas destaca
la Reserva de la Biosfera “Alto Golfo de California
y Delta del Río Colorado” que comprende desde
la desembocadura del río Colorado hasta la desembocadura
del Río Santa Clara en la costa del estado de Sonora.
Ésta fue decretada como refugio en 1955 y a partir
de 1993 se reclasificó en la categoría de
Reserva de la Biosfera; en ésta habita la vaquita
marina.
En mayo del 2002 el Gobierno de México declaró
Área de Refugio de Ballenas a todo el mar territorial
y la zona económica exclusiva de nuestro país,
que abarcan en conjunto aproximadamente 3 millones de km2
en los océanos Pacífico y Atlántico
y Mar Caribe. En esta zona, de acuerdo con la adición
del artículo 60 Bis a la Ley General de Vida Silvestre,
ningún ejemplar de mamífero marino, cualquiera
que sea la especie, podrá ser sujeto de aprovechamiento
extractivo, ya sea de subsistencia o comercial, con excepción
de la captura que tenga por objeto la investigación
científica y la educación en instituciones
acreditadas.
De manera complementaria, dentro de la política del
medio ambiente se han instrumentado programas especiales
de conservación, como el Programa de Conservación
de la Vida Silvestre y Diversificación Productiva
en el Sector Rural 1997 – 2000, que contiene una línea
de proyectos y acciones para la conservación, investigación,
recuperación y manejo de la ballena gris, ballena
jorobada y vaquita marina.
La preocupación por la conservación de los
cetáceos en México también se ve reflejada
en las normas oficiales mexicanas. Las normas que están
relacionadas con la protección de los cetáceos
en México son: 1) NOM-012-PESC-1994 que establece
restricciones específicas en el uso de redes agalleras
o de enmalle pasivas para contribuir con la conservación
de la vaquita marina; 2) NOM-EM-074-ECOL-1996, que regula
las actividades de observación de la ballena gris
y su hábitat; 3) NOM-ECOL-131-1998 que establece
lineamientos y especificaciones para el desarrollo de actividades
de observación de ballenas; 4) NOM-ECOL-059-2001
que establece la categoría de riesgo de las especies
de flora y fauna de México; 5) NOM-EM-PESC-2001,
que establece los lineamientos para la captura incidental
de organismos juveniles de atún y delfines; 6) NOM-EM-135-Semarnat-2001
que establece los lineamientos regulatorios para la captura,
transporte, manejo y condiciones de cautiverio de mamíferos
marinos, principalmente delfines y 7) NOM-ECOL-136-2002,
que específica las regulaciones existentes para los
mamíferos marinos en cautiverio.
México ha suscrito además, una serie de convenios
que protegen a los cetáceos y a su hábitat;
entre los más importantes tenemos el Convenio Internacional
para la Reglamentación de la Caza de la Ballena,
al que México se integró en 1938, la Comisión
Ballenera Internacional (CBI) en la que México participa
desde 1949, el Acuerdo Internacional para la Conservación
de la Fauna y la Vida Silvestre (CITES) al que México
se unió en 1991, la Convención de las Naciones
Unidas sobre los Derechos del Mar, el Acuerdo Internacional
para la Región del Gran Caribe, así como el
Convenio sobre Biodiversidad de la ONU. Además, promovió
el Código de Conducta para la Pesca Responsable,
formulado en el seno de la Organización de Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)
donde se comprometió a conservar los ecosistemas
acuáticos y a promover prácticas de pesca
de forma responsable y ambientalmente seguras. También
en el seno de la Convención Ballenera Internacional
se prohibió la cacería de la ballena jorobada
en el Pacífico Norte y se decretó a las Islas
Marías, Revillagigedo e Isla Isabel como áreas
protegidas marinas.
1
El número de especies podría llegar a 39 si
se confirma la presencia en aguas mexicanas de dos especies
de mesoplodontes.
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